Economía de alta precisión
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Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, fue clara: la economía de Estados Unidos podría requerir de medidas poco convencionales para superar los efectos negativos que legó la última recesión.
Su argumento es contundente y hace referencia a la posibilidad de que el sistema productivo de la primera potencia mundial haya sufrido un daño estructural en su capacidad potencial, es decir, en la posibilidad de generar riqueza.
La encargada de la política monetaria también indicó que esto afecta negativamente a los trabajadores, y con ello al consumo y bienestar de los hogares norteamericanos. La economía del principal socio comercial de México no puede mejorar su desempeño sin reactivar el mercado interno, durante décadas ha sido el pilar de su funcionamiento. Para acelerar su crecimiento debe explorar la aplicación de una estrategia poco convencional: es prioritario utilizar una combinación de políticas fiscal y monetaria expansionista.
Para la Reserva Federal, y para el mundo, esto representa un viraje que debe tomarse en consideración. La realidad económica ha rebasado a la ortodoxia estabilizadora: para el banco central de Estados Unidos es esencial restaurar los pilares del crecimiento, aunque para ello deba permitir que la inflación se ubique por encima de su objetivo. A diferencia de nuestro País, los encargados de la política económica norteamericana son pragmáticos y reconocen cuando algo no funciona.
El incremento de la inversión pública y privada es uno de los mecanismos que se está contemplando impulsar para reconstruir las capacidades potenciales de Estados Unidos. Junto con el fomento al consumo, constituyen los pilares de la demanda agregada que pueden acelerar su crecimiento económico.
En resumen, la autoridad monetaria contempla fortalecer su motor interno de crecimiento, el sector externo no tiene la capacidad de impulsar su economía.
A diferencia de México, en Estados Unidos se puede confiar en la inversión y el gasto de Gobierno como mecanismos de fomento económico. La razón es simple, a través de programas como el Buy American y el Buy America las autoridades estadounidenses se aseguran de que su gasto beneficie a las empresas que producen en su país y que utilizan insumos elaborados en el mismo. En otras palabras: los impuestos que pagan las empresas y hogares vuelven a ellos en forma de compras e inversión de Gobierno. Dicha estrategia genera crecimiento económico.
En México seguimos rezagados. Se aplicará un recorte a la inversión pública al mismo tiempo que no se asegura que los recursos disponibles lleguen a empresas que fabrican en el País. Se tiene poco cuidado de sí esto se va a importaciones que no favorecen al crecimiento y que terminan desplazando a empresas nacionales, y con ello al empleo. Sin cuidar el contenido nacional de las compras e inversiones de Gobierno no puede asegurarse que el gasto público propicie mayor crecimiento.
De igual forma debe recordarse que la estrategia de política monetaria va encaminada a controlar la inflación, como ha ocurrido en los últimos 20 años. La materia ausente sigue siendo el crecimiento económico.
En México no se ha recapacitado sobre la destrucción de las capacidades potenciales registrada durante 30 años. No es casualidad que el promedio de crecimiento sea 2.5%, eso es lo que el País puede alcanzar sin un estímulo externo, uno que normalmente llega de Estados Unidos.
Al renunciar al motor interno se sacrifica a la inversión y consumo nacional, y con ello se precariza el mercado laboral. Sólo con el fomento de las fuerzas productivas internas se puede generar mayor bienestar.
Por ello se debe observar la nueva orientación de política económica que aplicará la primer potencia del mundo, pasarán de criterios de estabilización a otros que impulsen su mercado interno. No se pueden obtener resultados distintos utilizando los mismos paradigmas que nos han conducido al “estancamiento estabilizador” de los últimos 35 años.