Presidente AMLO: ¿Está con México?
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En 2018, algo más de la mitad de quienes votaron hicieron Presidente al Señor López Obrador. Ahora, como Presidente, nos plantea una disyuntiva, con él o contra él. Error, esa no es la disyuntiva, la verdadera disyuntiva es si realmente el Presidente está con México y con lo que la mayoría de los mexicanos queremos.
Presidente, México es más grande que su mayoría de 2018. No olvide que algo menos de la mitad de los que votaron no lo hicieron por usted y que hubo un porcentaje importante de ciudadanos, 37%, que simplemente no votaron.
Además, de entonces a ahora, hay varios millones de jóvenes que ya podrán votar, y no sabemos cuáles son su aspiraciones y preferencias. No obstante, usted debería ejercer el cargo para todos. Nadie cuestiona su triunfo, más sí muchos dudamos de la pertinencia de lo que está haciendo ya como Presidente.
La gran mayoría de los mexicanos estamos cansados de los abusos de políticos, de pseudo empresarios, de quienes se enriquecen abusando de un cargo público o de la cercanía con algún funcionario en posición de control de recursos públicos. Somos mayoría quienes queremos un México mejor y más justo, donde se respete la libertad de todos, sin importar creencias, situación económica o preferencias políticas; un México donde todos logremos escapar de la pobreza, de la ignorancia y de las enfermedades; un México sin impunidad, donde nadie esté por encima de la Ley, donde se respete el estado de derecho; un México donde sus mujeres vivan con seguridad en su integridad y goce pleno de sus derechos, en plena igualdad; un México donde respetemos y cuidemos al medio ambiente, donde usemos los recursos naturales con respeto a las generaciones futuras.
Por ello, tanto quienes votaron por usted como muchos de los que no lo hicimos, estamos de acuerdo con los objetivos que usted afirma guían su gobierno: Erradicar la corrupción, la pobreza, los privilegios, reducir las desigualdades y recuperar condiciones de seguridad. No obstante, esa coincidencia de propósitos no conlleva acuerdo sobre cómo lograrlo. Y eso es necesario que se entienda por su gobierno, pues sólo del debate informado y respetuoso podrán surgir las mejores soluciones para los retos de nuestro país. México no es blanco y negro, es una paleta de colores que nos hace únicos en el mundo.
¿CÓMO SE PUEDEN ERRADICAR CORRUPCIÓN Y LA POBREZA?
La voluntad presidencial ayuda, pero no es suficiente, no basta, no tiene efectos duraderos. Es la erradicación de la impunidad, la transparencia, el respeto a la Ley sin excusa, la autonomía de los órganos fiscalizadores y reguladores, en suma, instituciones sólidas capaces de fiscalizar, de denunciar y probar, de juzgar y castigar a los que violen la Ley, los que lograrán erradicar la corrupción.
Su gobierno no va en esa dirección, al contrario, poco a poco va minado la autonomía de dichas instituciones y principalmente persigue, con la SFP, la UIF o la FGR, a sus adversarios, como fue en el periodo neoliberal que tanto critica.
¿Cómo poder estar de acuerdo con una transformación que nos va a legar más corrupción e instituciones de seguridad y justicia más débiles e ineficaces?
¿Cómo erradicar la pobreza? Las transferencias de efectivo que hace su gobierno a distintos tipos de beneficiarios, en situación de vulnerabilidad, no son suficientes para erradicar la pobreza. Menos aún, como es el caso de sus llamados Programas Sociales, cuando no es posible evaluar los efectos de dichas transferencias, para valorar si con ello será posible que dichos beneficiarios escapen de la pobreza, y, para corregir, si no avanzamos en esa dirección. Tampoco será posible erradicar la pobreza si la economía no genera empleos, formales, con sueldos dignos.
La generación de empleos de esas características requiere que la economía y la productividad crezcan rápidamente. Sus políticas públicas, si se pudieran llamar así, van en la dirección contraria: Un día sí y otro también se condena a los empresarios, a los emprendedores, a los creadores, se les descalifica y denigra, y se crean consejos económicos con el sector privado cuyas propuestas son ignoradas, minando con ello la confianza de quienes invierten.
Mediante pseudoconsultas ilegales se cancelan proyectos alegando corrupción, denuncias que no se traducen en acciones probatorias en el marco de la Ley, para castigar a los presuntamente responsables, y son acciones que deterioran la confianza del inversionista; también mina esta confianza su gobierno cuando socava las bases para una sana competencia en materia de energía, mediante decretos de legalidad cuestionable que rompen contratos previos y ponen en riesgo al país de perder arbitrajes internacionales que le costarán al Estado mexicano.
Sin confianza no hay inversión privada, y sin inversión privada no hay crecimiento ni generación de empleos. El gasto público nunca podrá suplir la falta de inversión privada, ni siquiera si los proyectos, que hace su gobierno fueran de alta rentabilidad social –que no lo son –, entonces, ¿cómo estar de acuerdo con una transformación que hace todo lo posible para no generar empleos y para aumentar la pobreza y la desigualdad?
Recuperar la seguridad, reducir la violencia de todo tipo, requiere, además de atender las causas de la pobreza y de la marginación, combatir a fondo la impunidad, lo cual exige reconstruir todo el sistema de seguridad pública, así como las fiscalías y procuradurías, en los tres órdenes de gobierno, con énfasis en los sistemas estatal y municipal, donde el deterioro es mayor, así como fortalecer la autonomía y la transparencia del poder judicial.
Todo ello requiere recursos, sumar experiencia y talento, tecnología, en suma, una verdadera cruzada contra la inseguridad, con la más amplia participación social, tanto en el diseño de los programas respectivos como para evaluar resultados y acciones correctivas, en su caso. Las acciones de su gobierno en la materia no van en esa dirección. Los resultados hasta el momento hablan por sí solos. Por lo anterior, ¿Cómo estar de acuerdo con una transformación que se ve incapaz de atender con eficacia la necesidad de seguridad de los mexicanos?
Finalmente, Presidente, su llamado Plan Nacional de Desarrollo no le dedica una solo línea a una política respecto al medio ambiente, y sus acciones comprueban su desprecio por las cuestiones ambientales: El Tren Maya se inició sin contar con el manifiesto de impacto ambiental que exige la ley de la materia, bajo el argumento de que ya se había hecho décadas atrás, cuando la construcción del tramo original, y que no habría necesidad de ampliar el derecho de vía, ambos argumentos son falacias; su determinación de usar combustóleo, altamente contaminante, y castigar la generación de energía limpias; su decisión de dar preferencia en los programas de Pemex a la producción de petróleo y su refinación contra la gasificación del país, combustible fósil más limpio y complemento ideal de las energías renovables y limpias. Por ello, ¿Cómo estar de acuerdo con una transformación que no considera prioridad el cuidado del ambiente y el uso sustentable de nuestros recursos?
Presidente, la disyuntiva no es la que usted plantea. El verdadero reto es qué podemos hacer todos por México para enfrentar la triple crisis que vivimos: Sanitaria, económica y social. Presidente, somos mayoría los que creemos que el trabajo, la preparación, la creatividad, la innovación, la responsabilidad y la colaboración nos hará posible sacar adelante a México de las actuales crisis, crear los empleos de calidad necesarios, erradicar la pobreza, atenuar las desigualdades y vivir en un país más seguro y justo. La verdadera pregunta es: ¿Está usted con esta mayoría que queremos un mejor México y estamos dispuestos a poner nuestro esfuerzo para lograrlo?