La mujer que escucha al clima: Juana María Mendoza, una vida dedicada al tiempo y la tierra

Con formación en Ingeniería Química y estudios de posgrado en la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro (UAAAN), actualmente lidera el Departamento de Agrometeorología en dicha institución

26 abril 2025
La mujer que escucha al clima: Juana María Mendoza, una vida dedicada al tiempo y la tierra

Desde la lluvia que la incomodaba de niña hasta convertirse en una de las voces más respetadas del pronóstico del tiempo en la región, Juana María ha trazado una trayectoria marcada por la curiosidad, la perseverancia y una profunda vocación por traducir la ciencia meteorológica al lenguaje cotidiano. Esta es su historia contada en sus propias palabras.

Con una vida dedicada a observar el cielo y traducirlo para nosotros, Juana María no solo ha hecho del pronóstico una ciencia accesible, sino también una forma de compromiso social.

$!Juana María se planta con firmeza: mujer de ciencia, tierra y predicción. Su vida ha orbitado en torno al cielo, pero siempre con los pies en el suelo de la región que ha aprendido a leer como se lee un cuerpo: con afecto, rigor y constancia.
¿Recuerda cuál fue el primer fenómeno meteorológico que despertó su curiosidad por el clima?
La lluvia y el frío. Siempre he sido muy friolenta y no me gustan los días nublados. Cuando el cielo se nublaba, yo ya quería que se quitara. Desde ahí me empezó a llamar la atención el clima.
¿Cómo era Juana María de niña? ¿Qué soñaba con ser de grande?
Uy, como todos los niños: unos quieren ser policías, otros bomberos. Yo decía que iba a ser modista. Me gustaban esas cosas, pero también era muy preguntona. Todo me lo cuestionaba, hasta cosas que no entendía bien, como el infinito. Quería respuestas para todo.
¿Hubo alguna experiencia o persona en su infancia que la haya encaminado hacia la ciencia?
No, no creo. Fue más bien mi necesidad de entender. Todo me causaba curiosidad.
Desde niña me gustaban los días oscuros, fríos y con niebla; me daban tranquilidad. Por eso decidí estudiar meteorología.
¿Por qué decidió estudiar ingeniería química en lugar de meteorología?
Porque me inclinaba más por la física, pero en Saltillo no había opciones. Yo no tenía los recursos para irme fuera, por ejemplo a la UNAM. Además, aún no tenía claro que quería meteorología. Así que opté por la carrera que más se acercaba: ingeniería química.
¿Y cómo fue que se especializó en meteorología en la Narro?
Terminando la carrera, pensé que iba a trabajar en una fábrica, con casco y todo. Pero conseguí un trabajo de esos con pocas horas y pocas vacaciones. Entonces mi hermano me dijo: “No, no te metas ahí. Mejor estudia la maestría en la Narro”. Me llevó él mismo. Y justo cuando yo entré, la universidad creció mucho, se hizo autónoma, nacieron departamentos nuevos. Ahí me pidieron que como estudiante de maestría diera clases de meteorología. Y ahí me quedé. Me atrapó.
¿A qué retos se enfrentó como mujer en el ámbito científico?
Desde el primer día. Un maestro me dijo que no me iba a dar clase porque no le gustaba enseñar a mujeres. Me mandó con otro grupo. Además, muchos maestros eran abiertamente machistas: decían que las mujeres solo debían estar en la cocina. Yo fui apenas la tercera mujer en graduarse como ingeniera en mi generación.
Me emociona ver cómo cambian las nubes, cómo se comporta el viento, cómo varía la temperatura en cuestión de minutos.
¿Qué le ha enseñado su experiencia en la Narro sobre la relación entre el clima y la agricultura?
Que es inseparable. Siempre les digo a los agrónomos y arquitectos: aunque se hagan para un lado, el clima los va a alcanzar. No lo pueden ignorar.
¿Cuál considera su mayor aporte desde el departamento de agrometeorología?
El pronóstico del tiempo. Cuando empecé, no había nadie que lo hiciera localmente. Lo único disponible era el del Servicio Meteorológico Nacional, pero era muy general. Comenzamos a darlo por radio con el compadre Medina, que en ese entonces tenía el programa matutino más escuchado en Saltillo. Luego me llamaron de Vanguardia. De ahí pasamos a la radio, la televisión y otros periódicos. Hasta las señoras que hacían dieta nos llamaban para saber cuándo iba a haber luna llena.
¿Cómo ha cambiado el clima de Saltillo en los últimos años?
Muchísimo. Antes era realmente frío. Recuerdo días enteros con niebla y mucho frío. Ahora, esos días se ven muy poco. Sí hace frío, pero ya no dura. Todo eso casi ha desaparecido.
¿Qué le preocupa más sobre el clima en nuestra región?
El agua. Más que la temperatura. Sin agua no se puede vivir. Y aunque los modelos de cambio climático dicen que seguirá lloviendo lo mismo, el problema es que las lluvias ya no llegan de forma uniforme. A veces se concentra todo en unas horas y luego pasamos meses sin nada.
El cambio climático es una realidad que ya vivimos. Lo veo cada día, lo medimos en la universidad y lo sentimos en la ciudad.
¿Cómo fue su experiencia trabajando con medios de comunicación?
Muy rápida. En cuanto ofrecimos el pronóstico, nos dijeron que sí. En la radio nos abrieron el micrófono inmediatamente. No había nadie que lo hiciera, y la gente lo necesitaba. Fue una apertura que agradezco mucho, porque nos permitió llegar a más personas.
¿Qué importancia tiene para usted que la ciencia sea accesible al público?
Total. Yo les digo a mis alumnos: tienen un celular en la mano con todo el conocimiento del mundo, pero prefieren ver TikTok. Yo no tenía ni libros. Hoy no hay excusa. La ciencia debe ser comprensible para todos.
¿Es difícil traducir conceptos meteorológicos al lenguaje común?
Sí, bastante. ¿Cómo le explicas a alguien lo que hacen las masas de aire o el efecto de la presión atmosférica? ¿Cómo haces que entiendan que sus acciones afectan al clima? Que si nos portamos mal, habrá incendios, sequías. Es como el efecto mariposa: un pequeño cambio aquí puede desencadenar algo grande allá.
La meteorología no es solo saber si va a llover o no, también es entender cómo el clima afecta nuestra salud, los cultivos, y la vida diaria.
¿Qué disfruta más de su trabajo?
Dar clases y hacer el pronóstico diario. Me encanta enseñar, ver cómo los alumnos entienden. Y el pronóstico es una competencia contra mí misma: predecir bien lo que va a pasar al día siguiente me llena de satisfacción.
¿Qué siente al observar fenómenos como tormentas, nevadas o amaneceres fríos?
Emoción. Aunque no me gusten los días fríos, me encanta anticiparme, saber exactamente qué va a pasar. Ver que lo que dije se cumple... es una experiencia muy bonita.
¿Tiene algún hábito personal cuando cambia el clima?
Ninguno. Pero siempre estoy atenta. Observo todo.
¿Cuál es su mayor deseo para el futuro del clima y la sociedad?
Que entendamos que no estamos aparte del clima. Somos parte de él. Si no aprendemos eso, si no lo cuidamos, el futuro va a ser muy difícil.

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