La historia entre Svea Sarahí Hernández Orta y el espacio no fue tan romántica como las de los aparadores de Hollywood y no ocurrió como en “Perdidos en el espacio”, la afamada serie de Netflix donde el personaje principal “sabía” desde que tenía uso de razón que su meta de vida era estar dentro de una escafandra para explorar lo que había fuera de la Tierra. La historia de Svea empezó a través de unos simples binoculares.
Nació justamente en la ciudad del acero, Monclova. Pero a los pocos años, su familia tomó una decisión que podría ser la que cambió el rumbo de sus días: mudarse a Melchor Múzquiz, un municipio que se encuentra a 114 kilómetros de la frontera con Texas y que a lo largo del tiempo se ha sostenido mayormente de la actividad minera.
Fue ahí donde surgió su primera curiosidad sobre lo que se alcanzaba a observar de la Vía Láctea, desde un lugar donde se podía oler el pasto, se podía escuchar la corriente del agua y las luces de la ciudad no apagaban el brillo de las estrellas.
Con una sonrisa, la astrónoma dice que recuerda bien el día. Fue en un campamento junto con sus compañeros de la preparatoria; se colocó aquellos binoculares, volteó al cielo, y desde entonces empezó un viaje que la ha llevado a Hawái, Texas y Holanda.
Cientos de “nos” después, de dudas, desvelo, competencias fallidas, y aciertos que hoy podrían cambiar la historia, Svea se ha convertido en la única coahuilense que ha utilizado el telescopio James Webb para investigaciones astronómicas, lanzado al espacio en 2021 por la NASA.
Dejó la secundaria Eulalio Gutiérrez Ortiz en los límites de Múzquiz por el Instituto de Ciencias del Telescopio Espacial ubicado en Baltimore, Maryland. Desde ahí observa la composición de otras galaxias, como la M83, también conocida como “La galaxia de los rubíes”, y donde ha participado otros proyectos que contemplan la exploración de las estrellas más enormes que se han detectado en el universo.
De Múzquiz, Svea recuerda el olor de las carnes asadas al calor de la familia como uno de los aspectos más entrañables y que ha sacrificado, pero en su historia pretende recordarle a las personas que las cosas buenas no solo ocurren a través de la magia.
Si quiere leer más entrevistas como esta, pasa a conocer a los perfiles con quienes hemos conversado en A La Vanguardia.
¿De dónde viene Svea Hernández?
Soy originaria de Múzquiz, no nací ahí, pero ahí crecí y pasé mis años de infancia y adolescencia, y realmente siempre me considero muy afortunada porque tuve una infancia donde la pasé en el río de Múzquiz, la cascada de Múzquiz y disfruté mucho la naturaleza.
Tuve la oportunidad de disfrutar mucho de la naturaleza y salir de la rutina de la escuela. Ahí tal vez empieza la conexión con el interés en la naturaleza. No tuve ese inicio astronómico de: cuando era niña vi las estrellas. No sucedió en mi infancia, pero mi contacto con la naturaleza fue lo que probablemente empezó a marcarme.
Entonces, ¿cómo fue tu historia? ¿Y qué es lo que piensas de las historias de Hollywood que trazan el éxito desde lo romántico?
Podemos ver películas basadas en hechos reales donde muestran a personas que desde pequeñas fueron marcadas para el éxito que estaba preparado para ellas. La realidad puede ser en muchos casos muy diferente, y si no nos ha pasado, eso es algo muy normal.
En mi caso, aun cuando Múzquiz tiene un cielo hermoso libre de contaminación de luz que para los astrónomos debe ser un gusto enorme, como para mí cada vez que voy. A pesar de eso, de chiquita no era de que veía las estrellas y pensaba: “¿qué existirá más allá de las estrellas?”.
En realidad, todo ocurrió en un campamento de la preparatoria a los 16 años. Fue todo tan sencillo, no fue intencional, no fue romántico, un maestro traía un par de binoculares y los pasó a todo mundo.
Empezamos a observar el cielo y no fue así de que: tengo que entender el universo o cuál es el lugar de los seres humanos en este cosmos. Solo fue una cosa tan simple como una chispa con la que pensé: ¿qué se podrá observar con telescopios más grandes?
¿Y cuál fue el siguiente paso?
Empecé a investigar, y alguien comentó en ese momento: “los científicos estudian esas cosas”. En mi tiempo, el internet no era tan accesible y tuve que investigar qué era la astronomía y la astrofísica. Hasta que empiezo a buscar en internet, en el cibercafé y en los libros, vi que existía una carrera completa para estudiar esto.
Era inimaginable para mí. Empiezo a hacer la conexión de lo que es la NASA y lo que hemos escuchado, pero sí, fue un proceso largo, no instantáneo.
¿Cómo influyó tu familia?
He sido una persona afortunada. Mi mamá fue la persona que nos sacó adelante a mí y a mi hermano, y por aparte también mis primos, mis tíos. Un día le dije a mi mamá: “quiero trabajar para la NASA, creo que quiero ser astrónoma”.
Para mí como adolescente era una idea alocada, pero para mi mamá y mis tíos era: “¿qué es eso?”. Al principio me decían que era padre que tuviera esos sueños, pero el tiempo pasó y las cosas se empezaban a poner más serias en la decisión. Con preocupación, algunas veces sí me decían que tal vez pensara en algo más realista, era su manera para que no me decepcionara tal vez.
Mi mamá es maestra y quería que fuera maestra, pero me dijo que respetaría cualquiera que fuera la decisión. Me tenía que mudar a Estados Unidos y mi mamá y mi hermano vinieron tras de mí apoyándome.
¿Cuáles son los retos más grandes que has atravesado en este camino?
Esta pregunta está pesada. Una de las cosas que me gusta comentar es que fui muy afortunada de poder haber llegado a donde estoy hoy en día, pero siempre hay algo más que alcanzar. Pero el reto persistente es enfrentarme a lo desconocido.
Yo llegué a Estados Unidos con un sistema de educación distinto, un idioma, después a Hawái a trabajar y empezar desde cero otra vez. Después de ahí dejo todo lo conocido, me voy a Baltimore, y luego de nuevo empecé en Europa.
Es un miedo, pero cada vez que he tenido que enfrentar esta situación es la aventura de “a ver cómo nos va y puede ser que no nos vaya bien, pero si nos caemos, nos levantamos”.
Cuéntame una experiencia difícil de tu carrera que recuerdes...
Llegué a Austin, Texas, de mi preparatoria donde tenía calificaciones excelentes, tenía una personalidad extrovertida. Básicamente llegué y sabía que podía. Un mes después empiezo a batallar con las clases, reprobar exámenes, lo que nunca en la vida, y empecé a experimentar un peso que nunca había pasado.
Se me empieza a caer en pedazos el sueño, y voy a comentarle a una profesora toda mi historia y que no sabía lo que estaba ocurriendo. La profesora, quien es una investigadora reconocida, me dijo: “si estás batallando en tu primer mes, debes cambiar de carrera, esto no es para ti”.
Recuerdo haber estado sentada en su oficina y me iba sintiendo cada vez más chiquita. Me decía: “no puede ser, me vine con los esfuerzos de mi familia”, que de hecho no es de que tuviéramos para tirar el dinero; me vine con préstamos y con becas. Era decepcionar a las personas que tenían la ilusión en mí y yo vi también en ese momento mi ilusión desaparecer.
¿Y cómo hiciste para no quedarte ahí y hacer caso a esa sugerencia?
Yo estuve fuera de circulación un par de días porque sentía que era mucha la gente a la que estaba defraudando, pero dije: estoy pagando clases y esto es un semestre. Fui con un consejero, y yo pensaba: “si me da un poco de luz y que tal vez hay algo que puedo intentar, de ahí me agarro”.
Le expliqué y le dije lo que me había comentado la profesora y este consejero me dijo: “te estás enfrentando a un idioma distinto, a una educación distinta y tú viniste a arrebatar las clases más pesadas.
Tienes que irte un paso atrás y tomar otras clases, te va a tomar tiempo, pero es porque tú no tienes la ventaja de conocer este sistema”. Yo salí de ahí flotando. Con que me dijeran que no era imposible, yo sabía que de los desvelos y el cansancio me encargaba yo.
Porque para este momento ya tenías al menos una meta fija...
Así es, con esa chispa que se detonó con los binoculares, yo ya quería estudiar la carrera de física en la Universidad de Texas, Austin, y ahí me aceptaron.
No fue nada más aplicar y ya. Hice dos años en la Universidad de A&M Kingsville y de ahí logré transferirme a la Universidad de Texas. Mi primera clase fue de termodinámica con uno de los físicos más importantes. Sí, fue todo un reto.
Sí, después de ahí me aventé un doctorado en la Universidad de Ámsterdam. Estuve en Chile y en Alemania como parte del doctorado, y luego me fui a Hawái a estudiar. Fueron muchas vivencias y muchos retos en todos los sentidos. Vivir sola en un país extranjero me ayudó mucho.
¿Qué quieres decirle a los que no se animan a seguir un sueño porque la vida les dice que no?
De mis mejores amigas de la preparatoria, yo fui la única que dejó Múzquiz para irse a Estados Unidos y estudiar. Todas tenían sueños e intenciones de hacer algo más, pero hubo situaciones económicas, y también por machismo, no tuvieron esa oportunidad. Entonces, es importante no quedarse con lo que se espera de ti o lo que la vida te dice. Para mí fue importante pensar en algo más y descubrir que sí se puede.
Inició su carrera como interna científica en el prestigioso Gemini Observatory.
Única coahuilense en usar el telescopio James Webb para investigaciones astronómicas en el STScI.
Completó su doctorado en astronomía en Radboud University con investigaciones de alto impacto.