La toga no es adorno de guardarropía

Especial
/ 2 octubre 2015

     

    El documental de cine "Presunto culpable" es una denuncia de nuestro decadente sistema de justicia. Aborda un tema muy corrosivo para la sociedad mexicana. Una realidad que, por mucho, supera la ficción creada por Franz Kafka en su novela "El Proceso" (1925), donde el ciudadano Joseph K., vive una pesadilla al ser detenido, procesado, sentenciado y ejecutado por una burocracia judicial omnipotente e invisible, donde Joseph K nunca sabe por qué fue detenido, ni quién lo acusa y tampoco nunca ve a los jueces que lo condenan. Casi la misma historia de José Zúñiga, el presunto culpable de la cinta que hoy desnuda al Poder Judicial que, para muchos, es el más oscuro y corrupto de los poderes de México.

    Y es que el infierno que vivió Joseph K., en la novela de Kafka, inició como el que en la vida real padeció el mexicano José Zúñiga. Dice Kafka al iniciar su novela: "Posiblemente algún desconocido había calumniado a Joseph K., pues sin que éste hubiese hecho nada punible, fue detenido una mañana". Lo mismo le pasó a José Zúñiga, pero no en las calles de Praga, sino en las de Iztapalapa, cuando una mañana es detenido y llevado a los separos de la Policía Judicial.

    Sobra decir que una vez detenidos y puestos a disposición de los jueces, tanto para el kafkaiano Joseph K, como para el chilango José Zúñiga, inicia un laberinto donde el sistema de justicia es una trampa que bien se puede describir con la paráfrasis de uno de los aforismos de Kafka: "El camino de la justicia va por una cuerda que no ha sido tendida en lo alto, sino apenas sobre el suelo. Parece destinada más a hacer tropezar que a que se camine por ella".

    Y así da inicio el proceso penal en México, donde según los investigadores del CIDE, en el 80 por ciento de los casos, los procesados nunca ven al juez. La misma trampa que atrapa a Joseph K, según le dice el pintor Titorelli: "A los altos tribunales nadie puede llegar, ni usted ni yo ni ninguna otra persona. Ignoramos lo que pueda ocurrir allí, y puedo añadir que no queremos saberlo tampoco".

    En el capítulo nueve, el preso Joseph K escucha la parábola del hombre que se engañó con la justicia y la ley. El relato dice que había un centinela haciendo guardia ante la puerta de la ley. Un día llegó un hombre y le pidió le dejase entrar. El centinela no se lo permitió y, en un descuido, el hombre metió la cabeza para mirar hacia dentro. El centinela que observó lo que hizo se sonrió y le dijo: "Si estás tan ansioso por entrar puedes hacerlo, aunque está prohibido; pero considera que soy poderoso, y sin embargo no soy más que el más insignificante de los centinelas. En cada estancia que atravieses, tropezarás con centinelas que van teniendo más poder, tanto, que a partir de la tercera puerta, ni yo mismo puedo resistir su mirada".

    Visitando el Tribunal de Justicia de Coahuila, este columnista quiso salir por una puerta que da a la calle de Presidente Cárdenas. Un poderoso centinela lo impidió diciendo que eso estaba prohibido, que esa puerta de la ley estaba destinada a sus señorías, los magistrados. De inmediato se hicieron presentes las palabras que un día don Manuel Gómez Morín dirigió a ciertos prevaricadores: "Olvidaron los señores magistrados que la toga no es un adorno de guardarropía. La toga es símbolo de dignidad y decoro cívico, sobre todo, escudo y coraza para la defensa de las libertades públicas".

    Así es que cuando usted visite el castillo de Coss, no se atreva a cruzar cierta puerta de la ley, recuerde que es exclusiva de sus señorías, los togados magistrados de la justicia en Coahuila.

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