¿En tiempos de fake news, la opinión vale más que los hechos?
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La consultora Gartner, líder mundial en tecnologías de la información sostiene en su último informe que en el 2022 el público occidental consumirá más noticias falsas que verdaderas y que no habrá suficiente capacidad tecnológica, ni material para contrarrestarlas
Las informaciones circulan tan masiva y aceleradamente en las redes sociales que tendemos a tomarlas y retransmitirlas con el mismo instinto compulsivo que el de un jugador de ping-pong: las capta y rebota, sin detenerse a comprobar su veracidad.
Cuando el ritmo de las comunicaciones iba a paso de diligencia o de telégrafo, había más noticias falsas que en la actualidad, con consecuencias a veces trágicas, difíciles de revertir, aun después de haber sido comprobada su falsedad. Hay personas que aún creen en El protocolo de los sabios de Sión, un texto redactado por la policía zarista y atribuido a los judíos para justificar los pogroms.
Hoy es cierto que las fake news proliferan y se reproducen a gran velocidad, pero, a diferencia de otras épocas, es más fácil desmentirlas. A pesar de ello, el periodismo riguroso tiene dificultades para hacerse oír entre el griterío.
No sólo hay noticias falseas, las técnicas de simulación de la realidad llegan también a la imagen en un mundo que se ha acostumbrado a no distinguir la realidad de la ficción, en literatura, cine, televisión o en las redes sociales.
La palabra vive una crisis similar a la de entreguerras y queda como carcasa hueca cuando su significado es alterado según quien la diga.
“Si no sale en la tele, no existe”, solían decir los publicistas. Ahora, el lema es otro: “Si no la compartes, no es noticia”. El tuit, comentario en Facebook o video en You Tube que no se comparte está condenado a no dejar huella.
Es fácil distinguir los bots que han invadido Twitter, activados por una empresa o un partido político para apoyar a sus clientes o denigrar a sus rivales, pero, una vez visto el truco, van mutando rápidamente para camuflarse mejor. Hoy es posible que uno discuta con un robot o sean los robots quienes debatan con otros robots. Un detalle más para la confusión del ser humano con la inteligencia artificial.
Con información de La Vanguardia