Las opiniones encontradas de Kennedy y Musk sobre cómo hacer que EU sea más sano

Internacional
/ 19 diciembre 2024

En esas opiniones tan distintas de dos hombres cercanos a Trump, se encuentran las dos caras de un tema que atormenta a los investigadores de la salud y la nutrición

Por Gina Kolata

Las declaraciones de Robert F. Kennedy Jr. y Elon Musk sacan a relucir una disputa sobre si son mejores los cambios en el estilo de vida o los fármacos para tratar la obesidad.

Para Robert F. Kennedy Jr., el activista escogido por el presidente electo Donald Trump para liderar el Departamento de Salud y Servicios Humanos, la solución a la obesidad en Estados Unidos —que en la actualidad afecta al 40 por ciento de los adultos— es sencilla: “La primera línea de respuesta debe ser el estilo de vida”, dijo a Jim Cramer en una entrevista concedida el 12 de diciembre en CNBC.

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Elon Musk, el multimillonario de la industria tecnológica que asesora al presidente electo, ve las cosas de otro modo: “Nada contribuiría más a mejorar la salud, la esperanza de vida y la calidad de vida de los estadounidenses que lograr que los inhibidores de GLP tuvieran un costo superbajo para el público”, escribió en la red social X, refiriéndose a la nueva clase de fármacos que provocan la pérdida de peso, incluido el Ozempic. “No hay nada que siquiera se acerque a esto”.

Y ahí, en esas opiniones tan distintas de dos hombres cercanos a Trump, se encuentran las dos caras de un tema que atormenta a los investigadores de la salud y la nutrición. ¿Es posible cambiar los estilos de vida y el entorno alimentario lo suficiente como para resolver el problema de la obesidad en Estados Unidos? Y, si no es así, ¿de verdad queremos resolverlo sometiendo a millones de personas a medicamentos potentes? ¿Cuál es el equilibrio adecuado entre ambos enfoques?

Para muchas personas, cuando se trata de comer bien, es más fácil decirlo que hacerlo. Las empresas de comida han saturado Estados Unidos y otros países con productos seductoramente baratos y sabrosos, aparentemente disponibles en todas partes y a todas horas. Los investigadores de la obesidad sospechan que el actual entorno alimentario ha permitido que muchos estadounidenses tengan el mayor sobrepeso posible.

Sin embargo, por primera vez existe una fuerza compensatoria eficaz: nuevos y potentes fármacos contra la obesidad, como Wegovy y Zepbound, que permiten que la gente ignore el llamado de los alimentos hipercalóricos y las porciones abundantes.

Quienes opinan igual que Kennedy creen que es un error utilizar fármacos para tratar la obesidad y los problemas relacionados con ella, que están ligados a un estilo de vida poco saludable y a un entorno alimentario dañino. Los fabricantes de fármacos contra la obesidad, dijo Kennedy a Greg Gutfeld en Fox News antes de las elecciones, “cuentan con vendérselos a los estadounidenses, porque somos muy estúpidos y muy adictos a los medicamentos”.

Pero hay muchos como Musk, quien dice haber utilizado Wegovy, que aplauden el poder de los nuevos fármacos para mejorar la salud y tratar la aparente imposibilidad de resolver la obesidad.

Muchos investigadores de la salud y la nutrición afirman que les encantaría que la obesidad solo pudiera tratarse mediante cambios en el estilo de vida, pero no se muestran optimistas. Ellos hablan de un historial de intentos de enseñar a la gente a cambiar su dieta y sus hábitos de ejercicio. Múltiples estudios los dejaron con esperanzas frustradas y atenuaron su entusiasmo.

Eso ocurrió con la diabetes.

En 1996, los Institutos Nacionales de Salud iniciaron un estudio en el que participaron miles de personas con riesgo de desarrollar diabetes de tipo 2. Los investigadores guiaron a estos sujetos a través de un programa intensivo de dieta, asesoramiento y ejercicio. Funcionó tan bien que el estudio finalizó un año antes de lo previsto. La intervención redujo a más de la mitad las probabilidades de desarrollar diabetes.

El resultado fue tan significativo que Tommy Thompson, que en ese entonces era el secretario de Salud y Servicios Humanos del presidente George W. Bush, se unió al investigador principal del estudio, David Nathan, investigador de diabetes de Harvard, para anunciarlo en 2001, diciéndole al país que el estudio demostraba que la diabetes podía vencerse.

“Basta con dar una vuelta a la manzana, caminar por la calle 30 minutos todos los días, y podremos vencer a esta enfermedad en particular”, afirmó Thompson. También dijo: “La prevención funciona”.

Hasta que no funciona. En realidad, los casos de diabetes han aumentado desde que se anunciaron aquellos resultados hace 23 años.

Resulta que no es fácil hacer cambios permanentes en el estilo de vida.

“El problema, por supuesto, es que las personas, siendo personas, aparentemente tienen dificultades para mantener esos cambios durante largos periodos”, dijo Nathan en una entrevista reciente.

Christopher Gardner, investigador de nutrición en Stanford, es un verdadero creyente en el poder de una dieta sana. Ha realizado un estudio tras otro, con fondos de los Institutos Nacionales de Salud, en los que profesionales de salud orientaban a los participantes en sus elecciones alimentarias o, en algunos casos, incluso les entregaban comidas.

Los estudios tuvieron éxito: la salud de los participantes mejoró. Pero cuando los estudios terminaron, dijo Gardner, y cuando los participantes dejaron de tener esa orientación o esas entregas de comida, muchos, si no es que la mayoría, regresaron a sus antiguos hábitos alimentarios. Todos esos beneficios de una dieta sana se desvanecieron.

“Sí, la dieta debería ser la respuesta”, dijo Gardner, a quien hace cinco años un proveedor de alternativas a la carne le pagó para que estudiara sus productos. Pero, añadió, la dieta será insuficiente “a menos que se hagan cambios importantes en todo el sistema alimentario de Estados Unidos”.

También está el problema de la genética, señaló Jeffrey Friedman, investigador de la obesidad en la Universidad Rockefeller de Nueva York. Algunas personas tienen una tendencia genética a la obesidad, y subirán de peso siempre que la comida sea barata y abundante. Ajustes como cambiar el tamaño de las raciones o la publicidad de los alimentos no son suficientes; si las palomitas se vendieran en bolsas más pequeñas, muchos simplemente comerían dos bolsas de palomitas, dijo.

Esto ha hecho que Friedman, al igual que a Gardner y a Nathan, concluyan que la única manera práctica de mejorar la salud de las personas y permitirles perder peso es recurrir a los nuevos fármacos contra la obesidad.

Charles Burant, profesor de medicina interna de la Universidad de Míchigan, simpatiza con la opinión de Kennedy acerca de que el problema es el sistema alimentario.

Recordó una experiencia con una importante empresa alimentaria que le demostró lo difícil que puede ser cambiar los alimentos que se venden a los estadounidenses.

Él tuvo la idea de hacer una bebida que tuviera buen sabor y contuviera un aminoácido que, en su opinión, podría saciar el hambre.

Entonces contactó a la empresa alimentaria y preguntó si podía fabricar una bebida así, para que él la probara en un estudio. Después de un tiempo, recibió una respuesta: no estaba en el plan de negocio de la empresa desarrollar productos que redujeran el apetito. No estaba interesada en ayudar.

“Su negocio no era vender menos comida”, dijo Burant.

“Si se puede frenar a las empresas o intentar ejercer presión para moderar lo que hacen, me parece estupendo”, añadió. “Pero mientras tanto, hasta que la población aprenda a comer cosas buenas, tenemos que hacer algo para ayudar a la gente”.

A otros, como Kevin Volpp, de la Universidad de Pensilvania, les preocupa que se fomente el uso generalizado de fármacos contra la obesidad. Le preocupa la idea de que decenas de millones de estadounidenses se inyecten semanalmente fármacos para frenar su apetito.

“No hay dinero suficiente en el sistema para financiar de golpe fármacos para tanta gente”, dijo Volpp.

Él prefiere reservar los fármacos para los adultos con las enfermedades más graves relacionadas con la obesidad.

En vez de repartir medicamentos a casi todo el que cumpla los requisitos, Volpp dijo que el país necesitaba plantearse otras soluciones, como restricciones a la comercialización e impuestos sobre las bebidas azucaradas.

También le gustaría que las aseguradoras médicas ayudaran a subvencionar la compra de alimentos sanos a quien no pueda pagarlos y tenga problemas médicos crónicos relacionados con la dieta, como la diabetes. Once estados han obtenido permiso para probar el uso de los programas estatales de Medicaid en estudios piloto de este tipo, dijo.

“Todo esto son como piezas de un rompecabezas”, dijo Volpp. “Pero tenemos que probar todo lo que ayude a que nuestra población esté más sana, dado el aumento de la obesidad del 12 al 40 por ciento en las últimas décadas”.

Sin embargo, no está claro cómo armar el rompecabezas, o si siquiera hay que intentarlo.

Para Peter Lurie, presidente del Centro para la Ciencia en el Interés Público, la situación es lo bastante grave como para intentarlo todo a la vez.

Su organización, cree firmemente que el entorno alimentario es un factor importante que impulsa las altas tasas de obesidad, y quiere que cambie.

También se describe a sí mismo como “una especie de escéptico farmacéutico”.

Pero “cuando la industria farmacéutica presenta datos sólidos que afectan a resultados importantes”, dijo Lurie, “es irresponsable darle la espalda”.

Lo mismo opina el cardiólogo Robert Califf, quien ha sido comisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) durante la presidencia de Joe Biden. Antes de incorporarse a la FDA en 2016, Califf dirigía un centro de ensayos clínicos en la Universidad de Duke que recibía financiación de empresas farmacéuticas, así como del gobierno federal.

“Aunque estoy totalmente a favor de ayudar a los estadounidenses a tener una mejor dieta, estos fármacos son muy eficaces” para las personas con obesidad, dijo Califf. “No solo para perder peso”, sino también para evitar muertes por enfermedades cardiacas.

Mientras tanto, “tenemos que controlar la publicidad”, dijo, y “tenemos que cambiar gradualmente el sistema agrícola”, y “tenemos que subvencionar alimentos más sanos”.

“Puedes ser un veterano cínico y decir que es imposible, o puedes ser optimista”, dijo Califf.

c. 2024 The New York Times Company

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