La entrevista

Opinión
/ 2 octubre 2015

Corpulento el hombre, mide más de un metro y ochenta centímetros. Viste pantalón de mezclilla azul, los clásicos jeans. Cinturón de cuero negro y una hebilla acaso de metal caro, la cual resplandece en la fotografía con la luz del sol. Usa un reloj del cual no se puede saber blasón alguno. Cachucha que convenientemente tapa sus ojos hasta el nacimiento de la nariz. Su playera es de una marca un tanto olvidada, aunque de fama.

El hombre corpulento cobija bajo su ala protectora, mano sobre el hombre derecho, al que es considerado el mejor reportero de México, Julio Scherer García. La fotografía del hombre corpulento, se anuncia en el titular de la revista Proceso que se vendió a pasto, es del presunto narcotraficante, Ismael Zambada, apodado "El Mayo." Se ofrecen dos millones de dólares de recompensa para quien dé información sobre su posible ubicación. El capo de capos posó para la fotografía y sigue libre.

La polémica no se ha hecho esperar desde la fecha de aparición del número 1744 del semanario Proceso, revista favorita, ya lo he dicho aquí mismo, del periodista radiofónico, Sergio Martínez, apodado "El Brother." Desplegada en seis airadas páginas, la crónica-encuentro de Julio Scherer con uno de los líderes del llamado Cártel del Golfo, "El Mayo" Zambada, vino a poner en la picota pública una vez más las relaciones entre prensa y poder. Poder político, económico, eclesiástico y en este especial caso, el poder del narcotráfico que todo lo pudre.

Ante el trofeo obtenido, don Julio sonríe y sus ojillos se achican debido a la posición del sol que da de frente a dos interlocutores que almorzaron "vasos de jugo de naranja y vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos que se desmoronaban entre los dedos o derretían en el paladar, café azucarado"; según el lirismo almibarado del reportero.

¿Cuál es la virtud de la crónica-entrevista? La verdad lo ignoro y al día de hoy, luego de releerla, no la encuentro. Al capo se le antojó demostrar su poderío y lo hizo, utilizando a una autoridad para ello: utilizó al mejor reportero, a Julio Scherer. Quien pidió la entrevista fue el capo, no el fundador de Proceso.

El "humanista" Zambada hablando de barbarie; el capo de capos, pontificando sobre derechos humanos; Julio, sólo transcribiendo. Escribe el reportero: "Los soldados, dice, rompen puertas y ventanas, penetran en la intimidad de las casas, siembran y esparcen el terror. En la guerra desatada encuentran inmediata respuesta a sus acometidas."

Esquina-bajan

Habría que construirle una estatua a semejante hombre de negocios; a pregunta expresa de la ocupación del entrevistado, Ismael Zambada contesta: "Yo me dedico a la agricultura y a la ganadería, pero si puedo hacer un negocio en los Estados Unidos, lo hago." Más que un capo, un ángel; más que un narcotraficante que ordena la ejecución de decenas o centenas de enemigos, parecen sus palabras las de un emprendedor que busca una nueva ruta comercial.

Insisto, ¿cuál es el valor periodístico? Ninguno. El reportero Scherer, no lo dudo, tiene grabadas ingentes cintas con este personaje, las cuales serán acaso el motor del próximo libro que ya cocina.

Más que un truhán, un caballero; más que un poderoso capo que tienen poder de vida y muerte sobre pueblos enteros que hierven de miedo debido a sus amenazas al conquistar nuevos territorios, un empresario que se dedica a las labores del campo. Así lo retrató el reportero.

La muerte que lleva las iniciales del crimen organizado ha enlutado a todo México.

En guerra tan cruenta y sangrienta, todo mundo es víctima y no hay vencedores. En este ambiente podrido, el "humanista" Zambada le dicta a Julio lo siguiente: "Al Presidente, además, lo engañan sus colaboradores."

Letras minúsculas

Tal vez el más fiel lector de Proceso y admirador de Julio Scherer en Saltillo, Sergio Martínez, esté más que emocionado con la entrevista. Yo estoy asqueado.

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