`Pásame los monitos'

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Los domingos más temprano que el señor de la carrucha ofertando "menudo", paseaba el voceador por la calle de Castelar, frente a la Penitenciaría, a dejar el ejemplar de "El Sol del Norte", periódico que papá y mamá, religiosamente se recetaban con sendas tazas de café e iniciaba la competencia entre mis dos hermanas y el que esto escribe, por una apreciada sección llena de colorido y magia, en la que habitaban historias maravillosas y llenas de suspenso o, por su parte, humor blanco o sarcasmo, según el caso.
La única página para niños del ejemplar, que combinaba temas para adolescentes y otras edades, a saber: "La Pequeña Lulú", "Henry", "Los Picapiedra", "El Fantomas", "Daniel, el Travieso", "Anita, la Huerfanita", "Trucutú", "Snoopy" y "Popeye" para niños; "Mandrake", "El Príncipe Valiente", "Beto, el Recluta" , "Jorge y Fernando" y "Pícaro" para adolescentes y "Educando a Papá", "Lorenzo y Pepita", "Aunque usted no lo crea" y "Olaf, el Vikingo", para el público más adulto.
La variedad de temas de las historietas o tiras cómicas se presentaban en un formato tipo tabloide que era fácil de identificar dentro del grueso del periódico.
Aun sin saber leer, el entretenimiento se hacía mayor, pues había que interpretar qué querían decir aquellos jeroglíficos que nacían por dentro en una nube en cada cuadro de la caricatura.
Otros como "Henry", que no utilizaba diálogos, era el favorito de mis hermanas y en los tiempos aquellos en los que la vestimenta era de short y camisa, la identificación con el personaje resultaba obligada.
La historia de la caricatura y las tiras cómicas en nuestro País sintetiza una lucha en contra de la invasión gringa, que lograba las negociaciones en la impresión de los dibujos animados de aquellos dibujantes participantes de la United Artist, sobre la muy variada producción nacional.
Los argumentos de la tira norteamericana normalmente hacían referencia a la tónica del personaje y difícilmente abordaban un tema de crítica social, como los nacionales, por lo que los extranjeros tuvieron por años la prioridad.
Los ejemplos desparraman: "La Pequeña Lulú": una niña traviesa que vivía con una tía, que con paciencia educaba; "Henry": un niño silente que con su simpleza creaba el humor; "Educando a Papá": un borrachín que era reprendido por su familia o "Lorenzo y Pepita" (Blondie): una pareja clásica norteamericana que vivía al día con sus problemas.
Las historietas mexicanas eran más ácidas y dibujaban una sociedad plagada de una problemática, en donde la pobreza era alegría y la esperanza era ajena.
Pero era lejana a la tira cómica y los monitos, habitaba en: "El Memín", "Los Agachados", "Los Supermachos", "La Familia Burrón", "Kaliman", "Chanoc" y "Hermelinda Linda".
"Calvin y Hobbes", "Dilbert", "Garfield" y "FoxTrot", alivian las páginas de los monitos hoy día y lo genial es que compiten con los grandes caricaturistas mexicanos, que parece que en esta época se les hace justicia y no sólo publicidad y fama.
Porque afortunadamente haber dejado de ser niño, no me prohíbe el gozo de pensar como ellos al disfrutar de la nueva tira cómica mexicana y sus superhéroes.
Le sigue "El Pantera", "El Payo", "Las Leyendas del Caballo del Diablo", "El Monje Loco", "Alma Grande" y "El Torbellino", mi favorito "El Santos" que se bate cuerpo a cuerpo y máscara contra brassiere contra "La Tetona Mendoza" y su rival "El Peyote Asesino"; las fábulas de "Policías y Ladrones" y las crónicas marcianas de Jis y Trino y las muy entretenidas historias de "Cindy, la Regia", de la imaginación de Cucamonga.
Los pétalos de nostalgia van cayendo pronunciando esta vez un recuerdo de una infancia plena, en la que las tiras cómicas alegraban el domingo bien temprano y a proseguir la jornada.