¡Apúrate que vas tarde!
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Esta historia comienza como cualquier otra: con nuestro protagonista apareciendo en escena. Nuestro buen amigo, Puntualio Siempriano Tardón Justotiempo Apurado de los Días, no es precisamente ese obsesionado con el tiempo que usted o yo nos podamos imaginar, es solamente alguien a quien le gusta prestar cierta atención “especial” a este recurso.
No por nada acostumbra usar siempre 8 relojes en el brazo izquierdo, 16 más en el derecho, también lleva 14 en la pierna izquierda y 11 en la pierna derecha, además de unos cuantos de bolsillo dependiendo de la ocasión. No me pregunte cómo lo hace, porque estoy seguro de que ni él mismo conoce la respuesta. Él aclara que no es un obsesivo ni nada, es más bien como le gusta que lo llamen: “uno de los pocos apreciadores del buen tiempo”.
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Pero como es de esperarse, sin falla alguna, sin error, con una precisión tal como matemática pura y exacta, siempre llega... tarde. Quizás puede que sea su “no obsesión” con el tiempo o quizás otra cosa, pero nunca puede ser puntual.
La puntualidad, mis queridos lectores, es algo muy importante y apreciado hoy en día, y me atrevo a decir que ya debe considerarse la posibilidad de ponerla en algún museo, un libro de texto, o directamente hacer alguna escultura en honor a ella, porque ya está en peligro de extinción y va rumbo a desaparecer por completo.
Y es que nosotros también no entendemos de qué se trata este principio, este valor, porque es cierto, o tenemos el valor o nos vale. Vamos a tener una reunión, boda, cumpleaños, lo que sea, citamos a las 5:00 pm para que lleguen a las 6:00 pm, por ejemplo. No digo que esto sea en todos los casos, pero en la mayoría así es. De entrada, nosotros mismos estamos permitiendo y propiciando la impuntualidad. Y ni hablar de que si nosotros somos los invitados, ¿cómo vamos a llegar temprano?, ¿vamos a abrir?, ¿vamos a llegar a barrer? Cosas como esas.
Siempre que pienso en puntualidad, vienen a mi mente dos ejemplos que, más que maravillosos, son perfectos para ilustrar este tema: la cultura japonesa y la mafia italiana.
Para los japoneses, la puntualidad es algo sagrado. Es, de hecho, parte de su disciplina y cultura. Para ellos, es una de las muchas maneras de mostrar respeto. Les voy a poner un ejemplo: en Japón, cuando un tren llega tarde, los operadores entregan un certificado y una disculpa a cada una de las personas. Este certificado se puede mostrar a los jefes para demostrar que se llegó tarde debido a la demora del tren. Y, por supuesto, siempre tratan de evitar cualquier retraso, ya que va de por medio el honor del operador, ya que es su responsabilidad que todos y cada uno de los pasajeros tomen el tren a tiempo.
El otro ejemplo, como mencioné antes, es el de la mafia italiana. El prestigio del mafioso se basa en su honor intachable y en el respeto. Una vez vi un documental donde entrevistaban a un mafioso y él mencionaba que asistió a una reunión donde llegó quince minutos tarde. En la siguiente reunión, lo hicieron esperar cerca de tres horas. El mensaje era claro: llegar tarde era muestra de falta de respeto y no lo iban a permitir.
Como podemos apreciar, el común denominador es el respeto. Al ser puntuales, mostramos nuestro respeto, pero increíblemente no a la persona o evento que vamos a atender, sino a nosotros mismos. Demostramos cuánto vale nuestro tiempo, cómo valoramos el de los demás y cómo queremos que los demás valoren el nuestro. No podemos pedir algo que nosotros mismos no damos.
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Y es que la puntualidad va de la mano con el mismo tiempo. No sé si exista una fórmula matemática para esto, pero si no la hay, aquí mismo la acabamos de inventar: tiempo + respeto = puntualidad.
El ser puntual no es solo llegar a la hora o minutos antes a alguna cita, o cumplir en la fecha programada con nuestra responsabilidad. Es también ser conscientes de que nuestro tiempo no es el de los demás y que ellos, a pesar de que su día también tiene veinticuatro horas, no tienen el mismo tiempo que nosotros. Esas llamaditas muy tarde o muy temprano, esas exigencias de que me tienes que atender fuera de horario en tiendas, negocios, restaurantes y demás lugares, por favor ya no lo haga. Recuerde nuestra fórmula matemática.
Ahora bien, entonces, ¿por qué nuestro buen amigo Puntualio, a pesar de según él ser muy estricto con el tema del tiempo y la puntualidad, siempre va tarde? ¡Sencillo! Él, como muchas otras personas, ve su tiempo como algo único y que todos deben acatarse al suyo. No han entendido aún que no es suyo, es de los demás y viceversa, es como esos departamentos que uno compra para usarlos 3 o 4 veces al año en algún lugar paradisíaco, esos de “tiempo compartido”.
Aquí es justamente lo mismo, esto es compartido y hasta que no nos demos cuenta de que así funciona, por más que nos queramos poner súper “especiales”, esto no va a funcionar, ni pa’ tras ni pa’ delante.
¿Quiere puntualidad? Otorgue puntualidad, sea consciente de lo que hace y de lo que va a hacer. Un correo electrónico, una llamada, un mensaje, hágalo lo más pronto posible. Si le dicen a una hora determinada, es a una hora determinada. Así será puntual y estará respetando su tiempo y el de los demás, y sus contrapartes harán exactamente lo mismo.
Nadie es tan importante como para “esperarlo” por cualquier tontería, y sepa que tampoco usted lo es. Pero al fin y al cabo, esta es solamente mí siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿Qué opina?
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