Coahuila: ¿cómo se explica el tener tantos ‘desocupados’
En la entidad hay personas buscando empleo y empleadores buscando personas para contratar. Pero no basta reunir a unos con los otros para resolver el problema
De acuerdo con la más reciente edición de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), elaborada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), Coahuila es el estado de la República con la más alta proporción de personas “desocupadas” en relación con su población económicamente activa.
Vale la pena tener clara la definición utilizada por el INEGI para caracterizar a una persona desocupada: “aquella que no trabajó ni una hora durante la semana de referencia de la encuesta. No obstante, manifestó su disposición para trabajar e hizo alguna actividad para hacerlo”.
Es decir, se trata de las personas que, estando en la posibilidad, y teniendo la disposición de hacerlo, no lograron encontrar una ocupación remunerada en la cual emplearse, ni siquiera durante una hora durante el período que abarca el estudio del INEGI.
El resultado de la ENOE contrasta de forma relevante con la información que cotidianamente forma parte de las conversaciones en los círculos empresariales de la región: cada vez resulta más difícil conseguir personal para ocupar los puestos de trabajo disponibles y, todavía más, retener a quienes se logra contratar.
Esta dicotomía no es un absurdo ni un sinsentido, sino la evidencia del divorcio que existe entre la oferta y la demanda de empleo. Por un lado existen múltiples puestos vacantes y, por el otro, decenas de miles de personas intentando colocarse en una posición laboral.
El punto fino de esto es que no estamos ante un acertijo de aritmética y por ello no basta poner en contacto a los buscadores de empleo con aquellos que los ofrecen. El problema de fondo es que unos no empatan con los otros, es decir, las personas que se requieren para los trabajos disponibles no son las que están formadas en la fila de la desocupación.
O, si se prefiere ver el fenómeno desde el lado opuesto, quienes buscan empleo no lo encuentran porque la ocupación que persiguen no está siendo ofertada por el mercado. Al menos no por el mercado local.
Lo que esta realidad evidencia es la inexistencia de una sólida política de formación de talento humano, una estrategia en la cual tendrían que trabajar de la mano los sectores público y privado, así como las instituciones de educación superior.
Una política eficaz en materia laboral tendría que lograr dos objetivos de forma simultánea: por un lado, medir de forma adecuada el mercado y diseñar estrategias para formar y entrenar a las personas que éste demanda y, por el otro, promover el surgimiento de puestos de trabajo adecuados para el capital humano con el cual se cuenta.
El problema, como siempre, es que quienes se encuentran en las posiciones de decisión y debieran ocuparse de analizar permanentemente el fenómeno, para reaccionar adecuadamente frente a él, ven pasar las estadísticas sin leerlas ni, mucho menos, reaccionar en el sentido correcto.