El fantasma de Virgilio: Más allá de las biografías antiguas
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La Ilíada y La Odisea son, quizá, las obras más famosas de la literatura clásica occidental. Se le atribuyen a Homero, aunque no nos consta. Tal vez Homero sí fue un poeta o fueron muchos poetas que con los años tejieron los versos sobre Aquiles y Héctor, sobre Ulises y Polifemo. Recuerdo mis primeros encuentros con estos poemas en la clase de literatura grecolatina. El asombro fue inevitable. La obra que me inquietó más, en esa época, fue La Eneida de Virgilio. Está inspirada en los ya citados libros homéricos y es un trabajo monumental que relata el mito del origen de Roma. Lo que me impresionaba era que La Eneida fue escrita por un solo hombre: Virgilio, coronado como la máxima figura de la poesía latina. Leí esta epopeya en la versión en prosa de Porrúa de la entrañable colección Sepan Cuantos. Después me animé con la edición en verso de Rubén Bonifaz Nuño. Pero seguir a Virgilio es difícil en más de un sentido porque, para empezar, casi no sabemos nada sobre él.
Podríamos decir que Virgilio es un fantasma. También es válido decir que, en la historia, aparecen muchos Virgilios distintos y de todos no se hace uno. J. L. Vidal, en la introducción a las “Bucólicas” y “Geórgicas” de la Editorial Gredos, dedica un largo recuento a la discusión sobre la biografía de Virgilio o las biografías. Nos dice que sabemos dos datos importantes sobre él: su nombre completo y la fecha de nacimiento. Publius Vergilius Maro (que luego cambió a su forma popular “Virgilio” con “i”), nacido el 15 de octubre probablemente del año 70 antes de Cristo. Se conocen unas cuantas anécdotas relatadas por contemporáneos suyos en otras obras. En contraparte tenemos las “Vitae Vergilianae”, “una gran cantidad de manuscritos que contienen biografías de Virgilio”, según relata el experto. Vidal explica que en la antigüedad las biografías eran consideradas más un género literario que un trabajo académico, por lo que no son muy fiables. Lo correcto, tal vez, sea afirmar que tenemos un sinfín de novelas antiguas sobre el bardo latino.
La fama de Virgilio es sostenida y continuada por otros grandes de la literatura como Dante o Borges, quien escribe estas líneas hermosas: “Virgilio. De los poetas de la tierra no hay uno solo que haya sido escuchado con tanto amor. Más allá de Augusto, de Roma y de aquel imperio que a través de otras naciones y de otras lenguas, es todavía el Imperio. Virgilio es nuestro amigo. Cuando Dante Alighieri hace de Virgilio su guía y el personaje más constante de la Comedia, da perdurable forma estética a lo que sentimos y agradecemos todos los hombres”. Y la fama fue también construida por los otros escritores de su tiempo que lejos de admirarlo le reprochaban su poca originalidad en una severa acusación de plagio. Así va el poeta, de hombre a mito y de mito a hombre.
En lo personal, me gusta regresar a la poesía de Virgilio. Siempre encuentro algo que me fortalece. En mi libro hay un verso subrayado. Una pregunta que el poeta se hizo hace más de dos mil años cuando, cansado de la ciudad y de sus violencias, cantó a las virtudes del campo: “¿Qué medida cabe en el amor?”. El mundo de Virgilio ya no existe. Nunca podremos verlo, acaso sólo imaginarlo, reconstruirlo con retazos, trazar conjeturas. Pero lo que sí es palpable en el poema es su emoción, humana y comprensible. Si hacemos caso a las inciertas biografías, veremos en las “Bucólicas” algo de la melancolía de Virgilio cuando perdió sus tierras y entenderemos que, pese a los cambios estéticos, lingüísticos, históricos, la poesía permanece. El verso significó para él ese descanso que anhelamos, ese paisaje natural que nos da un respiro cuando la tensión se acerca. Nos dice Virgilio: “Podrás descansar aquí conmigo esta noche sobre las verdes hojas. Tenemos frutas maduras, castañas tiernas y abundante queso, y a lo lejos humean los tejados de los caseríos y las sombras descienden cada vez mayores de los elevados montes”.