El modelo económico actual de México
México se ha vuelto un misterio para propios y extraños por los resultados tan disímiles que se presentan en el ámbito económico o, como ha sucedido muy recientemente, cuando se pensaba que las cosas irían mal, se tornan buenas; cuando se piensa que todo marchará bien, todo sale mal. La realidad es que pocos podemos entender realmente qué pasa en México sin entender qué modelo económico se tiene o si no lo hay.
Un modelo económico no es otra cosa que un conjunto de estrategias, en donde se favorecen acciones recurrentes, bajo el supuesto que ellas generarán mayores beneficios que lo que se hace actualmente. Si se recuerda, México ha vivido bajo cinco modelos perfectamente identificables: el estado benefactor, sustitución de importaciones, desarrollo estabilizador, desarrollo compartido y desarrollo acelerado. Cada uno de ellos buscando, como dice su título, algo en específico. En la actualidad, no hay nada similar y lo mejor o lo peor es que lo único que está claro es que hay elementos de cada uno de los modelos anteriores en el presente y explico por qué lo digo.
Para empezar, el actual gobierno federal se ha enfocado en los “pobres” al menos a nivel de slogan, lo que ha significado que se han creado programas sociales para atender a este segmento de la población que ahora tiene recursos para vivir una vida con menos carencias. De acuerdo con el Coneval, en lo que va del sexenio han salido de la pobreza 8 millones de mexicanos, excelentes noticias. Sin embargo, sigue habiendo dos asuntos sin resolver o que al menos plantean dudas. El primero es si estos mexicanos mejoraron su estatus por acceso a un trabajo o a un mejor salario, o simplemente porque ahora reciben una cantidad de dinero en su mano de parte del gobierno. Si la respuesta es esto último, la pregunta que surgiría es si cuando se acabe el dinero, no volverán esas personas a la pobreza, como ha sucedido con “modelos económicos” anteriores. A diferencia del estado benefactor del ex presidente Lázaro Cárdenas, que basaba sus programas sociales en el dinero generado por el petróleo recién expropiado, López Obrador no ha dicho a qué fondos están ligados los programas sociales actuales, al petróleo es obvio que no puede ser, ya no hay y Pemex recibe dinero en lugar de darlo como en aquellos tiempos. Por consiguiente, no tenemos un estado basado en el beneficio social en su totalidad.
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Pasemos ahora al siguiente modelo que parece que estuviéramos siguiendo, el de sustitución de importaciones. Tan pronto como en la segunda semana de septiembre de este 2023 se anunciaron los nuevos impuestos a las importaciones y exportaciones. Ahora los agentes dedicados al comercio exterior pagarán más por sus operaciones y sus utilidades las compartirán en mayor medida con el gobierno federal. No se está prohibiendo el comercio exterior y mucho menos las importaciones, sólo se están cobrando más impuestos. Esta situación da la sensación de que el gobierno no quiere que las empresas importen productos y de manera disfrazada se utilizan herramientas fiscales para desincentivar a las empresas a comprar en el extranjero. No estaría mal si viviéramos en los años 70´s (como parece que se quedó atrapado el habitante de Palacio Nacional), pero la globalización y los acuerdos que hemos firmado al respecto nos obligan a actuar en consecuencia. Por ello, las empresas para poder ser competitivas en precios no pueden estar siendo sometidas a impuestos que originalmente se habían eliminado precisamente para que el proceso productivo se cumpliera sin distorsiones y los productos nacionales llegaran al extranjero con precios competitivos. Este modelo no puede seguir vigente porque todos perdemos, perdemos los mexicanos porque pagamos más por productos nacionales, pierden los extranjeros porque al no comprar nuestros productos, se privarán de nuestra calidad, sabores, formas, etc., pero debe quedar claro que no se privarán de satisfacer sus necesidades porque habrá algún país que venda un producto sustituto. En resumen, sí tenemos un poco de este modelo en la actualidad, pero muy mal adaptado o mal hecho para ser claros.
Si analizamos el modelo de desarrollo estabilizador, estoy seguro de que habrá quien piense que podría ser el actual, pues se basa en que todas las regiones de México tengan proyectos que les den crecimiento de manera simultánea. El Tren Maya, el Corredor del Istmo de Tehuantepec, el aeropuerto de Tulum, son ejemplos de cómo desde el gobierno federal, se quiere impulsar el crecimiento económico en una región del país que tradicionalmente había tenido problemas para ello. Gracias a estas inversiones se espera que haya una transformación de la economía y una apertura para que el mercado laboral alcance un mayor desarrollo, en términos salariales y de tamaño, pues la migración del sur del país ya no tendría que viajar tanto como lo hace ahora para llegar a los estados fronterizos para tener acceso a oportunidades de trabajo. Es evidente que en la memoria operativa del Presidente de la República hay un vestigio muy claro de este modelo, pero con muchas reservas, o como se dice coloquialmente, tropicalizado. Esto lo digo porque simplemente los proyectos en el norte del país son escasos o nulos siendo el argumento que los gobiernos neoliberales favorecieron unilateralmente a los estados del norte y dejaron en el olvido a los del sur.
Se podría hablar también del desarrollo acelerado, pero no hay mucho que decir, ya que la pandemia vino a frenar por más de dos años la idea de un gasto público orientado a generar un efecto multiplicador en la economía, como se anunció en el primer año de gobierno. No se llevó a cabo porque pocos entendieron de qué se trataba, los políticos no comprendieron la estructura que se requería por parte de las empresas y de los propios gobiernos estatales y municipales, que estaban todavía asimilando una derrota electoral en lugar de trabajar por la reconstrucción económica del país.
Para concluir, México no tiene en este sexenio un “modelo” bajo el cual se pueda dirigir la actividad económica, por ello, no tiene orden y resulta complicado no solo pronosticar comportamientos y tendencias, sino también es muy complicado generar certidumbre para la inversión nacional y extranjera. Poco se ha podido hacer para diseñar un sistema económico propio, como lo hizo China con su “comunismo de mercado” o Suecia con su “capitalismo social”, ambos casos de éxito. El país tiene una mezcla “tropical” de pedazos de modelos del pasado que en lugar de generar beneficios, generan confusión, pues por su propia obsolescencia no hacen sentido alguno para competir en el mundo globalizado. Ahora que el dólar está en 17.70 pesos, no veo algarabía gubernamental cuando se había dicho que podría llegar a 16 pesos. La inseguridad va en aumento, 81 personas asesinadas en promedio por día en México, pero no pasa nada. La economía crece al 3 por ciento, pero la deuda pública llega casi al 5 por ciento. Así es este país, gobernado con un modelo económico (lo digo con ironía y sarcasmo) que se podría llamar “tropicalismo ocurrencial”, lo digo porque los otros datos dicen que todos los proyectos importantes están en el sur.
Encuesta Vanguardia
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