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Una línea de la canción que hizo famoso al gran José José, Pepe Pepe para los cuates, decía: “Casi todos sabemos querer, pero muy pocos sabemos amar...”. Vamos a centrarnos en esta palabra: el querer.
Cuando hablo de querer, no me refiero al que se relaciona intrínsecamente con el amor carnal, sino al que conlleva prepararse, conocerse y crecer en múltiples sentidos. No obstante, no debemos perder de vista que todos tenemos sentimientos y emociones.
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Hoy en día, existe algo cada vez más presente en toda nuestra sociedad a nivel mundial: “la generación del querer”.
Cuando hablo de la “generación del querer” me refiero a esa parte de nuestra sociedad que, visiblemente, se inclina por hacer y pensar de manera light. Es decir, prefieren todo lo inmediato, se van por lo rápido, lo fácil, lo digerible e instantáneo. Como si la vida fuera hacer enchiladas. A mi entender, tal modo de pensar es peligroso. Es como darle una granada a un niño.
Hoy queremos todo para ya, no tenemos paciencia ni tolerancia, no sabemos esperar simplemente. Estamos tan acostumbrados a este ritmo de vida acelerado que queremos las cosas en chinga. Comida rápida, cero filas en el banco, envíos al día siguiente. Todo esto no hace más que alimentar ese deseo de inmediatez descontrolada del “yo quiero”.
Necesitamos entender que todo lleva un proceso, por más largo, tedioso, aburrido o complicado que sea; es igualmente un proceso. También, si es rápido, directo y fácil, jamás dejará de serlo.
Actualmente, el verbo y la acción de querer es algo que primero debemos entender todos nosotros y, segundo, practicar constantemente para así poder inculcarlo a las siguientes generaciones. ¿Cómo vamos a enseñar algo que ni entendemos ni practicamos? Congruencia, amigos, solamente congruencia. No seamos “candil de la calle y oscuridad de la casa”.
En este punto, debemos preguntarnos, mis muy queridos lectores: ¿qué están dejando de lado las nuevas generaciones? Quizás se pueda decir que en comparación con las generaciones pasadas, serían los valores universales, ya que estos eran completamente diferentes a los actuales. Pero definitivamente, esos eran otros tiempos y estos tiempos ya son otros.
Debemos entender que querer no es lo mismo que necesitar. Usted necesita respirar, necesita su corazón para vivir y quizás ciertas cosas materiales muy elementales, como casa, ropa, comida, etcétera. Pero no necesita ese auto último modelo, ese teléfono celular última generación. Qué gusto por usted que se pueda dar esos lujos, pero como le digo, no le afecta en nada si no los tiene, porque eso sólo los quiere, no los necesita para seguir viviendo.
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Aunque déjeme decirle que también existen cosas que uno pudiera querer y necesitar, y son completamente válidas. Salud, trabajo, una vida más próspera, todo eso lo queremos y podemos necesitarlo, pero no hay que olvidarnos de la diferencia de estos conceptos y sólo enfocarnos en lo que deseamos tan caprichosamente.
Claro, jamás sea conformista, esto nunca deberá ser una opción. Debemos aprender a disfrutar lo que tenemos, más no conformarnos con lo que tenemos. Disfrute el ahora, no quiera tener más de algo para empezar a disfrutar después.
Así como dijo el tío Ben: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Con el querer es lo mismo, no debe olvidarse que el querer implica organización, siempre tener un plan definido hacia dónde se pretende llegar, porque el “qué” y el “cómo” son igual de importantes, pero más todavía es el “¿para qué?”.
Tal vez lo que contribuye actualmente a que esta ola o tendencia del “querer”, y de quererlo ya, es quizás el que nos estamos volviendo tan visuales. Vemos algo que nos gusta, lo queremos inmediatamente, pero... sin pensar. ¿Cómo vamos a pagarlo?, ¿cuándo usarlo?, ¿lo vamos a usar realmente? o ¿está dentro o fuera de nuestro alcance? Y al final nos frustramos con todo esto.
Las redes sociales contribuyen mucho en este problema. Nos muestran una parte de la vida, y ahí, justo en ese momento, nos dejamos llevar por las emociones que eso nos transmite. (¿Recuerda que hablábamos de los sentimientos y emociones?). Lo queremos a como dé lugar, vacaciones, casa, auto, pareja, y reflejamos nuestro enorme interés y nuestro deseo con su muy buena y merecida dosis de interacción.
Debe ser necesario privilegiar el “think” más que el “like”; en español, el pensar que el agradar. Hay que usarlo sabiamente. Hoy tenemos una necesidad casi obligatoria de emigrar de la cultura del “like” sin sentido al “think” objetivo.
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Hacerlo de esta manera facilitará a todos valorar y generar cosas que queremos que sean verdaderamente importantes, pero también a juzgar lo que hay detrás de lo estético, lo superficial y lo que puede esperar, pues puede parecer muy bonito, pero no aporta nada.
Si ha escuchado la frase de que querer es poder, esa es la mentira más grande. Es un invento moderno de esta “generación del querer”, querer no es poder. Tómeme a mí como ejemplo, yo soy gordo, quiero ser delgado, y míreme, sigo siendo gordo. ¿Por qué? No hago ejercicio y como como si no fuera a haber mañana, pero quiero ser delgado.
Recuerde, querer sin actuar nunca va a servir de nada, quiere en verdad algo, luche por ese algo. La pregunta final solamente sería: ¿vale la pena quererlo tanto? La respuesta solamente la tiene usted, porque al fin y al cabo esta es solamente mi siempre y nunca jamás humilde opinión. Y usted... ¿qué opina?
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