Hablemos de Dios 137: ¿Qué opinan los grandes escritores?
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Hay ciertos autores los cuales pasan y caminan por la tierra como si este mundo no los mereciese. De hecho, así es. Han estado vivos por años en este planeta tierra, sólo para volverse eternos. Son escritores, pensadores, poetas los cuales dejaron no pocas veces una parca obra, tan parca, la cual cabe en un solo libro. En otras ocasiones, renegaban de sus letras y pensamientos porque los creían de arte menor. No trataban de convencer a nadie. No luchaban contra nada ni contra nadie, sólo se entregaban como las buenas aves, a su canto. Y cantaron. Y cantan aún hoy, dueños de la eternidad.
Es el caso de varios poetas y escritores los cuales voy a nombrar a vuela pluma: Georg Lichtenberg (alemán), Marcel Schwob (francés), Jorge Luis Borges (argentino), Joseph Roth (ucraniano), Julio Torri (mexicano)... lista la cual posteriormente nutriremos. Dejaron letras y pensamientos para la eternidad en casi todos los temas fundamentales para el ser humano. En dos temas vertebrales, todos los anteriores deletreados, son maestros: la vida/muerte y claro, la búsqueda de Dios. Agarrar en un puño (o en un par de letras) al inasible Dios.
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Y todo, todo está por hacerse, pensarse, reelaborarse, redefinirse, anotarse, explorar... todo. ¿Cuál era la idea de Borges sobre Dios?, ¿creía Roth en Dios o sólo fue un motivo literario cuando éste escribió uno de los más bellos relatos de la literatura universal donde explora las vicisitudes de un ser humano, un vagabundo entregado al vino (absenta) y su canto solitario (depositar como un compromiso de honor, cierta cantidad de dinero en una Iglesia mariana en París, Francia) el cual termina de manera trágica?, ¿creía Lichtenberg en Dios o sólo fue motivo para divagar con su fiero y racionalista pensamiento. Era protestante, era ateo, era creyente embozado?
Este tipo de indagaciones usted y yo lo hemos explorado con varios escritores a lo largo de esta ya larga saga de textos, pero hubo dos en los cuales me detuve más tiempo. Sin haberlos agotado y sí debo hartas letras de ellos: Jaime Sabines y James Joyce. No, para nada los hemos agotado, de hecho, apenas andamos por las ramas de tan frondosos árboles. Y claro, prometo recoger el guante y abonar más letras a las ideas de ambos estetas sobre Dios.
Hoy iniciamos una larga saga de textos, larguísima, cosa de nunca acabar pues, donde iremos abordando a figuras tutelares del pensamiento universal y trataremos de saber, entender o mínimo, leer su imagen o idea de poetas y escritores y músicos, con respecto a ese incognoscible Dios. No pocas ocasiones los confrontaremos con el fin de llegar nosotros a nuestra conclusión personal. Final el cual debe de ser sólo nuestro, de nadie más. Y creo usted ya lo advirtió también: al parecer, andamos lejos de encontrar al verdadero Dios. Pero ¿cuál es este “verdadero Dios”?
Repetimos la ecuación: ¿Es el mismo Dios de Baruch Spinoza al de Jorge Luis Borges, al de George Lichtenberg, al de James Joyce, al de Julio Torri, al de San Juan de la Cruz?... Para entrar en calor o acción, va un aforismo del despiadado Lichtenberg: “¿Es nuestro concepto de Dios algo más que una personificación de lo incomprensible?”. Georg Lichtenberg era casi enano, hipocondríaco, ateo... pero genial. Fue profesor de física. En otro de sus célebres aforismos dispara: “En el mundo, los santos han logrado más en escultura que vivos”. Caramba, claro, le creemos al pensador.
ESQUINA-BAJAN
Va más leña al fuego, seguimos con el filósofo alemán: “Es realmente asombroso que nos basemos en brumosas nociones causales para creer en un Dios del cual no sabemos nada y del que no podemos saber nada, pues explicar todo a partir de un Creador es siempre antropomorfismo”. A reserva de mejorar el porcentaje, le creemos a Georg Lichtenberg al 110 por ciento.
El divino ciego Jorge Luis Borges por su parte, escribe en uno de sus cuentos: “El éxtasis no repite sus símbolos; hay quien ha visto a Dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa”. En otro fragmento demoledor, Borges deletrea: “Se cierne sobre nuestro mundo una época implacable. Nosotros la forjamos, nosotros que ya somos su víctima. ¿Qué importa que Inglaterra sea el martillo y nosotros el yunque? Lo importante es que rija la violencia, no las serviles timideces cristianas... Que el cielo exista, aunque nuestro lugar sea el infierno”.
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En un homenaje el cual le realiza al divino Marqués de Sade, otro poeta divino, Octavio Paz recrea los siguientes versos:
El cuerpo que hoy sacrificamos
¿No es el Dios que mañana sacrifica?
La imaginación es la espuela del deseo,
Su reino es inagotable e infinito como el fastidio,
Su reverso y gemelo.
En estos versos de tremenda factura, Octavio Paz nos pone como siempre contra las cuerdas: los poetas nos hacen pensar y reflexionar. Son los más altos creadores. ¿Es el mismo Dios el vengativo y colérico del Antiguo Testamento, el que pide sacrificios siempre; es el mismo Dios todo ternura y bondad del Nuevo Testamento?, ¿son diferentes?
LETRAS MINÚSCULAS
Vamos iniciando señor lector esta exploración sobre Dios con la arista o vena hermenéutica.
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