Block de Notas (11): el calor, un denominador común en la literatura

Opinión
/ 14 agosto 2023

¿Qué tienen en común los siguientes escritores de diferentes latitudes alejados en el tiempo y el espacio, pero acaso más cercanos entre ellos (influencia) de lo que se cree, en una multiplicación de espejos que se bifurcan? Cuál es el común denominador (puede haber varios puntos de contacto, pero para estos fines hay sólo uno por lo pronto) en la siguiente nómina de escritores (monstruos, pues) de la literatura universal?: Julio Cortázar (argentino), Marcel Schwob (francés), Walt Whitman (gringo), Honoré de Balzac (francés), Franz Kafka (checoslovaco), Herman Melville (gringo), Juan Rulfo (mexicano), Albert Camus (argelino y francés), Joseph Roth (ucraniano), Thomas Bernhard (holandés), Francis Scott Fitzgerald (gringo)...

A vuela pluma y para el tenor de este breve ensayo, todos ellos abominan del calor infernal escurriendo como ácido en el cuerpo y frente, renegaban del sol preñado de espanto y cayendo a plomo en los días más altos y sí, todos ellos tienen como átomo cohesionador en sus textos perfectos, personajes martirizados por veranos interminables, el sopor de la calle como pesadilla dantesca o, de plano, el asesinato o el suicidio de personajes por la intolerancia y agobio del... calor que asfixia.

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No lo dice sólo Luis Carlos Plata ni Gerardo Blanco Guerra, ambos abogados y académicos de ingentes lecturas; tampoco sólo lo afirmo yo, intolerante al maldito calor el cual amenaza con volverme loco (literal), no. Lo han dicho y escrito los anteriores estetas en sus letras más altas. ¿Sentido común? Sí, pero a estas alturas de la vida a la mayoría de los humanos ya no se les da algo sencillo: pensar. Y con el calor, no se puede pensar.

El clima agobiante (olas de calor se les dice hoy) afecta sobre cómo nos sentimos y cómo nos compartamos de manera individual y colectiva. Ya no es un mito más ni histeria colectiva: nos hemos acabado el planeta y la tierra se calienta cada día más. No hay dónde escondernos. Y lo anterior, el agobio del calor brutal, cada vez más intenso, cada vez con periodos más largos de sol y calor, inciden directamente y de manera dramática y brutal en nuestra temperatura corporal, altera nuestro carácter, impide pensar coherentemente y estimula la agresión humana.

Tres intelectuales han escrito al respecto en sendas investigaciones donde lo demuestran. Es decir, comprueban lo que los escritores y poetas han dejado en letra redonda siempre. Son Marshall Burke de la Universidad de Stanford, Craig Anderson de la Universidad de Iowa y Guillermo Murray de la UNAM. Francés él, de vida meteórica. A los tres años hablaba y leía en varios idiomas. A los 38 ya estaba muerto. Genio, escritor de escritores. Marcel Schwob (1867-1905). Autor de una obra tan parca como perfecta. El tema de uno de sus relatos es el siguiente: es el año de 1212 en plena cruzada. Miles de niños en Europa escuchan voces y se lanzan en una cruzada para rescatar Jerusalén (emprenden su peregrinaje sin saber su ubicación, destino ni final) a manos de los musulmanes, de los impíos. Sí, es “La Cruzada de los Niños”.

En el “Relato de la pequeña Allys” se lee: “Ya no puedo caminar bien, porque estamos en un país ardiente, donde los hombres mentecatos de Marsella nos trajeron... Caminamos cerca de Nicolás, y de Alain, y de Dionisio; pero ellos subieron a otro navío, y no todos los navíos estaban allí cuando apareció de nuevo el sol”. ¿Nota usted el tremendo desasosiego de la pequeña cuando de nuevo se topa con el padre sol apareciendo en el horizonte para calcinarlos? Jorge Luis Borges compara al sol con un león. Al león le dice “fiera del color del sol”. Y, si la fiera muerde, da un zarpazo letal y lo demás es historia.

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ESQUINA-BAJAN

Nota uno: “Los meses con mayor luz y calor tienen mayor tendencia de suicidio que el invierno”, la puntillosa observación es del doctor Enrique Chávez León, expresidente de la Asociación Psiquiátrica Mexicana. Estas ya malditas recurrentes olas de calor o “cúpulas”, han incidido perfectamente alterando el comportamiento de los humanos en todo el mundo, Saltillo no es la excepción. Si usted revisa someramente la prensa de la etapa de campaña de la pasada elección a Gobernador, mientras todo mundo andaba ocupado y preocupado por las campañas políticas, hubo durante un buen tiempo un suicidio diario en la Región Sureste. Pero eso ya no es noticia.

Nota dos: ¿Qué mata más, cuál clima es imposible de tolerar? Lo vamos a decir con oxímoron de por medio: ¿la luz oscura o el sol negro? La referencia al atormentado poeta Gérard de Nerval es obvia: “Yo soy el tenebroso –el viudo– el desconsolado / Príncipe de Aquitania de la torre abolida, / murió mi sola estrella –mi laúd constelado / ostenta el negro sol de la melancolía...”. Este tono crepuscular y de dolor es el sino de los suicidas y gran parte del estado de postración lo magnifican, paradójicamente, el calor y el sol demencial.

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Nota tres: El investigador Marshall Burke de la Universidad de Stanford ha encontrado en sus trabajos que existe una relación plena y brutal entre las tasas de suicidio en Estados Unidos y México en las décadas de 1990 a 2010 y la frecuencia de las altas temperaturas. Y por cada grado de aumento en la temperatura, en México se incrementarán los suicidios un 2.1 por ciento.

LETRAS MINÚSCULAS

El texto es perfecto. Es de Albert Camus (Nobel de Literatura), es “El Extranjero”. El señor Meursault atosigado cuando el Juez le pregunta por qué mató al árabe; éste, lacónico, contesta: “(fue) a causa del sol (y calor)”.

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