La axila de un pino
El vocablo árbol tiene sus orígenes etimológicos en dendron y se vincula a la raíz indoeuropea deru, que significa estar sólido y firme
“Para aquel que sabe que los árboles sienten dolor, que tienen memoria y que los árboles progenitores viven con sus retoños, ya no es tan fácil talarlos ni deambular con grandes máquinas a su alrededor”.
Peter Wohlleben
¿Qué tan distintos somos de los árboles? Nuestro ADN nos emparenta no solo con ellos, sino también con un disímbolo listado que incluye por ejemplo a los tiburones, las mariposas, los champiñones, los gorriones o las bacterias. Somos tan valiosos como estas entidades, o tan faltos de valía como ellas, según sea el lente con el que se mire.
Entender la cuota de dolor que generamos como especie humana al intervenir en la tierra que habitamos, es algo que nos plantea cuestionamientos morales, los cuales se inclinan al ramillete de la vida con el que más nos identificamos. Si amamos a los animales, por ejemplo a los perros, podemos sentir empatía con todos los esfuerzos de conservación y al mismo tiempo ser insensibles -hay qué elegir a dónde se va la energía- a la vida de los árboles, de las cebollas o de la albahaca. ¿Por qué? Pues porque como especie centrada en lo similar a uno, se concede cualidades humanas a lo que tiene ojos, a aquello que puede sonreír de cierto modo, necesitamos un acuse de recibido, un espejo. Y obviamente un árbol no va a sonreír de la manera que esperamos, sin embargo, permítaseme una licencia poética: el árbol sonríe cuando reverdece, da flores o frutos.
¿Cómo “siente” un árbol? Pues las células superficiales de los tallos y las hojas verdes, posibilitan que mediante procesos químicos reaccione a la temperatura ambiente. No es gratuito que ciertos árboles hagan brotar sus hojas a través de sensar y concluir después de ese sensado, que la siguiente acción es la liberación de hormonas una vez que la temperatura ambiental ya ha aumentado. Y este sentir, si bien es para algunos, básico, tiene una función biológica específica, que es la de comenzar a transmitir estímulos a las hormonas para despertar en primavera.
Si analizamos, hay similitudes entre las reacciones químicas que se generan en nuestro cuerpo, luego de sensar la temperatura. No podemos tirar hojas o darlas a luz, pero sí, enrojecer o palidecer, por ejemplo. Cubrirnos con ropaje grueso o liberarnos de él.
Existe el caso de la famosaAcacia nilotica, que al ser comida por algún rumiante, percibe que la están devorando, acto seguido comienza a generar y llevar veneno a sus hojas para deshacerse de su amenaza. Asimismo, despliega el etileno, una advertencia gaseosa, que da noticia a sus vecinas sobre esta amenaza para que ellas, antes del ataque, comiencen a protegerse segregando toxinas para evitar perder sus hojas. Es decir, siendo atacada, la Acacia avisa a sus compañeras.
Lo que también es conocido es la capacidad de comunicación que tiene un árbol que ha sido o tasajeado por un jardinero o afectado por un rayo. Cuando esto le ocurre, solicita nutrimentos a través de la red subterránea de hongos para poder recuperarse. Y hay respuesta.
Son numerosos los datos que dan cuenta cómo los árboles permiten que las alianzas de vida se sigan entretejiendo. Y estamos atendiendo a un momento en el que los árboles, los pinos y otras formas de vida vegetal tal vez importen, porque el cambio climático está afectando la manera de estar en las ciudades; esto es cierto para una gran mayoría de los ciudadanos, sin embargo, hay un cúmulo de personas a través de todo el mundo que nos inspiran, como los esfuerzos de grupos originarios que reforestan montañas enteras y defienden sus reservas naturales, o bien, estéticos, como el caso de Joseph Beuys con su acto de plantar más de siete mil árboles. Estos solo son tres ejemplos; por fortuna, hay más con mayores impactos ante esta escalada de mercantilización de lo esplendoroso que vale por lo que será, no por lo que ya es.
Anoche olí la axila de un pino que se erige esplendente en la plaza del fraccionamiento en donde vivo. Su perfume me atrajo profundamente. Alto él, conversaba con la luna mientras todos sus aceites le otorgaban una belleza de aromas que también, marca su presencia.
El vocablo árbol tiene sus orígenes etimológicos en dendron y se vincula a la raíz indoeuropea deru, que significa estar sólido y firme.
Encuesta Vanguardia
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