La clase política en México
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Seguro que usted conoce o ha oído hablar de la encuesta de medición de opinión pública Latinobarómetro. Se realiza en América Latina con cerca de 600 millones de personas de 18 países distintos. Es altamente representativa del sentir de quienes conformamos el continente y sobre lo que pensamos sobre nuestras democracias. Son recurrentes los temas como el apoyo, la valoración y la satisfacción con y por la democracia, la preferencia de un gobierno democrático contra un gobierno dictatorial; el apoyo con respecto a los gobiernos y la satisfacción que sienten los ciudadanos de que realmente vale la pena vivir en este modelo, entre otros tantos. La última que vimos fue la de 2021. Por supuesto, hacer estas encuestas es una labor titánica.
Pues una de las preguntas frecuentes es: ¿Qué tan interesado(a) está usted en la política? La otra es: ¿Cuándo escucha hablar de política en las reuniones, entre sus amistades y familiares, que hace? Bien, pues informe tras informe, en nuestro continente y en concreto en nuestro país los índices son parecidos. Fuera del tema de lo que propone Latinobarómetro, valdría la pena hacer un ejercicio en este momento.
En la primera pregunta, “¿Qué tan interesado(a) está usted en la política?”, la respuesta que tiene mayor número de votos es “Nada”. Siempre con un porcentaje mayor al 50 por ciento. Es decir, a más de la mitad de la población no le interesa el tema político, porque por “político” se entiende, muy al estilo del diccionario Larousse, el que participa en la política. La razón es muy simple, la política en nuestro país, en nuestro país, muy pocas veces tiene que ver con la construcción social. Su liga es permanentemente con las intrigas palaciegas.
La otra pregunta: “¿Cuándo escucha hablar de política en las reuniones, entre sus amistades y familiares, que hace?”. La respuesta frecuente es “Me alejo de ese lugar”. Hay otras respuestas como “Cambio de tema”, “No participo” o “Me voy y luego regreso”.
¿Serán conscientes los políticos de lo que han provocado en la población? Evidentemente. ¿Quién no está interesado en lo público? Necesitaríamos ser verdaderamente idiotas –ideon, entre los griegos, es el que no se interesa por la cosa pública, por la política– para no interesarnos en la resistencia con respecto a la inflación galopante, a la contaminación a la alza, a la infraestructura fantasmagórica que tanto presumen los gobernantes en turno, a las deficientes planeaciones urbanas de nuestras ciudades, en fin, a tantas taras de infraestructura social, política y económica a las que nos hemos acostumbrado, pero que no están dentro del deber ser de la marcha de una ciudad.
Y digo, ¿serán conscientes? Porque pareciera que siguen sin darse cuenta, o tienen problemas de memoria a corto y largo plazo porque los comportamientos son los mismos. Demagogia, verdades a medias, datos falsos, dobles discursos, simulación, poco interés en el beneficio de los ciudadanos, siempre sintiéndose los dueños y no los administradores del erario, viviendo en un mundo propio donde no hay quien les diga que no. De pronto se convirtieron en la impronta de la sustancia y toda palabra que emite su boca se convierte en la última norma de moralidad. El problema es que cuando dejan los puestos para los que pidieron el voto, la mayoría, si no es que todos, no vuelven a aparecer y si lo hacen saben que se atienen a la repulsa de todos. Que nos lo digan quienes fueron “la impronta de la sustancia” en algún tiempo y hoy viven en la ignominia y en la desgracia, cuando no en la cárcel.
No es que la sociedad en general no se interese en la política o en la construcción de lo público, el problema es que quienes están a cargo en entes gubernamentales y ciudadanos lo han complicado todo y, ¿a quien le quedan ganas de participar? Cuando se trata de pedir el voto, se los ve campechanos, solidarios, entusiastas y fraternos. Cuando se requiere que zanjen una cuestión la que sea; no tienen tiempo, no te pueden atender o simplemente no se les vuelve a ver. ¿Dónde están en este momento los que amaban tanto a México y a sus localidades?
El problema han sido las actitudes de los políticos –profesionales– no el hecho, por parte de los ciudadanos, a renunciar a la construcción de lo público. Tantas corruptelas, abusos y oportunismos, que han redundado en enriquecimiento de quienes engrosan y han engrosado las filas del servicio público que no pueden demostrar el origen de su bonanza son en parte el origen del desgano de los ciudadanos por el tema político. Por eso el fracaso del “3 de 3” de Transparencia, de los consejos anticorrupción y de las buenas intenciones, que en el fondo no son tan buenas. En cualquier gobierno, del color y del sabor que sea, la simulación es la marca de la casa.
La inconsciencia quienes ostentan un cargo público, en muchos casos, no tiene límites, porque ni siquiera se han dado cuenta que son los causantes de que la gente no se interese y en círculos cercanos evite hablar de política, porque, ¿quién en su sano juicio puede estar al margen de lo que pasa en lo público cuando de todas a todas nos afecta?
Así que es importante, en este marco que diferenciemos conceptualmente lo que implica la política, como forma operativa de mantener privilegios y canonjías partidistas, de poder y de grupo; y la participación, que en virtud de las inconsistencias de los políticos, manifiesta la ciudadanía donde la vigilancia, el cuidado de la agenda pública, la resistencia y el reclamo de tiempo atrás pasaron a segundo y hasta quinto plano. En México hay servidores públicos con más de 40 años reptando entre un puesto y otro, para ripley.
Sin duda, vivimos en un país de ensueño, con una biodiversidad increíble, con una ciudadanía que ama entrañablemente el lugar donde vive, pero con una clase política que da pena y que nos ha vuelto rehenes de sus veleidades, intereses pueriles y afanes de poder y de grandeza que nos tienen postrados ante la pobreza, la desigualdad, la inseguridad y la corrupción. Estadística sobra para demostrar estos dichos. El desgaste, consciente o inconsciente que muchos –políticos– han hecho de una ciudadanía que agotaron con sus actitudes amorales, inmorales, ilegales y al margen de la ética, un contrapeso necesario para revertir el estado que guarda nuestra sociedad.
¿Liga esta reflexión al momento que vivimos? Creo que Latinobarómetro debiera reconsiderar la sintaxis de las preguntas que realiza año con año a la ciudadanía porque una cosa es la política en su sentido original y otra en su sentido operacional, la cuestión es que en medio de lo real y lo ideal de la política, se encuentra intrincada la participación ciudadana. Así las cosas.
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Encuesta Vanguardia
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