Mirador 07/02/2024
Este amigo mío con el que tomo la copa –varias– los martes por la noche es un cinéfilo voraz. Se precia de poseer una colección de miles de películas. “Tan tica es mi cineteca –dice– que casi me ha dejado pobre”.
Mi amigo tiene mal vino: cuando bebe dice la verdad. Y si bebe más dice su verdad, que es más verdadera aún. Anoche me contó que había vuelto a ver una de sus películas, “Medea”, de Pasolini, un raro film que tiene la singularidad de que en él actúa –sin cantar– María Callas.
-Es una pésima película –opina mi amigo, pues el vino le empieza a brotar ya–. El guion es confuso; desmañada la dirección; mediocres las actuaciones, y la fuerza dramática y belleza de la Callas son objeto de total desperdicio. Ni remotamente la obra hace justicia a la intensa tragedia creada por Eurípides.
-Fue lamentable la muerte de Pasolini –concluye–, pero más lamentable aún es su obra.
Le digo yo:
-Celebro ser tu amigo, para que no me critiques.
Responde él:
-Pues quién sabe. Quizá uno de estos días...
¡Hasta mañana!...
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