Abrazo de montañas

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¿Cómo felicitar a una ciudad por su aniversario de vida?
Sólo las montañas que la rodean pueden dar un abrazo más. Por encima de las fachadas de sus calles casi siempre ves que se está asomando una montaña curiosa. Alguien las vio como montañas azules. Y sí. En algunos atardeceres el color plúmbago parece cubrirlas como un manto de lujo.
Cuatro siglos, cuatro décadas y dos años le cuentan sus habitantes, superando las variadas y opinables cronologías de origen. Y se inventa la colorida matlachinada. Y parecen más ricos los platillos que se ofrecen. Desde cabrito al pastor, pasando por enchiladas norteñas, gorditas rellenas, palomitas de ternera y mil recetas regionales, pan de pulque, tacos tronadores, aguamiel de maguey, vinos de los viñedos de Parras, cajeta de perón y membrillo,
Ya está a punto de arrancar el novenario litúrgico y de gran mensaje. “El mundo nos hace extraños pero Cristo nos hace hermanos”. Ya está resonando el jolgorio de la feria y se añaden espectáculos culturales gratuitos en teatro de la ciudad y paraninfo ateneísta. El mero día, que fue ayer, se presenta mirador casi completo. Y hay música y canciones de exquisita ejecución y pirotecnia deslumbrante.
Una ciudad siempre adolescente que resulta magnánima y entrañable para todos los que la sienten suya por nacimiento o por adopción afectiva. Es vértice de visitas que cancelan lejanías y buscan reforzar lazos de amistad. Una cuadriga de siglos con el cuádruple pasaje de sus décadas y esos dos años que penden, como dos arrancadas de modernidad, encuadran su sonrisa festiva de gratitud encantadora.
La abrazan las montañas. Se yerguen como muralla de protección. Como proveedoras de frescura y de humedad. Es abrazo de pinares que nacen y renacen para las generaciones trashumantes. Ofrecen la belleza lozana de sus rincones fotografiables. Y hay sorpresas también cuando, por un incendio, asemejan una constelación caída en el horizonte.
Con su nombre humilde sin vanidades. Evita aumentativos y diminutivos y escoge esa terminación que rima con brillo y con sencillo. Tierra de aguas que saltan. Sin mencionar su estirpe santiaguina. Sin presumir su parentesco compostelano. Erguida con la lanza enhiesta que apunta al cielo. Es su única torre. A su lado está su hermana menor; la torrecilla sobre la Capilla. Guarda la imagen para la fiesta del 6 de agosto.
Dentro de un abrazo montañés, la ciudad recibe los regalos de sus habitantes. Con un cielo en que han brillado lunas de exportación y constelaciones de Nochebuena, tiene en sus recuerdos una nevada guadalupana y una reciente granizada con ventarrón.
Imitando a las montañas circundantes, el mejor abrazo a la ciudad cumpleañera es la caricia de una esmerada limpieza, el agua usada sin desperdicio, un tráfico sin precipitación, las frondas multiplicadas en sus calles, la ternura solícita hacia la discapacidad, la estima a su población estudiantil y a todas las ancianidades respetables, la actitud solidaria de inversiones generosas y la integridad familiar custodiada y promovida.
Abrazo de tierra, roca y pinos repite otra vez su felicitación de siglos, de décadas y años en este aniversario recién celebrado. Que siga la tierra fecunda, con un clima benigno siga siendo habitada por esa fortaleza humana que convierte los desiertos en vergel y puede resucitar sus huertas de antaño...