Crímenes contra las mujeres: el Tribunal Internacional
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La historia demuestra que las mujeres han sido sometidas por los hombres desde hace tantos siglos que no se lleva una cuenta exacta. Las palabras “sexo débil”, “tonta”, “irracional” e “histérica” históricamente han sido utilizadas como adjetivos peyorativos para describir a las mujeres con el fin de colocarlas en un lugar inferior en comparación con los hombres. Los tiempos en que la mujer era considerada como propiedad de los hombres serán recordados con vergüenza y aversión por las generaciones futuras.
Sin embargo, esto no siempre fue así: cuando la comunidad internacional comenzó a tomarle importancia a la lucha de los derechos de las mujeres a mediados del siglo 19 y comienzos del 20, el mundo se escandalizó. Los hombres de entonces repudiaron la idea de perder sus privilegios y optaron por la opción más cómoda: ignorar y ridiculizar las exigencias de la comunidad feminista o bien silenciar y oprimir a las pocas voces que se alzaban con valentía.
En este sentido, uno de los acontecimientos que más contribuyeron a la lucha feminista en el siglo pasado es la creación del Primer Tribunal Internacional de Crímenes contra las Mujeres (PTICM) que nació durante la Conferencia Internacional Feminista de Frankfurt, en noviembre de 1974. La idea se consolidó el año siguiente, en una reunión internacional que tuvo lugar en París, donde se designaron las ocho integrantes del comité coordinador del tribunal.
Así, a diferencia de otras conferencias que promovían que la mujer tenía que encajar en el modelo patriarcal de justicia, lo destacable de este proyecto es que el PTICM buscó visibilizar los crímenes machistas y trató de romper los esquemas preestablecidos, dándole voz a las mujeres a través de un espacio construido por y para ellas.
Por su parte, el Tribunal tuvo lugar del 4 al 8 de marzo de 1976 –en el marco del día internacional de la mujer– en el Palacio del Congreso de Bruselas. Las participantes testificaron personalmente sobre los crímenes cometidos en contra de ellas, entre los cuales englobaban “la prohibición del uso de anticonceptivos, prohibición de abortar, esterilizaciones forzadas, clitoridectomía, episiotomía de rutina, matrimonios forzados, persecución de lesbianas, tortura, femicide, violaciones, mujeres golpeadas y prostitución en todas sus formas”.
El resumen de lo ocurrido en este Tribunal fue plasmado en el libro “Crimes Against Women: Proceedings of the International Tribunal”, editado por Diana E. H. Russell y Nicole Van de Ven, y publicado por primera vez en 1976. Entre otros aspectos, en este se destaca el riesgo por su vida que tuvieron que tomar muchas asistentes al acudir al Tribunal.
Así, para comprender el riesgo inminente al que estaban expuestas las asistentes por el simple hecho de congregarse y hablar entre ellas, basta saber que los registros de las participantes del PTICM fueron quemados para evitar la persecución de las mismas, pues muchos países intentaron comprar las listas para tomar represalias. De igual forma, en la mencionada obra se calcula que asistieron más de 2 mil mujeres de varias partes del mundo. Como no había mucho presupuesto, las intérpretes voluntarias no se daban abasto y muchas asistentes no pudieron disfrutar de las conferencias por las barreras de lenguaje.
Destacadamente, el Tribunal internacional estaba conformado no por jueces tradicionales, sino que las mismas participantes eran su propio juez. Discutir los crímenes a los que estaban sometidas las unió en una misma lucha. Así, el propósito de hablar sobre los crímenes cometidos en contra de ellas y compartir estrategias para su solución se cumplió. Ese día la humanidad ganó una experiencia y visibilización sin precedentes y, por supuesto, un antecedente importante para la lucha feminista.
En el tribunal, además, destacaron eventos como la participación de Simone de Beauvoir, quien impartió la conferencia inaugural del quinto día a través de una carta, donde enfatizó que era el momento de hablar entre ellas, de hablarle al mundo, el momento de traer a la luz la verdad vergonzosa que la mitad de la humanidad trataba de cubrir.
De igual forma, fue durante este primer tribunal que la psicóloga sudafricana Diana Russell le asignó una definición por primera vez al vocablo femicide ante el PTICM, del cual definió como el “asesinato de odio de mujeres perpetrado por hombres”. Dicho concepto sería retomado luego por incontables obras, y el cual nos ha llegado al español como femicidio/feminicidio.
En definitiva, este primer Tribunal marcó un antes y un después en la lucha feminista en pro de los derechos de las mujeres pues, por un lado, como señaló el eslogan del Tribunal, está claro que la “hermandad internacional es más poderosa” y se puede lograr mucho si los colectivos colaboran entre sí. Y por otro lado, abrió el debate sobre el femicidio/feminicidio como un delito autónomo y diferente al homicidio doloso, el cual en algunos países, 43 años después, aún no ha terminado.
Aunque hoy en día aún falta mucho por hacer en favor de la causa feminista, ver en retrospectiva logros como aquel primer tribunal internacional nos enseña que, después de todo, no es necesario tanto para iniciar grandes cambios. Siguiendo el ejemplo de nuestras predecesoras, se puede aportar algo a la comunidad desde muchos ámbitos para crear las condiciones favorables que permitan que un verdadero cambio suceda.
La autora es asistente de investigación del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH
Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH Derechos Humanos S. XXI