El dinamismo de la Pascua

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La Pascua es paso.
De muerte a vida. De pecado a gracia. De esclavitud a libertad. De oscuridad a luz. De enfermedad a salud. De debilidad a fortaleza. De tristeza a alegría. De carencia a plenitud, de crucifixión a resurrección…
Como segundo Adán, cabeza de la humanidad, el Hijo de Dios que es el Hijo del hombre, siendo inocente, toma sobre sí los crímenes de la humanidad y se ofrece voluntariamente como víctima. Hace suya la sanción que merecían los culpables y abraza la ignominia, la abyección de la flagelación, la burla de su reino por la coronación de espinas y el sacrificio cruento de la cruz.
La resurrección no es recobrar la vida temporal con sus limitaciones. Jesús resucita a la plenitud de una vida en que hay inmortalidad, impasibilidad, agilidad, sutileza y luminosidad porque su cuerpo está espiritualizado. Así como hizo suya nuestra muerte para vencerla, así también hace nuestra su victoria y nos instala en la esperanza de vivir como Él, en plenitud y eternidad.
Todo para ofrecer una salvación. Para que puedan ser perdonados quienes se acojan a la misericordia del Padre, reconociendo a Jesús como Señor, Maestro, Salvador y Hermano.
El dinamismo de la Pascua de Cristo se extiende a muchas vidas. Es la fuerza de la verdad, de la vida nueva y del amor que hace posible una vida digna y una convivencia justa y pacífica.
Ese misterio de la salvación sigue vivo y palpitante en todas las épocas. Se sigue dando la crucifixión en todo ser humano que es atropellado en sus derechos humanos. En el ciudadano burlado en su voto. En el trabajador a quien no se paga lo justo. Se da en el migrante que es tratado como delincuente y es excluido como basura. Está presente en el comercio de personas y en la vergonzosa esclavitud contemporánea.
Se sigue crucificando a Cristo en el adolescente sin orientación oportuna, en el niño a quien se niega su nacimiento, se profana su inocencia o se niega su capacitación para enfrentar la vida. En la mujer golpeada física, económica y legalmente. En el indígena que vive marginado como sobreviviente de un naufragio. Y es Pascua de resurrección todo esfuerzo liberador que consigue, en todo los ambientes, el reconocimiento de la dignidad humana sin excluir a nadie.
En el silencio del sábado, esperamos la vigilia pascual que nos renueva la noticia de que Cristo ha resucitado. Que Cristo vive y nos hace vivir vida nueva.
Es la alegría incomparable del dinamismo pascual que ofrece la mejor esperanza…