Fly me to the moon Vol. 1

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Si después de 50 años tiene dudas sobre la llegada del hombre a la Luna, hágase un favor y vea a los Cazadores de Mitos
Un amable lector me comparte:
“La primera persona que me dijo que eso (el alunizaje) no era cierto fue un amigo de rancho. Ya vive aquí (en Satillo, supongo), pero toda su vida fue en el campo, criando cabras, vacas y sembrando. Una noche de invierno en una buena plática junto a la fogata me preguntó: «¿A poco tú crees que llegaron a la Luna?».
“¡Ah, cabrón!, me dije. Mejor me hubiera preguntado por la Resurrección. Y le contesté que, según lo que había visto en la televisión y demás medios, pues sí creía. Recuerdo que me contestó: «¡No, amigo! Muy a huevo vuelan los aviones y se caen. La Luna está en casa de la chingada. ¡Cómo cabrones van a llegar! ¡Eso es puro cuento!».
“¡Quedé helado!”, concluye su anécdota mi amigable lector.
No podría reírme, ni siquiera hoy en día, del escepticismo del ranchero que estaba perfectamente justificado dada su experiencia. Formuló lo que se dice una duda razonable, partiendo de las deducciones obtenidas con su información disponible y de tan contundente hasta hizo dudar al buen amigo lector, que en aquellos días sólo disponía de la información de los medios y las borrosas imágenes televisadas del acontecimiento, lo que sin ningún problema se puede falsear (¿Verdad, Stanley?).
Si le agregamos al caldo del escepticismo el clima político de la época –la Guerra Fría, pues–, la circunspección podía hacer presa de quien fuera.
Todavía antes de la revolución digital era hasta cierto punto válido ser un conspiracionista del “Moon Hoax”, y digo hasta cierto punto porque los datos pertinentes allí han estado desde siempre, disponibles para cualquiera que tenga las ganas, el tiempo, la paciencia y la habilidad matemática para corroborar cada uno de los aspectos de la Misión Apolo, desde la aceleración, la velocidad y el peso a considerar para poner “el juguetito” en órbita, las fuerzas gravitatorias involucradas, la resistencia de los materiales, etcétera.
Pero hoy en día, que ni siquiera es necesario ir a una biblioteca porque todo está disponible en la red, menos nos queda eso de dudar a lo güey. Lo que pasa es que a nadie le gusta hacer la tarea y es más fácil ver “documentales” trasnochados de conspiranóicos que son, por lo demás, muy divertidos pero hasta allí, no se les puede tomar con mayor seriedad que a un Maussan.
Recuerde que a Eratóstenes le bastó la sombra de dos columnas (y muy buena aritmética) para calcular la circunferencia de la Tierra, doscientos años antes de Cristo Yisus.
Si después de 50 años tiene dudas sobre la llegada del hombre a la Luna, hágase un favor y vea a los Cazadores de Mitos (tienen un capítulo completo al respecto).
Pero si aun así insiste en que todo fue un montaje, hágase un favor todavía más grande y guárdese sus sospechas. No comente esas dudas con nadie y busque amor con los terraplanistas.
Era la del ranchero, ya le digo, una duda muy razonable; después de todo se había pasado la vida entre chivas y vacas, sin señal de WiFi y sus conocimientos sobre aeronáutica se limitaban al avión que veía surcar el cielo serrano de vez en vez.
Pero ni usted, ni yo, ni nadie tenemos ya excusa como para andar creyendo embustes, por bien elaborados que estén. Aunque luego hay unos que hasta vergüenza dan de lo mal cocinados y, sin embargo, no les faltan seguidores.
Las patrañas se alimentan de las puras ganas de creer de la gente. Por favor, sea usted cauto y tenga cuidado con lo que escoge para entregarle el voto de su confianza. Verdad sólo hay una y esa no está para complacer a nadie.
Qué fácil se nos hace a veces replicar información dudosa sólo porque nos otorga la razón o nos da argumentos para apuntalar nuestra opinión. ¡Por lo que más quiera, evítelo!
Y dado que no va a realizar toda la investigación necesaria para corroborar o desmentir un hecho complejo, deje que los profesionales lo hagan por usted, es decir, recurra a medios profesionales bien acreditados.
Una empresa informativa seria no es perfecta, tiene vicios e intereses atravesados, pero cuando su importancia rebasa cierto punto, tiene entonces demasiado que perder como para arriesgarse con la publicación de una mentira que no soporte el escrutinio.
De allí que es muy lesivo para nuestra incipiente democracia y para la sociedad en general el andar compartiendo notas de portales informativos patito, que un día desaparecen y al día siguiente resurgen con otro nombre.
Por mucho que ame a AMLO, o por mucho que le aborrezca, se lo suplico encarecidamente, sea cuidadoso y sobre todo responsable con lo que replica y comparte. Vale para ambos bandos la recomendación de no ser necio.
Corroborar hechos puede ser complicado, extenuante y costoso en términos de tiempo y dinero. Pero no está sólo, hay gente trabajando en verificar todo el tiempo lo que dicen nuestros gobiernos. Y si lo prefiere, remítase a las fuentes, coteje; sea inquisitivo, dude, sí, pero sepa cómo formular una duda y cómo resolverla. No es por supuesto una invitación a que crea ciegamente en lo que se nos dice, pero sí a que utilice el sentido común y juzgue los datos de quien los ofrece.
Una anomalía saltaría a la vista, por más giros noticiosos perversos que se le den. Jerarquice también a los medios informativos de acuerdo con su congruencia con la realidad, no con lo mucho que le complazcan sus encabezados.
Y ahora que establecimos, no que el hombre llegó a la luna sino que sería prácticamente imposible ocultar una conspiración de esa magnitud, pasamos al verdadero comentario de estas reflexiones, pero ya será el próximo jueves.
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