México, donde la juventud se disuelve (literal) en ácido
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Imagino que en cualquier lugar del mundo esto tendría que ser un escándalo.
Tres estudiantes: Salomón Aceves Gastélum, 25 años; Jesús Daniel Díaz, 20 años; Marco Ávalos, 20 años. Anhelaban ser cineastas, inscritos en una universidad de Guadalajara, México. Me los imagino perfecto: el entusiasmo de hacer tus propias películas, de contar tu versión de la vida. Y Guadalajara es EL lugar: apenas unas semanas antes andaba por ahí el tapatío Guillermo del Toro, con sus premios Óscar en la maleta, incitando a los jóvenes a hacer, a no dejarse, a contar sus historias, a chingarle, a vencer las barreras. Así me imagino a Salomón, Daniel y Marco: vamos a filmar, nos prestan una casa aquí cerca, en Tonalá, una película de terror, ¡vamos! Y ahí fueron, sin saber que vivirían su propia historia de terror.
El 19 de marzo ya no se supo de ellos. Pasan los días, se suceden movilizaciones y reclamos. Estamos investigando, ataja Aristóteles Sandoval, gobernador del estado, las protestas mientras inaugura un festival de tecnología para jóvenes. ¡Vaya paradoja! Todo en esa ciudad, en ese estado. Pasan los días, las familias quebradas, los amigos desesperados. Hasta que la Fiscalía estatal suelta la bomba: tenemos indicios de que confundieron a los tres jóvenes como pertenecientes a un cártel rival, los asesinaron y diluyeron sus cuerpos en ácido.
Diluyeron sus cuerpos en ácido.
Diluyeron sus cuerpos en ácido.
Imagino que en cualquier lugar del mundo esto tendría que ser un escándalo. Tres jóvenes estudiantes, secuestrados por error, asesinados y sus cuerpos diluidos en ácido. ¿Cómo puede una sociedad procesar algo así?
Guillermo del Toro se lamenta en Twitter: "Las palabras no alcanzan para entender la dimensión de esta locura. 3 estudiantes son asesinados y disueltos en ácido. El 'porqué' es impensable, el 'cómo' es aterrador." Los jóvenes toman las calles en Ciudad de México y en Guadalajara. Gritan, se retuercen de dolor, se niegan a reconocer que esa es su realidad, se rehúsan a aceptar las titubeantes conclusiones de la Fiscalía del estado: si solo tienen indicios, ¿cómo sabemos que en verdad diluyeron ahí los cuerpos? Brotan otra vez las cifras: son miles los desaparecidos en Jalisco (muchos miles más en el resto del país), y la maldad parece cebarse con rabia en los jóvenes menores de 30 años. Como si fuese una manda: hay que acabar con la juventud. Usarla, exprimirla, extorsionarla, esclavizarla, asesinarla, desaparecerla. Si es necesario, diluirla en ácido. Porque no se trata únicamente de Salomón, Daniel y Marco. Su desaparición abrió una llaga inmensa en la clase media que se sentía a salvo. Pero la realidad es que en el estado, en México, ser joven es ser presa de muerte.
Imagino que en cualquier lugar del mundo esto tendría que ser un escándalo. En este país, la vida sigue. Se impone la normalización, regresas a la escuela, al trabajo, haces como que nunca sucedió, dejas de pensar en que tres cuerpos jóvenes fueron diluidos en ácido, se vuelve noticia vieja, renuncias a buscarle sentido al mal, tratas de sobrevivir.
En las esferas del poder la empatía está ausente. El presidente Peña Nieto tarda más de 24 horas en reaccionar por Twitter. Queda claro que no entendió la lección de Ayotzinapa. Eso sí, a tiempo había tuiteado la solidaridad del pueblo mexicano con el canadiense por el atentado en Toronto. ¡Hay prioridades! Los candidatos presidenciales apenas usan el hashtag #NoSonTresSomosTodxs. El secretario de Gobernación afirma que "pues así son los tiempos que corren", mientras las autoridades de Jalisco solo alcanzan a balbucear "estuvieron en el lugar equivocado y en el momento equivocado".
¡Carajo!
El lugar equivocado y el momento equivocado es que me atropellen, por ejemplo. Pero no que tres estudiantes de cine vayan a hacer una tarea, los secuestren, los asesinen y diluyan sus cuerpos en ácido. ¿Cuántos de esos lugares y momentos equivocados hay en este país sin que sepamos siquiera leerlos?
Imagino que en cualquier lugar del mundo esto tendría que haber sido un escándalo. En México parece ser solo más de lo mismo.
Y luego hay quienes se sorprenden de que haya mal ánimo social.