Midiendo la humanidad

Politicón
/ 6 enero 2019

La lucha por el reconocimiento y vigencia de los derechos humanos tiene una larga trayectoria en tiempo y espacio. Basta recordar los movimientos sociales impulsados en distintas épocas y lugares del mundo por defensores de derechos humanos como, Emmeline Pankhurst Goulden, Mahatma Gandhi, Martin Luther King Jr., Nelson Mandela, entre muchos otros que les han precedido y otros tantos que hoy siguen en pie defendiendo desde diversos escenarios la libertad y el derecho a la diversidad en nuestro ser y estar.

Gracias a la entrega de la vida e incluso la sangre de todas estas personas, hoy gozamos de muchos derechos que nos permiten una mejor calidad de vida respecto del pasado, e incluso en las distintas luchas por los derechos humanos que se sostienen en el presente esa misma es la expectativa.

Como consecuencia no es extraño que el discurso de los derechos humanos haya permeado en la política de diversas latitudes como un llamado a la unidad e igualdad en la diversidad. Esto ha trascendido al plano de la administración pública, de tal suerte que actualmente no se concibe una buena gobernanza que no provea lo necesario para la tutela y garantía de los derechos humanos.

Lo anterior ha traído consigo una nueva interrogante: ¿Cómo debe una buena gobernanza integrar los derechos humanos?

No sólo importa si un gobierno cuenta con un programa de derechos humanos, sino que también: 1) si los principios de los derechos humanos guían su actuar de forma transversal, y 2) si realmente existe un proyecto que apunta hacia la progresividad de estos.

De lo contrario, atendiendo al primer supuesto podría caerse en una dinámica en la que la acción pública—aún aquella efectuada para promover los derechos humanos—, termine por convertirse en expresiones excluyentes que derivan en la inoperatividad y/o discriminación institucional. O bien, en el segundo supuesto, podría truncarse el avance de los derechos humanos por falta de una planificación adecuada al carecer de claridad respecto de su situación real.

Conforme al escenario anterior, los derechos humanos encuentran cabida en el plano discursivo, pero no logran trasladar su fuerza para impactar como debiese la vida de todos.

En este sentido, se concreta otra pregunta que trasciende a las problemáticas que subyacen a la primera que hemos planteado: ¿Qué podemos hacer para velar por el respeto, garantía y progresividad de nuestros derechos humanos?

Yo respondería: Medir la humanidad. Sí, cuestionar y evaluar qué tan humanos son todos esos programas y proyectos públicos y sociales que afectan nuestras vidas.

La labor no es fácil, pues se requiere el estudio de la normativa internacional y nacional de los derechos humanos, como la generación de indicadores acordes a cada contexto, pero sobre todo se requiere la participación de una sociedad crítica capaz de defender sus derechos con estas nuevas herramientas.

Estas herramientas para medir, pero sobre todo defender los derechos humanos, si bien son recientes comienzan a hacer eco, puesto que, aunque muchos se opongan cada vez se hace más patente la posibilidad de medir los derechos humanos y, por tanto, el grado de humanidad que entraña una acción.

El eco ha sido tan fuerte que incluso ya hace algunos años ha comenzado a pugnarse por esto desde instancias internacionales como la ONU. No obstante, no hay fuerza más importante que la de la sociedad misma, así que, por nuestros derechos, y por respeto a la lucha de todos aquellos por quienes ahora les tenemos, defendamos nuestros derechos humanos midiendo, criticando, y socializando el grado de humanidad con la que quien nos rodea, e incluso nosotros mismos somos tratados..

Puesto que como señaló Nelson Mandela: “Privar a las personas de sus derechos humanos es poner en tela de juicio la propia humanidad”, así que no a la privación o disminución de nuestros derechos humanos, y sí al respeto a nuestra humanidad, al final todos somos uno con los demás.

La autora es investigadora del Centro de Estudios Constitucionales Comparados de la Academia IDH

Este texto es parte del proyecto de Derechos Humanos de VANGUARDIA y la Academia IDH

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