Muros e ignominia

Politicón
/ 10 noviembre 2019
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Hace 30 años, un día como hoy, cayó el Muro de Berlín. Miles de personas comenzaron a destruirlo con sus propios y variados medios. Las imágenes quedarán para siempre en la memoria. Hoy sólo se conservan algunas partes para recordar la ignominia.

El Muro de Berlín parecía que iba a ser el último. Que a nadie más nunca se le ocurriría que un muro puede frenar el fluir de las personas. Un empeño por dividir el Este y el Oeste, el Norte y el Sur, como si los puntos cardinales no sólo sirvieran para orientarnos sino para separarnos y mantenernos divididos.

El Muro de Berlín se construyó por alrededor de 52 mil personas en agosto de 1961. A toque de silbato comenzaron a colocarse uno a uno los ladrillos ante la estupefacción de Konrad Adenauer, el entonces canciller alemán y Willy Brandt el alcalde de Berlín. Aunque se conocían algunos informes de inteligencia sobre su posible construcción, sorpresivamente comenzaron a levantarlo. La puerta de Brandenburgo fue tapiada y dejó de ser puerta. La barrera tardó en pie 28 años. La parte que dividía la ciudad tenía una longitud de 45 kilómetros y no se conoce con precisión el número de personas que murieron al intentar cruzarlo. El nombre del último que lo intentó si se conoce. Fue Chris Gueffroy; tenía 21 años. El muro caería 9 meses más tarde.

Las dos Alemanias se reunificaron cuatro décadas después del fin de la segunda guerra mundial. La reunificación se firmó oficialmente el 3 de octubre de 1990. Los principales actores del fin del llamado bloque socialista y del Muro de Berlín ya están muertos. Solo sobreviven Mijail Gorvachov de 88 años y Lech Walesa de 77.

Helmut Kohl, el entonces Canciller de la Alemania Federal y después de la Alemania reunificada, murió en junio del 2017. Erich Honecker falleció en Santiago de Chile el 29 de mayo de 1994. George Bush, murió en noviembre del 2018; Margaret Thatcher en abril del 2013, el Papa polaco Karol Wojtyla en abril del 2005. Todos, de alguna manera, fueron artífices de lo que se creía imposible.

Dos años antes, Win Wenders creó la obra maestra de la cinematografía que conocimos como "Las Alas del Deseo" o "el Cielo sobre Berlín". Las tomas aéreas permiten ver el Muro en toda su extensión. Dos años después no existiría. Parecería que los ángeles de Wenders —que en el filme no podían cambiar los deseos de los humanos— sí hubieran podido armonizar las voluntades de los políticos de entonces.

Después de que las fuerzas políticas se reacomodaron con el fin de la guerra fría, parecía que ya no iba a haber contrapesos porque la Unión Europea y los Estados Unidos jugarían en el mismo bando.

La geopolítica se rehízo. Alemania adquirió gran fuerza y total liderazgo en Europa. Mientras tanto, en América Latina se sintieron y resintieron los efectos. La Europa del Este fue prioritaria y se postergaron muchos proyectos para Latinoamérica que con los modelos neoliberales continuó agravando más, en cada uno de los territorios, las brechas de desigualdad y generando la migración concomitante.

En el 2016, Donald Trump ganó la presidencia de los Estados Unidos con un discurso de odio y anunció la construcción de un muro en la frontera con México —que tiene poco más de tres mil kilómetros—. Por esa frontera no solo cruzan mexicanos; es un paso de centroamericanos, asiáticos y africanos. A diferencia del de Berlín, el muro de Trump sí ha sido un muro anunciado. Enormes piezas serán colocadas en una frontera de por si poco franqueable. Girones de vida han quedado por décadas entre las cactáceas del abrasante desierto con el dolor multiplicado más allá de las fronteras.

El muro de Berlín cayó hace 30 años pero, curiosamente, en la mente de muchos sigue ahí; el muro de Trump todavía no existe y en la mente de muchos, desafortunadamente, ya está construido.

@leticia_bonifaz

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