Ordenamiento urbano y descentralización
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Arranca el año 2019 con nuevo gobierno a nivel federal y local. Siempre al inicio de una administración vuelve la esperanza de que se vaya a fondo en la solución a los graves problemas de la Ciudad de México.
Como cada año, trataré en este espacio de analizar algunos de los aspectos que considero importantes y urgentes para mejorar la calidad de vida de los capitalinos y a la vez, proponer soluciones prácticas que ayuden a los responsables del gobierno en distintas áreas.
Siempre empiezo con un tema fundamental que se refiere al ordenamiento ecológico territorial como el instrumento de política ambiental cuyo objetivo se dirige a regular los asentamientos humanos y las actividades productivas acordes a la vocación de los usos del suelo para lograr la protección del medio ambiente y el aprovechamiento sustentable de los recursos naturales.
Desde la creación de la Secretaría del Ordenamiento Urbano y Ecología (Sedue) en 1982, el tema central ha sido la necesidad de establecer orden en el desarrollo urbano conforme al crecimiento demográfico.
Los esquemas de planeación del ordenamiento ecológico territorial están bajo la responsabilidad de las secretarías de Medio Ambiente, de Desarrollo Social y ahora de la reciente Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu). Al final, la planeación urbana de la Ciudad de México debe respetar el ordenamiento ecológico territorial.
En la capital esto no ha ocurrido y por el contrario, se han roto todos los límites de sustentabilidad: la sobrepoblación está por encima de las capitales del mundo; nos estamos quedando sin agua debido a la sobreexplotación de los acuíferos y a una pésima administración.
La movilidad está colapsada por mala planeación y la necesidad de un transporte público eficiente y capaz; se destruyen áreas verdes y bosques porque se sigue presionando a un crecimiento donde ya no es posible autorizar más vivienda.
El crecimiento explosivo de la capital y la zona conurbada en los últimos 60 años es consecuencia del sistema político nacional basado en un presidencialismo exacerbado, con la concentración de decisiones y acciones por parte del gobierno federal. Esta situación es contraria al pacto federal contenido en la Constitución y es difícil de creer que éste haya sido violado siempre.
La jefa de Gobierno propone poner límites al crecimiento horizontal y recuperar áreas verdes, bosques y zonas de recarga, lo cual es muy bueno. A la vez, el presidente ordenó la descentralización de secretarías de Estado. La intención también es buena, pero la estrategia —desde mi punto de vista— es errónea.
México, primero que nada, debe fortalecer el federalismo, devolviendo responsabilidades a los estados y municipios. La verdadera descentralización se da en el desarrollo regional con la promoción subsidiaria de proyectos e inversiones a nivel local. El gobierno federal debe mantenerse en la capital, sede de los poderes federales. De poco sirve sacar las secretarías a otros estados, lo cual, al final, va a resultar mucho más oneroso e ineficiente.
Otro aspecto fundamental en la planeación urbana de la Ciudad es el tema de los subsidios. Por razones complejas asociadas al centralismo político, la capital presenta los mayores subsidios del país. Basta hacer una revisión rápida a las tarifas del transporte público, del agua potable y de la energía para constatar que en la capital se paga mucho menos por los servicios que en cualquier otra ciudad del país. Si cruzamos cualquier alcaldía de la Ciudad de México hacia los municipios del Estado de México, podremos constatar tarifas de agua cuatro o cinco veces por arriba de las que pagamos aquí.
Considero imprescindible la total coordinación de las políticas del gobierno federal con el de la capital de la República. Estamos realmente al límite y no hay espacio para errores.
@JL_Luege