Para no olvidar: Aprendizajes post-COVID-19 (II)

Politicón
/ 13 mayo 2020

El COVID-19 nos deja aprendizajes a todos los niveles. A nivel personal permite revisar nuestras vidas, prioridades y valores. A nivel macro cuestiona el estilo de vida y el modelo de civilización.  También permite aprender en aspectos sociales, económicos y políticos. A esto dedico estas colaboraciones.

En colaboración anterior (EL UNIVERSALl 5/5/2020), inicié por algunos aprendizajes sobre el sector salud que no podemos olvidar una vez que pase la emergencia:

1) Tener un sistema público de salud que funcione bien debe ser la prioridad nacional número uno. Que sea accesible para todas las personas y cuente con presupuesto suficiente.

2) La salud es un derecho humano, no puede depender de la condición laboral. Hay que desvincular el acceso a servicios públicos de salud de la afiliación a la seguridad social contributiva.

3) La prevención salva vidas. Saber qué hacer (hasta cómo estornudar) y aplicar medidas específicas para evitar la enfermedad, puede aplicarse no solo para el Covid-19, sino a muchas otras enfermedades.

Continúo las reflexiones sobre el sistema de salud. Tampoco debemos olvidar la importancia de identificar y evitar los factores de riesgo, de la detección oportuna para evitar complicaciones, de la calidad en la atención de los servicios de salud y sobre sus costos.

4) La comprensión del riesgo y como reducirlo es indispensable para evitar complicaciones. En esta pandemia todos somos población en riesgo, pero aprendimos que había personas con mayor riesgo para padecer complicaciones: personas mayores o con otras enfermedades. Reducir el riesgo y actuar

5) La detección oportuna de enfermedades evita complicaciones, dolor y costos. En esta emergencia la detección oportuna además reduce contagio. El primer paso fue saber diferenciar entre síntomas de gripa, y otras enfermedades respecto del COVID-19. Y sigue pendiente el problema de portadores sin síntomas. Pero al menos quien tuvo algún síntoma buscó de inmediato detectar si podría tener el virus.

Así debería ser ante todas las enfermedades. La detección oportuna es aún más valiosa para enfermedades crónico degenerativas, aunque no sean contagiosas. Para diabetes, hipertensión y tumores (cáncer) la oportunidad en detectar hace la diferencia en la calidad de vida, en los años de vida y entre la vida y la muerte. Y también hace la diferencia en el costo, atender la enfermedad en las primeras fases siempre será menos costoso que en su fase de complicaciones.

6) La salud depende de la calidad de la atención. No basta tener acceso a los servicios de salud, se requiere atención de calidad. Sobretodo que el diagnóstico y el tratamiento sean correctos y oportunos. Una parte sustancial de las complicaciones médicas y la muerte se presentan en pacientes hospitalizados o bajo tratamiento. Esto es inaceptable. Y es totalmente evitable si además de acceso se da prioridad a la calidad de la atención y a procesos para garantizarla y mejorarla.

7) Un último aprendizaje es transparentar el costo de la atención de la salud. Dado que “la salud no tiene precio”, el abuso tiene mucho espacio para lucrar con la necesidad y el dolor. Así se inflaron costos de respiradores y hasta de cubre bocas. Más allá del COVID-19, urge saber cuánto cuesta cada tratamiento, e incluso que se informe a pacientes y familiares si hay otras alternativas. Además se requieren medidas de transparencia en los hospitales privados para evitar los sobrecostos derivados de estudios redundantes, de cirugías evitables o de recetas de medicamentos más caros o no indispensables.

La crisis sanitaria permite aprendizajes también sobre aspectos económicos y sociales que espero abordar en la próxima colaboración.

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