¿Realmente somos diferentes hombres y mujeres?, feminismo imparable

Diez mujeres asesinadas cada día en México durante 2019 es un costo que ningún país debe pagar por ninguna razón

Politicón
/ 23 febrero 2020
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Hombres, mujeres; machos, hembras; sexo, género…

¿La división entre hombres y mujeres es un producto de la imaginación humana, o es una división natural con profundas raíces biológicas? Y si realmente es una división natural, ¿existen explicaciones biológicas para la preferencia social y económica que se da a los hombres sobre las mujeres?

El historiador israelí Yuval Noah Harari, plantea preguntas como las anteriores en “De Animales a Dioses”, un inaudito best-seller por cuanto se trata de un texto de no ficción que provoca más preguntas que las respuestas que ofrece.

Una lectura o reelectura al libro del profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, es pertinente pues puede servir como un ángulo distinto para analizar la creciente, incontenible, incompresible, ensordecedora movilización de mujeres en todo el mundo, que han lanzado un ¡ni una más! porque ya no están dispuestas a seguir siendo el blanco de una irracional violencia en su contra.

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Crímenes inconcebibles como el de Fátima o Karol Nahomi de apenas la semana que se va, desataron una rabia contenida en mujeres, pero también en hombres, y ha crecido con tal ahínco que este feminismo ya puso fecha, el 9 de marzo próximo, para realizar un inédito paro nacional contra el machismo.

La sacudida también movió al presidente Andrés Manuel López Obrador que, con mal tino, en lugar de frenar el movimiento, desató reacciones que no son bien vistas en Palacio Nacional.

Y es que, durante el último siglo, los roles de hombres, mujeres; machos, hembras; sexo, género… se han ido modificando de manera extraordinaria.

Hay cada vez más sociedades que otorgan derechos legales y políticos, además de oportunidades similares entre hombres y mujeres.

La brecha de género aún es enorme, pero los cambios en los cuatro puntos cardinales del planeta son innegables.

“Algunas de las disparidades culturales, legales y políticas entre hombres y mujeres reflejan las evidentes diferencias biológicas entre los sexos”, reflexiona Noah Harari.

Alrededor de esta cuestión dura y universal, cada sociedad ha acumulado ideas y normas culturales que tienen poco qué ver con la biología.

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Las sociedades asocian una serie de atributos a la masculinidad y a la feminidad que, en su mayor parte carecen de una base biológica firme.

La cultura tiende a aducir que solo prohíbe lo que es antinatural. Pero desde una perspectiva biológica, nada es antinatural.

Los conceptos “natural” y “antinatural” no son biológicos, sino de la teología cristiana afirma el historiador: “La mayoría de las leyes, normas, derechos y obligaciones que definen la masculinidad o la feminidad reflejan más la imaginación humana que la realidad biológica”.

Biológicamente, abunda, los humanos se dividen en machos y hembras. El Homo sapiens macho posee un cromosoma X y un cromosoma Y; la hembra tiene dos cromosomas X.

Pero “hombre” y “mujer” denotan categorías sociales, no biológicas. Así, “sexo” es una categoría biológica, y “género” una categoría cultural.

Un obvio cuestionamiento es, entonces, porque las sociedades patriarcales parecen ser más valoradas que las matriarcales.

En efecto, el patriarcado ha sido norma en casi todas las sociedades agrícolas e industriales y ha resistido los cambios políticos, revoluciones sociales o transformaciones económicas.

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Pero -más preguntas-, sí es una condición tan universal, ¿cuál es esa razón biológica por la que casi todas las culturas valoran más la masculinidad que la feminidad?

La hipotesis más común es la que señala que la potencia muscular del hombre, su fuerza física, ha obligado a las mujeres a someterse. Además, la fuerza permite al macho labrar y cosechar con más efectividad que las hembras.

En contraste las mujeres son más resistentes al hambre, la enfermedad y levantar pesos más pesados. Como se ve, no existe una respuesta clara.

El predominio político rara vez es mayor que quien tiene la fuerza física, son las habilidades sociales las que están más cerca del poder político, que la musculatura.

Otra teoría coloca a la agresión, no a la fuerza, como la clave del domino sexual.

En realidad está revisión a salto de mata de la historia humana vuelve a recordarnos que, como especie animal, los seres humanos tenemos todavía muchos retos que superar para vencernos a nosotros mismos.

Tenemos una certeza: la Vida de mujeres, niños, ancianos y hombres sigue siendo un valor que no debe perderse.

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