Traductores esclavos
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Traducir es trasladar. En el sentido más literal de la palabra, es llevar algo de una lengua a otra. Pero hay muchas más formas de traducción. En el mundo cibernético, dominado por la cultura y la lengua anglosajonas, una forma común de traducción consiste en trasladar las ideologías producidas en las diversas esferas del poder suave estadounidense a otros contextos nacionales y regionales (no necesariamente traduciéndolas a otros idiomas) por medio de la plataforma de internet.
Buena parte de la producción cibernética actual, en todo el mundo, desde el más sesudo artículo hasta los tuits más necios, traduce, ladrillo por ladrillo, esas ideologías. Nuestros mensajes de texto y participaciones en línea están remachados con los acrónimos: lol, wtf, wya. Nuestros argumentos, engrapados con conceptos prestados. Nuestro humor: el meme. No me declaro libre de culpas. Sólo me pregunto qué tanto nos sirve el aparato ideológico anglosajón como marco exclusivo para pensar y entender el resto del mundo, y qué tanto estamos todos al servicio de él. Me parece que se trata más bien de lo segundo: somos traductores esclavos –sin goce de sueldo– de un gran texto que ni nos incluye ni nos oye. El argumento no es contra la mezcla de lenguas y culturas. No creo en el purismo lingüístico, ni en ninguna otra forma del purismo. Al contrario, creo que en las formas híbridas están las semillas más ricas de cambio y creatividad lingüística. La mezcla y el sincretismo renuevan, dan nueva vida, transforman y reavivan. Pero la forma en que los conceptos del mundo anglosajón permean, por ejemplo, todo el español actual –y sobre todo el español que leemos en internet– se parece menos a un intercambio de aguas que resulta en un idioma híbrido y más a una lenta y definitiva conquista ideológica.
En su significado original, descrito en “El Gen Egoísta” (1976), de Richard Dawkins, un meme es una idea o comportamiento que se reproduce. Un meme, como un gen, pasa de persona a persona y constituye la unidad básica de la “evolución cultural”. Quizá haya que poner un ya basta frente a los grandes memes de la cultura de internet anglosajona. Desconfiar de cada uno, sí, sólo porque la historia ha demostrado que reproducir ideas sin cuestionarlas puede ser muy peligroso. Decir, a veces: no mamemos (en traducción tenochca); no me mandes fruta (en porteño); free Mamelodi (en sudafricano); fa fa fa far from your meme (en Talking Head). Traducir es trasladar. Pero hay que trasladar con conciencia crítica, ironía, llenos de dudas. La dominación empieza por el lenguaje. Pero la resistencia también.