Un ejercicio democrático: El Debate

Hace 57 años, el 26 de septiembre de 1960, para ser precisos, hubo un debate que cambió el curso de la historia de un país. El joven candidato demócrata, John F. Kennedy, frente al sagaz y experimentado candidato republicano, Richard Nixon. Desde la ciudad de Chicago, el mundo pudo ver el primer debate televisivo entre dos aspirantes a la Presidencia de los Estados Unidos. A partir de ese evento, en el que el ganador indiscutible fue Kennedy, la televisión avanzó para convertirse en el instrumento más importante de la propaganda política.

Hoy día ya se da en muchas partes del mundo, también en México. Todavía hay mucho camino que andar, porque los televisados sólo se centran en las candidaturas presidenciales. A más de que entraron con calzador en la legislación electoral. Yo espero que un día la educación y la formación impartidas a las nuevas generaciones, conduzcan a que sea a través de debates televisivos, como se determinen la llegada de los candidatos a los cargos de elección popular. Pero mientras tanto hay que ir construyendo el camino.

Los debates son los espacios ad hoc para que los aspirantes presenten propuestas y fijen sus posiciones ante los temas de interés nacional, que tienen trascendencia en la vida pública del País, y que además lo hagan en forma igualitaria, transparente y absolutamente neutral.

Con los debates se promueve el ejercicio del sufragio en forma consciente, partiendo de información que proporciona el propio aspirante, de viva voz y de frente. Los aspirantes, además de que dan a conocer sus ideas, tienen la oportunidad de discutirlas y de acceder a la réplica y contrarréplica con sus adversarios de contienda. Le permiten además, al elector, hacer un comparativo de las mismas y detectar si lo propuesto es lo que se requiere para solventar problemáticas y necesidades del País. Y algo muy, pero muy relevante, dada la realidad de nuestra patria, contribuyen a combatir el infausto clientelismo, tan utilizado para promover el voto a favor de un candidato.

Los debates son una especie de campaña electoral exprés, llevan al presentarse en ese cara a cara, sin intermediarios y en un mismo escenario, a los aspirantes, a que el votante indeciso decida y a “moverle el tapete” al del adversario. Por otro lado, el elector puede evaluar su capacidad de comunicación, su fluidez discursiva, su capacidad, sus conocimientos, su control de nerviosismo, como interactúa con sus adversarios, el uso del lenguaje corporal. Haga usted de cuenta, haciendo una analogía, es una especie de entrevista de trabajo ante la sociedad a la que está solicitándole oportunidad para representarlo. 

Justo cuando esto escribo, acabo de salir del debate organizado por el INE a través del Consejo Local de Coahuila, en coadyuvancia con el Consejo Cívico de las Instituciones de Coahuila y la Universidad La Salle, entre quienes aspiramos por el principio de mayoría a ser los representantes de Coahuila en el Senado de la República, para los próximos 6 años. Mi reconocimiento a este esfuerzo compartido.

Los debates serán parte de la idiosincrasia de los mexicanos si se trabaja de manera intensa en una asignatura a la que hace mucho tiempo dejó de dársele el peso que le corresponde en la curricula escolar: Civismo. Necesitamos recuperar el papel de la educación en la formación cívica. Con ella se educa para la democracia, se forma pensamiento crítico constructivo y se promueven los valores que nos hacen integrarnos como nación. 

México necesita que su pueblo se interese en la cosa pública por eso la educación juega un papel sine qua non. Es importante que los debates sean actividad obligatoria, pero a todos los niveles, federal y local. Los debates son un derecho ciudadano, no un regalo de los partidos, ni de los órganos electorales. Los debates fortalecen la democracia.

Enhorabuena por los organizadores. Y muchas gracias a quienes hicieron favor de asistir al que tuvo lugar para escuchar a quienes aspiramos al Senado de la República.