Véndele al cerebro y eleva tus ventas

Politicón
/ 4 noviembre 2019

Hace días, después de cerrar una negociación, recordé cuando años atrás me buscó –muy emocionada– una alumna, para compartirme el libro Guía sencilla, divertida y picante para el juego de la seducción Por qué los hombres aman a las cabronas De tapete a chica de ensueño. Comprendí que se sentía vulnerable en el tema de relaciones de pareja, estaba desesperada buscando respuestas a su último fracaso y planeando cómo agenciarse un novio que no le pusiera el cuerno.

El libro explica por qué un hombre que está interesado en una mujer y la persigue hasta conquistarla, puede desinteresarse tras el intercambio sexual. Nuestra esencia es la misma desde hace millones de años: el hombre es cazador por naturaleza y disfruta más la cacería (conquista) que a la propia presa (mujer) cazada; cuando atrapa se calma, pero al regresar el hambre (deseo sexual) vuelve al acecho (con otra mujer; o con la misma, si aún le resulta interesante).

El hombre típico no solo es cazador, también es proveedor y protector; pero, si no juega esos roles (por un feminismo y/o empoderamiento mal entendidos de la mujer, por ejemplo), huye despavorido buscando reafirmarse –en otro lugar, claro– como lo que le es imprescindible ser. Por su parte, la mujer típica es la presa a la que hay que cazar cada día; además de que es receptora, procreadora, administradora, empática y sociable.

No pretendo dar mi opinión respecto a relaciones entre hombres y mujeres con base en estudios científicos llevados a un libro comercial; lo que quiero es destacar nuevamente la similitud de cacería existente entre vendedor y cliente, como en: https://vanguardia.com.mx/articulo/el-juego-de-la-seduccion.

 

El empresario y/o vendedor va tras su presa (cliente), la caza y a la vez le provee y protege. Mientras que el cliente no solo quiere ser cazado sino recibir lo que su mismo cazador puede proveerle (calidad en bienes o servicios, así como en la atención). Pero, recordemos que así como el cazador va de presa en presa, el cliente tiene una amplia gama de proveedores que pueden cubrir sus necesidades.

Desmárcate del resto de los cazadores con neuroventas. La neurociencia ha descubierto que consumimos productos y/o servicios por dos razones poderosas: para llenar vacíos emocionales y para aminorar o eliminar miedos. Es justo cuando nuestro maravilloso tricerebro (reptiliano, límbico y neocórtex) se pone en juego para llevar a cabo la adquisición.

Mientras que el cerebro reptiliano (subconsciente) se ocupa de la decisión de compra instintiva, que garantiza la supervivencia; el cerebro límbico (inconsciente) establece la decisión de compra emocional, que cubre vacíos emocionales; y el neocórtex (consciente) decide racionalmente: es la parte a la que le interesa la inversión de  dinero y los beneficios tangibles.

Ejemplo: venta de una casa. El cerebro reptiliano quiere casa para sobrevivir: resguardarse y proteger al consumidor y a su familia de inclemencias del clima y otros peligros. Por su parte, el cerebro límbico desea cubrir con el bien inmueble necesidades emocionales: unión, convivencia y amor familiar. Y al cerebro neocórtex le importa cuánto cuesta la vivienda, si es más grande que la actual, o qué tan cerca está del trabajo o escuelas de hijos para economizar.

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