¿Quiénes padecen el síndrome de Estocolmo?
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La comprensión es una facultad humana para la percepción de la realidad; es tener ideas claras sobre esta; es observar e interpretar la profundidad del contexto y del entorno. Pues bien, la posición política de la derecha partidista, mediática y académica en nuestro país se sitúa desde la ausencia de comprensión de la sociedad mexicana en su conjunto, es decir no alcanzan a vislumbrar la realidad del entorno político, económico y social.
Desde la visión reaccionaria toda opinión, participación u organización que esté a favor del gobierno federal, y en específico del presidente Andrés Manuel López Obrador, está equivocada, pero no tan solo por la preferencia, sino porque esta se origina en la distorsión psicológica de más de 65% de la población, que no tiene capacidad de discernimiento. Así, sin autoanálisis, la derecha se considera poseedora de la verdad absoluta.
El pasado 12 de noviembre, Vanguardia publicó una joya de opinión, “El síndrome de Estocolmo”, autoría del flamante presidente de la Academia Mexicana de la Comunicación, donde afirma: “En esta situación de opresión y daño... la víctima... se acostumbra a ella y empieza a admirar a su opresor... relación tóxica en que el oprimido no pretende salirse de ella”. Este síndrome se presenta cuando una persona en cautiverio, sujeción o secuestro, se identifica con su victimario y desarrolla sentimientos positivos hacia este, una alteración mental que no permite entender o percibir correctamente la realidad.
Argumenta que la sociedad mexicana está ya acostumbrada a la inseguridad y violencia, pero no menciona que la violencia es producto de la desigualdad generada en más de 30 años de neoliberalismo, ni por asomo señala la complicidad de las autoridades de seguridad con el crimen organizado en sexenios pasados, mucho menos indica que la tendencia de homicidios dolosos y secuestros actualmente está en pendiente negativa (estudiantes de estadística comprenden esto).
El señor Homs ni por asomo comprende un cambio de régimen político, que implica modificar la relación del Estado con la sociedad, transformando estructura jurídica, ejercicio político y operatividad de la administración pública; mucho menos comprende la diferencia entre un Estado gerencial de libre mercado que tuvo el país en más de tres décadas -el gobierno se aprovechó para hacer negocios-, con la construcción actual del Estado de bienestar con responsabilidad social -el gobierno procura la satisfacción de necedades de la población-.
Homs afirma: “Cuando no existe una cultura democrática, el pueblo sigue a los caudillos que les dan migajas, olvidando el daño que les hace”; pero ¿con sus gobiernos neoliberales, de fraudes y desigualdad electoral, existía la democracia? No comprende que no comprende... y desde la confusión esgrime aseveraciones sin sustento ni evidencia, por ejemplo, que en las próximas elecciones el crimen organizado operará a favor del gobierno federal, además de operadores extranjeros “seguramente de Cuba y Venezuela” (¡!), y no señala al catalán Antonio Solá, asesor y operador electoral del PRIAN desde el año 2006 (“AMLO es un peligro para México”).
Clasista, el autor califica a la mayoría de la gente como ¡admiradora de su opresor!: “La benevolencia del pueblo mexicano y sus ganas de creer en quien le hable ‘bonito’”. Pero no menciona beneficios sociales evidentes: incremento del salario mínimo en más de 60%; prestaciones laborales renovadas; regulación de subcontratación; programas sociales que apoyan a más de 80% de familias e impulsan consumo; reducción de más de 5 millones de pobres; precios estables de diésel, gasolinas y electricidad; aumento del empleo formal; facilidades en la adquisición de vivienda social; tendencia decreciente de la inflación provocada por variables externas, entre otras.
La gente tiene memoria, porque agravios de gobiernos neoliberales son muchos: salarios contenidos con pérdida de más de 60% del poder adquisitivo; pérdida de derechos laborales para más de 3 millones de trabajadores; corrupción y acuerdos cupulares con poderosos grupos económicos nacionales y extranjeros (contratos leoninos, condonación de impuestos, obras pagadas sin concluir, rescates financieros y de infraestructura carretera); concesiones ventajosas en hospitales y distribución de medicinas, hasta en seguridad; organismos “ciudadanos autónomos” para encubrir malos manejos del erario; atentados a la libertad de expresión, entre otros.
La derecha añora gobiernos con control pleno de medios de comunicación ($$$) y de los poderes Legislativo y Judicial, siente nostalgia por la democracia representativa y cupular (“votas y te vas”), y ya sin privilegios no supera esa dependencia tóxica. Entonces, ¿quiénes padecen el síndrome de Estocolmo?
Encuesta Vanguardia
https://vanguardia.com.mx/binrepository/1152x768/0c60/1152d648/down-right/11604/KICW/jose-maria-gonzalez-lara_1-82630_20220425232605.png