Regalos de cumpleaños
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La gente que te aprecia siempre sabrá qué regalarte
- ¿Qué fue lo que más te gustó del viaje? Me preguntó Madre en el camino de regreso de Brownsville, cuando fuimos a casa de unos tíos por las vacaciones de verano.
- El líquido con el que limpian el baño- respondí.
Padre y Madre se quedaron en silencio. Los parques, centros comerciales, el zoológico, la Isla del Padre, habían sido menos estimulantes que un producto de limpieza.
Recuerdo haber entrado por primera vez al baño de mis tíos. Apenas abrí la puerta, me recibió un olor artificial que me hizo permanecer encerrado más tiempo del necesario. Yo estaba entrando a la adolescencia y mis padres debieron pensar lo peor de mí al notar que pasaba mucho tiempo encerrado en el baño. Qué pena con los tíos, habrán dicho.
El aroma no me remitía a nada conocido (ni lavanda, ni bosque ni manzana con canela). Era algo inventado expresamente para el producto. Todo cambió cuando di con la fuente de ese olor.
- Huele a baño- dijo mi tío en uno de los viajes en coche que hicimos por allá.
- Soy yo; me puse tantito líquido para limpiar.
A partir de ese día el olor a retrete limpio anunció mi presencia.
- Ya no te pongas eso, niño, te puede irritar la piel.
Luego de unos meses, en mi cumpleaños, Madre preparó una gran sorpresa: abrí la puerta de mi cuarto y no, no estaba llena de globos ni serpentinas ni había un regalo enorme sobre la cama: giré la perilla y me recibió lo más valioso que tenía para mí la cultura yanqui: ese olor particular a sanitario limpio. Fue como entrar a una sucursal del paraíso.
Si no tuviera en ese entonces los primeros síntomas del TOC, habría lamido el piso sin ningún problema. Fue un cumpleaños inolvidable. La gente que te quiere siempre sabrá lo que puede obsequiarte.