Ucronía sobre Freddie Freeloader
El jazzista estadounidense Miles Davis vivía impresionado con la pulcritud pianística de Bill Evans, así que lo contrató para realizar un álbum. Sin embargo, durante los ocho meses que trabajaron juntos en su preparación ésta no se realizó. En el otoño de 1958 Miles Davis (1926-1991), llamó a Bill Evans (1929-1980) para invitarlo a un nuevo proyecto del que no podía adelantar mucho, pero que aseguraba sería excepcional. Evans aceptó de inmediato aunque sin comprometerse a viajar a Manhattan ese otoño, ni siquiera el invierno, pues tenía agenda llena. Davis le siguió llamando hasta acordar la grabación a principios de marzo.
Al presentarse en el estudio a Evans le extrañó que Davis sólo tenía bosquejadas dos piezas de unos nueve minutos cada una. Este material era evidentemente insuficiente para completar un álbum. Aun un álbum de jazz. Como única reacción Davis pidió a Evans su ayuda para escribir algunos temas. Sobre la tapa del piano, y más a las volandas que con inspiración, Evans garrapateó frases sueltas y compases elementales mismos que Davis pespunteaba con su trompeta. Horas después arribó el resto de la banda sin saber ni imaginarse siquiera qué diablos iban a tocar: los saxofonistas John Coltrane y Julian Cannonball Adderley, el contrabajista Paul Chambers, el baterista Jimmy Cobb, y... otro pianista: Wynton Kelly (1931-1971). Si Miles Davis no se sentó a escribir los temas musicales que grabarían esa sesión, mucho menos canceló el contrato a Kelly. Así que hete aquí a dos pianistas. Como pudo Davis se disculpó con el pianista argumentando que tenía muchas ganas de tocar con Bill Evans. Pero que se quedara por ahí, por si algo se ofrecía. A continuación, Miles Davis dio algunas ideas generales a sus músicos, les entregó partituras con ideas sueltas, e inició la grabación. A mitad de la jornada, con dos temas ya grabados, y sin explicación alguna, Davis pidió a Evans que cediera el piano a Kelly para tocar Freddie Freeloader. Evans, hombre correcto, abandonó el estudio, entendiendo que lo que Davis hizo a Kelly era poco menos que una grosería. Lo que, ni ese día ni durante muchos años perdonó, fue que lo hubiese levantado del piano, después que él ayudó a escribir la mayor parte del álbum.
Miles Davis llamó a Bil Evans durante las dos semanas siguientes sin conseguir hablar con él. La producción estaba detenida, los gastos del estudio corrían, y nadie podía aceptar nuevos contratos mientras no concluyese el disco. Finalmente, el 22 de abril reinició la grabación. Fue, dicen los testigos, una sesión luminosa y tensa, que dio por resultado dos piezas magistrales: Flamenco Sketches, y All Blues. Ambas composiciones-improvisaciones están llenas de una intensa calma y de un furor soterrado que contrastan y se complementan con las primeras: So What, Freddie Freeloader, Blue in Green.
Esa tarde Bill Evans se despidió de Miles Davis, tan amistosamente como se pueden despedir dos jazzistas que jamás volverán a reunirse. Quizá por eso Miles Davis bautizó a su disco como Kind of Blue (1959). El álbum está basado en formas modales y no en secuencia lineal de acordes. ¿O sea? Las formas modales permiten desarrollar variaciones a partir de alguna nota predeterminada, solo una, dando libertad de improvisación a los músicos. Y si los músicos son geniales, como en este caso, el álbum es genial. Kind of Blue es el álbum más vendido de la historia mundial del jazz.
En 1977 el hígado de Evans dio los primeros signos de deterioro. Sintiendo que el fin se anunciaba, Evans se metió al estudio de la Warner cargado con una partitura bellísima, en la que había invertido la mayor parte del tiempo entre viajes, conciertos y su buena relación con la prensa. Al disco lo llamó premonitoriamente You must belive in spring. El plan era grabar los siete temas pulcramente escritos y ya. Sin embargo, cuando el máster quedó listo, Evans se sentó al piano, un poco enfermo, un poco renco, e interpretó sin partitura y casi sin hacer caso del bajista Eddie Gómez, su amigo y compañero de los últimos 11 años; ni del baterista Eliot Zigmund, una pieza que traía amarrada en los dedos del corazón desde 18 años atrás: Freddie Freeloader, tal como él la concibió la mañana del 22 de abril de 1959 en Manhattan, y que no se le permitió tocar.
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Ucronía (del griego uchronía) es un tiempo inexistente. Los nombres, las fechas y los álbumes mencionados aquí son ciertos, y excepcionales. La narración es ficticia.
Encuesta Vanguardia
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