Cometierra, el personaje de Dolores Reyes que busca justicia en una sociedad incapaz de hallar a sus desaparecidos

Su libro ‘Cometierra’ fue su debut en las letras argentinas y la fuerza de su pluma fue tal destacó rápidamente a nivel internacional. Este viernes es una de las invitadas en la jornada inaugural de la FILC 2024

Artes
/ 12 septiembre 2024
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Durante muchos años Dolores Reyes se dedicó a la crianza de tiempo completo. Madre de siete hijos, profesora de escuela básica, un día cayó en la cuenta de que debía reconectar con su gran pasión: la literatura. Así que llegó al taller de la escritora Selva Almada y ahí, entre ejercicios y cuentos, escuchó por primera vez la voz de una chica muy joven, que iba al cementerio a comer tierra para conectar con los muertos.

Han pasado más de cinco años, pero esa voz sigue con ella, acompañándola para crear un mundo en el que los desaparecidos intentan encontrar el camino de regreso, donde lo paranormal está al servicio de una vieja deuda que los gobiernos latinoamericanos no han podido saldar.

La novelista argentina visita Saltillo por primera vez para hablar de sus dos obras, Cometierra (Sigilo, 2019) y Miseria (Alfaguara, 2023), en un diálogo con la escritora saltillense Laura Luz Morales, que se realizará el viernes 13 de septiembre, a las 17:30 horas, en la Feria Internacional del Libro de Coahuila.

En entrevista con Vanguardia, Dolores habla sobre su experiencia como escritora y los temas que forman parte de su universo literario: las violencias, la vulnerabilidad de los jóvenes que viven en zonas periféricas, el dolor que viven miles de personas que buscan a sus familiares desaparecidos.

Estuviste en un taller con Selva Almada y ahí fue que encontraste a Cometierra, esta chica que al comer la tierra que ha estado cerca de una persona puede saber cuál fue destino. ¿Cómo fue que de escuchar esta voz tan potente pasaste a crear el universo de Cometierra y Miseria?

Llegó un momento en mi vida que me estaba separando y me había dedicado a full a la crianza y a mi trabajo como profesora. Me había dejado un poco de lado, postergada, como nos pasa muchas veces a las mujeres que nos ponemos en el último lugar de la lista. Para reconectar con algo que me gusta muchísimo y volver a escribir, empecé a ir al taller como un hobby, como algo mío. No es que estuviera pensando en ser una escritora o terminar un libro. Estando en el taller, después de un año de escribir cuentos como una consigna para aflojar la mano, apareció el personaje de una nena que comía tierra dentro de un cementerio. Fue tal impacto, tan fuerte, que dejé todo lo que estaba haciendo y me puse a escribir esa escena: una nena sentada, con la piel del color de la tierra, las piernitas flacas, apoyada en el cementerio. Y funcionaba, intrigaba, te preguntabas “¿qué pasa?, ¿por qué está comiendo tierra que está en contacto con los muertos?”. Quizá del orden del alma, la experiencia, la memoria de cualquier persona pasa a la tierra, al igual que la sangre, los pelos, los huesos o la carne. Y lo que hace Cometierra es llevarse eso dentro del cuerpo, cierra los ojos y por medio de visiones accede a cuáles fueron los últimos momentos de la vida de alguien, de cómo murió.

En el caso de las personas desaparecidas también es empezar a buscarlas llevando tierra de los lugares en los que habitaron esos seres queridos que faltan y poder responder a las preguntas ¿dónde están?, ¿qué les pasó?, ¿viven o no? Se quiere rescatar a una persona con vida, pero también algo tan importante que es el cuerpo, para que los buscadores sepan cuál fue su final y puedan tener un duelo, puedan descansar en esta búsqueda implacable.

Hay varios temas que tocas en Cometierra y Miseria, uno de ellos es el abandono del padre, un tema muy latinoamericano, y el otro es la condición social de los protagonistas. En ambas historias vemos estos barrios en donde no se termina la escuela, que hay embarazos adolescentes y mucha violencia doméstica.

El abandono paterno en nuestros países es la historia de Latinoamericana. El padre de Cometierra es violento, él toma y se vuelve violento. La primera visión que ella tiene es justamente la del padre matando a la madre, ahí es cuando ella descubre su don, que al comer tierra y cerrar los ojos tiene visiones. La tierra le quiere mostrar algo en particular acerca de esa persona. Debido a este estallido de violencia dentro de la familia pasa lo que suele pasar: mamá muerta, padre preso, fugado, desaparecido, o que abandona a sus hijos. También se ve a una tía que es terrible, muy oscura, y que también los termina abandonando (a Cometierra y su hermano Walter) porque le da vergüenza que su sobrina coma tierra y que todo mundo lo sepa.

Quería contar las violencias machistas desde sus protagonistas porque sentía que esto ha sido contado infinidad de veces, pero con distancia, lejanía, clasicismo, con ciertas misoginias e incluso con justificaciones psicológicas. No me interesaba nada de esto, fue escrito hasta al hartazgo, sino que quería narrar desde el epicentro de estas violencias. Ir a un barrio periférico, como puede ser Ecatepec en la Ciudad de México, por ejemplo, y pensar en esas chicas que ponen el cuerpo desde muy jóvenes a todas las violencias, económica, social, la que te margina, la violencia machista, sexual. Ahora con Miseria la violencia obstétrica, incluso la laboral, y contarlo desde las voces de ellos.

Otro rasgo que destaca en tu obra es el elemento paranormal, muy emparentado con la tradición narrativa latinoamericana.

Siento que la magia siempre está en nuestra literatura y esto tiene que ver muy profundamente con nuestras sociedades. Es mucho más fácil recurrir a una curandera para el mal de ojo, que ir a una clínica y pedir una cita con un médico. Lo otro es absolutamente inmediato y tiene que ver con nuestra historia, nuestra infancia, ni hablar el tema de la partería como un conocimiento ancestral.

De alguna forma retomo un personaje que tiene un pequeño don mágico, un don de la videncia que le permite juntar tierra y justicia y responder a lo que los estados tienen la obligación de responder y no lo hacen. No investigan, no les interesa y nos lo muestran una y otra vez. Pienso en el caso de Marisela Escobedo y su hija Rubí, no sólo mataron a esta niña tan chica y el asesino siempre estuvo prófugo, si no que le muestran a su madre que no van a hacer nada. No hay justicia para nuestras mujeres en toda Latinoamérica e incluso las van a volver a violentar como sucede con las buscadoras, que es algo que me interesaba muchísimo. No alcanza sólo con matar a nuestras hijas, hermanas, madres, sino que, incluso, a las que buscan también las están matando y desapareciendo.

Lo que vemos en ambas novelas es la complejidad de la realidad que viven muchas mujeres, que no sólo enfrentan un problema, como la violencia doméstica o la falta de oportunidades escolares y laborales, sino que hay toda una red de problemáticas que se teje en torno a ellas.

Hay muchas diferencias debidas a clase social y eso es terrible, que un hijo de una clase acomodada puede tener una adolescencia hasta los 29 años y vivir con los padres, estudiar despreocupado, viajar, y que un niño de las clases populares se tiene que hacer cargo y salir a trabajar desde una edad súper temprana. La infancia y la adolescencia se cortan por las violencias, los abandonos, porque se tiene que conseguir un trabajo.

Me interesaba crear ficción desde ahí, porque la historia del flaneur en la gran ciudad, del ocio, las crisis existenciales de un joven pintor que no trabajó nunca, ya lo leímos un montón de veces. Me interesaba la vida de nuestras mayorías. La mayoría de nuestras infancias y adolescencias tienen otra realidad y me interesaba crear personajes que contaran la historia desde ahí, ir acompañándolos y ver con qué se topaban.

Cometierra, Miseria y el Walter están armando un hogar por primera vez. Eso me permite darle algo absolutamente vitalista a la novela, no es sólo el lado de la muerte lo tanático y la desaparición, sino que tiene toda esta dimensión muy vital, incluso muy colorida, con fiestas, encuentros, el nacimiento mismo.

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Cometierra y Miseria son adolescentes que acuden a la escuela. A Cometierra se le aparece la Seño Ana, quien fuera una maestra amable y muy querida por sus alumnos. ¿Cómo influyó tu trabajo como profesora en la escritura de estas novelas?

Tiene que ver mucho con mi experiencia en las escuelas, de hecho Cometierra comienza con el cementerio de Pablo que está a 150 metros de la escuela en la que trabajé muchísimos años y donde están enterradas Melina y Araceli Ramos, a quienes les dedico Cometierra, que son dos víctimas muy chicas de feminicidio en el barrio. Además, todos los años nos enteramos de chicas y varones violentados muy chicos, alumnos o exalumnos nuestros, por eso decido contar la historia de ese lugar.

La seño Ana es un homenaje del lado del docente, de los que se preocupan y se involucran en la vida de sus alumnos, en su crecimiento, en que estén bien esos chicos con los que comparten todas las semanas de su vida, mucho más que un trabajo.

Por otro lado, es el personaje que acompaña en sueños a Cometierra, un poco reclamando justicia para sí misma (pues fue víctima de un feminicidio) y por el otro lado está Miseria que tiene que ver conmigo como docente también. Es una suerte de homenaje a cantidades de chicas que tuve parecidas a Miseria, de las que fui tomando un gesto, una actitud, algo de su personalidad. Chicas a las que miraba y me decía ¿cómo un cuerpo tan chiquito y tan joven puede soportar tantas cosas terribles? y sin embargo eran también explosiones vitales. Tienen un encanto que es inimitable. Ellas me permitieron componer el personaje tan vitalista de Miseria, que siempre cae parada, en los peores contextos ella va para adelante y arma redes, en seguida tiene un montón de amigas y se anima incluso a meterse a la maternidad y crea un ambiente luminoso alrededor y equilibra a Cometierra, quien es mucho más oscura.

La novela de Cometierra está narrada en una voz, mientras que la segunda parte, Miseria cuenta con dos voces narrativas. ¿Cuál fue el reto de incrementar a los personajes que cuentan la historia?

Era absolutamente un desafío. De Cometierra ya tenía la voz, cierro los ojos y la escucho, en tanto tiempo de convivir con ella logró eso, y en el fondo se parece mucho más a mí, en la oscuridad, la reflexión, en sentarte a mirar el mundo en el que estás. En cambio, Miseria era todo lo otro. Son dos voces que tenían que estar pegadas porque son de una misma procedencia, casi de una misma edad, vienen del mismo barrio y se mueven a la ciudad juntas. Que estuvieran juntas me permitió ver su personalidad para ir separándolas. Cometierra habla justo y al pie porque es muy reflexiva, tiene esta carga de que está pensando qué hará con su don, sabe que tiene una decisión que tomar y que va a ser para siempre y Miseria es pura exterioridad, prácticamente todo lo que piensa lo dice y no para de hablar ni un momento, eso incluso la mete en problemas un montón de veces, pero también es mucho más pragmática, con los pies sobre la tierra. Está fascinada con su amiga, la considera la mejor vidente del mundo y quiere que ponga un local, que atienda a todo lujo, que tenga Instagram, que esté mejor con ese don.

Miseria tiene este papel afectuoso con Walter y Cometierra, les da el amor que perdieron tras la muerte de su madre.

Miseria termina de configurar una familia nueva, distinta, donde va a aparecer un niño, una perrita y se convertirán en una familia elegida, no una familia que les tocó, atravesada por las violencias. Es algo que van construyendo de a poco, con su precariedad, pero también con su inteligencia, con los buscadores que les llegan con la necesidad de encontrar a los familiares que han perdido. También ahí funcionan y resuelven.

Después de estas dos novelas, ¿piensas en ampliar más este universo?

Sí, incluso me lo han pedido los lectores. Estoy pensando a quién voy a elegir como personaje secundario, filtrado por la voz de Cometierra, pero hay que darle su propia voz. Se abren un montón de posibilidades y se me hace divertido.

¿Cuando llevaste la primera versión de Cometierra al taller de Selva Almada esperabas que pasara esto: la publicación de tus libros en toda Latinoamérica, las traducciones, la creación de una serie televisiva basada en tus personajes?

Absolutamente no (risas). Cuando lo iban a editar me preguntaba “¿quién va a leer esto?” y pensé que tal vez mis amigos, mis compañeros del taller, familiares, compañeros de la facultad y para de contar. Lo que vino después fue una locura, y lo sigue siendo, y me sigue sorprendiendo hasta el día de hoy. Voy a ferias y los lectores te cuentan sus lecturas y es muy bonito.

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