Don Tacho, de pelear por su tierra a estelarizar en Venecia
Eustacio Ascacio Velázquez, uno de los ejidatarios ocampenses que luchan por conservar su hogar ante una minera canadiense, es ahora el protagonista de la película “Zapatos rojos” de Carlos Eichelmann Káiser, que llegó a Venecia y Morelia y pronto también a India
A don Tacho lo conocemos desde hace algunos años. Las circunstancias del encuentro no fueron las mejores. Su hogar en el ejido Tenochtitlán, municipio de Ocampo, se encuentra —todavía— amenazado por una minera canadiense que quiere desplazar a esa población para extraer la plata del lugar.
La compañía First Majestic llegó sin avisar, con documentos que contradicen las escrituras de la tierra que desde hace unos 50 años el Gobierno de México les entregó y desde hace casi dos décadas luchan por conservar.
Pero en medio de esta batalla, anquilosada ya en los tribunales agrarios, este hombre de 71 años le trajo a la comunidad un poco de aire fresco al convertirse en el protagonista de la película “Zapatos Rojos”, del director Carlos Eichelmann Káiser, que participó la semana pasada en el Festival Internacional de Cine de Morelia y en la edición 2022 del Festival de Cine de Venecia.
A su regreso de esta fiesta cinematográfica pasó por Saltillo, donde nuevamente VANGUARDIA tuvo la oportunidad de conversar con él, con Eustacio Ascacio Velázquez, cuya interpretación ha sido bien recibida, nos platicó sobre su experiencia en la producción, así como su vida minera.
“Somos campesinos, del campo. Ahí nos localizaron, fueron a hablar con nosotros, que si los ayudábamos con la película. Yo les dije que no sabía nada, pero si ustedes me ayudan, adelante. No sé leer, no sé escribir, soy de puro monte [...] Yo ni con un micrófono, pero me tocó suerte, no me puse nervioso. Todo salió muy bien”, compartió don Tacho.
Fue, de hecho, un reportaje publicado por este mismo medio hace ocho años, que llevó al equipo de la película hasta el originario de Salaverna, Zacatecas. De acuerdo con él, no hubo reticencia para entrarle al proyecto, pero sí condiciones, en especial en lo que concierne a su trabajo.
“Ya platicamos bien y cómo me iban a ayudar. Les dije que en Ocampo no hay gente para trabajar, todos los que están aquí son trabajadores de la empresa, gente libre no hay ni una. Para conseguir un pastor, bajita la mano, te cobra 5 mil pesos por mes, y si tú me ayudas vamos pa’ delante”, comentó.
La producción de “Zapatos Rojos” hizo posible la contratación de tres pastores, que se han hecho cargo de su ganado de chivas desde la filmación hasta esta gira de presentación.
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De la ficción, mucha realidad
En el filme de Eichelmann don Tacho interpreta a un hombre de campo al que le informan que han encontrado el cuerpo de su hija y que debe ir a la ciudad para recuperarlo.
Según ha comentado el director en diversas entrevistas, la historia aborda no solo el tema de la violencia de género, sino también de la culpa, del contraste entre el entorno rural del desierto y lo urbano y aglomerado de la capital. Sin embargo, para el protagonista, mucho de lo que debía imprimir en su interpretación ya lo llevaba con él desde antes.
“Yo lo pasé en vivo”, recordó, “tenía unos 18 años, era soltero y un hermano mío estaba casado y le nació una niña. A los cinco días murió la señora y me entregó la niña a mí. ‘Cuídala’, me dijo una semana antes, me la entregó un domingo y ese mismo día fui a jugar béisbol a Mazapil, Zacatecas, y en la primera entrada me hablaron de Salaverna, que hubo un accidente, mi cuñada había muerto”.
Conferencia de prensa de 'Zapatos Rojos', de Carlos Eichelmann Keiser, película que forma parte de la competencia del #20FICM #FICM @FICM 🎥🍿 pic.twitter.com/K5BP7DGjxr
— Cinema World (@cinemaworldmx) October 25, 2022
“Tiempo después, ya cuando estaba acá en la mina La Encantada, yo tenía tres hijos, tres hombres, y la cuarta se me murió. Yo la agarré, unos 25 minutos [después de nacer] y el médico me estaba exigiendo que la fuera a sepultar, y que la fuera a sepultar. ‘Espéreme tantito’, le dije, y lo que hice ahí fue ir a una carpintería, a que me hicieran una cajita. Me la llevé y la dejé al ejido, solo. La mujer estaba en el hospital todavía, la dimos de alta y a seguir trabajando”, continuó, “todas esas cosas que me pasaron a mí ya las tenía en el cuerpo, ya lo sabía todo. Y la misma película, lo que me estaban diciendo que hiciera, yo ya lo tenía en la mente. Casi casi no batallé nada. Pero está triste eso y se le salen las lágrimas a uno de recordarlo”.
Una vida bajo tierra
Don Tacho nos compartió con orgullo y a grandes rasgos su carrera como minero —la cual tuvo que dejar por cuestiones de salud en favor de la ganadería y que no ha estado exenta de abusos, pero también llena de alegrías—, puesto que aún es parte importante de su memoria, sobre todo en medio del juicio contra First Majestic, tan longevo ya que compañeros suyos han partido sin ver el final o alguna retribución por su pedacito de tierra.
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“Toda mi vida fui minero, en Concepción del Oro, en Salaverna. Trabajaba para Peñoles, me traían de lugar a lugar, de repente me mandaron a Monterrey y de ahí para la mina La Encantada. No duré mucho, porque entró un contratista que nos quitó bonificaciones, la lavada de la ropa, nos quitó los alimentos y el pasaje”, recordó.
Agregó que en ese momento decidió dejar la mina y acompañado por dos personas más, con las papeletas que comprobaban dichas reducciones a sus prestaciones, viajaron a Monterrey, donde hablaron con los encargados de La Encantada y les expusieron el abuso.
“En Monterrey hablamos con el ingeniero, le dijimos cómo estaba todo. Nos mostró un reporte diferente pero yo traía mis papeletas. ‘Está mal eso’, dijo y que nos regresáramos a casa, pero si no lo iba a quitar no nos íbamos a ir, y dijo que lo haría”, dijo.
Tacho lleva desde el 70 en Ocampo. Ahí conoció a su esposa, Cipriana Cárdenas, quien también lo acompañó a Morelia y estuvo con nosotros recordando lo divertido que fue el viaje. Pero luego de dos semanas fuera ya es tiempo de volver y nada más que terminen la grabación de unas escenas para la película “A cielo abierto” que Guillermo Arriaga, en colaboración con Sergio Avilés, está grabando cerca de la presa Palo Blanco, tocar regresar al desierto.
“Yo digo que sí, sí me gusta”, concluyó respondiendo a la pregunta de, ahora que estará en dos películas, aceptaría continuar en el cine. “Ahorita tengo una ida para [un festival] en India, ya me había dicho Gabriela que me invitarían a otro lugar. Me gustó el trabajo, yo voy siempre y cuando me ayuden con los pastores, porque ¿qué hago con los pastores? Ahorita hay mucho animal salvaje que ataca a las cabras y hay mucho animalero porque falta comida, se pasan del otro lado”.
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