¿El Sarape de Saltillo está en peligro de extinción?
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Las recientes declaraciones de un maestro artesano revivieron esta pregunta, que desde hace décadas ha acechado a esta práctica tradicional y patrimonio inmaterial de la ciudad
Hace exactamente 20 años, en septiembre del 2003, el Museo Franz Mayer abrió sus puertas a la exposición “Sarape de Saltillo. Enigma y huella”, que llegó en un momento donde esta tradicional se encontraba en decadencia, en peligro de extinción.
Ahora, con proyectos como el Museo del Sarape y Trajes Mexicanos, así como la creación en 2007 de la Escuela del Sarape “La Favorita”, que ha formado a nuevas generaciones de maestros tejedores, se esperaría que este patrimonio cultural inmaterial haya quedado blindado, pero parece que aún hay retos por sortear para su preservación.
En diversas entrevistas publicadas esta semana en medios de la entidad el maestro tejedor Ernesto David López —egresado de la academia antes mencionada en su primera generación—, ganador del Premio Estatal de Artesanías 2023, aseguró que es una actividad para la cual no hay un mercado seguro y que aún falta que las nuevas generaciones se interesen en continuar la tradición.
El sarape ¿un lujo?
Parte de lo que implica preservar esta tradición es la utilización de técnicas, diseños y, sobre todo, materiales tradicionales. Ante el auge de los tejidos sintéticos los sarapes de Saltillo que se pueden denominar como tal deben estar hechos de lana.
Aunado a esto, el trabajo que requiere la factura de una sola pieza puede rondar las 10 a 15 horas entre los artesanos más experimentados, lo que genera prendas que llegan a costar desde los 5 hasta los 15 mil pesos.
Un mercado difícil
En el artículo “‘El sarape de Saltillo. Enigma y huella’, de Franz Mayer” de Esperanza Dávila Sota, publicado el pasado 30 de julio en VANGUARDIA en su columna Desde Mi Barrio, la historiadora hizo una reseña sobre el desarrollo de esta tradición, a partir de la exposición ya mencionada, y mencionó su usanza.
“El sarape se usó como cobija o frazada para protegerse del frío. Los de abertura al frente se usaban como especie de tilma, señalada esta como el más probable de sus orígenes; capa o capote de monte para jinetes, rancheros, hacendados y vaqueros lo llevaban siempre en su montura. A los tejidos en algodón se les daba uso de colchas o sobrecamas y carpetas para cubrir el piano o la mesa del comedor. En algunos hogares los extendían en el respaldo de los sillones principales de la sala [...] Parte esencial del vestuario charro, durante la colonia, durante las luchas independentistas fue símbolo de alianza y unidad de los mexicanos y los distinguió de los peninsulares”, escribió.
Esta es una de las principales dificultades a las que se enfrentan estos artesanos. El sarape ha perdido su valor utilitario. De hecho, López asegura que quienes más adquieren sus piezas son extranjeros —probablemente en calidad de souvenir—, mientras que es mínimo o nulo el interés de los locales por comprar alguno de los tejidos.
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Tanto él como Dávila Sota recalcaron la necesidad de hacerle frente a la indiferencia que inevitablemente afecta el mercado textil de la región y que pueden poner en peligro nuevamente la permanencia de esta tradición.
A propósito de la inauguración de la muestra en el Franz Mayer el periódico La Jornada publicó una entrevista con la antropóloga Marta Turok. La también curadora de la exposición advirtió que de no cambiar la situación el sarape tradicional se podría extinguir en una o dos generaciones. Solo ha transcurrido una.