Escribir desde los márgenes: Una entrevista con Gabriela Wiener
La escritora peruana llega a la ciudad como parte de la Feria Internacional del Libro Coahuila, donde formará parte de la charla ‘Escribir desde la intimidad’ el viernes y ‘Genealogías e historias familiares’ el sábado
En este momento de su vida Gabriela Wiener (Lima, Perú, 1975) no puede distinguir si escribe para vivir más experiencias o si vive para escribir más historias. Desde joven, tras estudiar Lingüística y Literatura en la universidad, se dio cuenta de que a través de la escritura podía dar voz a los relatos que nadie más estaba contando.
Con sus crónicas provocadoras e irreverentes se ganó un lugar destacado en el periodismo latinoamericano, pero con su primera novela “Huaco retrato” —que rastrea la historia de su tatarabuelo Charles Wiener, un explorador austriaco que se llevó a Europa miles de objetos arqueológicos que consiguió durante sus expediciones en Perú y otros países de Sudamérica— irrumpió en la literatura con la fuerza ciclónica que la caracteriza como autora. De hecho, “Huaco retrato” forma parte de la long list del Booker Prize 2024.
¿Cuáles son los temas que obsesionan a Gabriela? En sus libros podemos encontrar historias sobre el amor, la maternidad, el deseo, la exploración y apropiación del cuerpo; también la violencia racial, la migración, las comunidades indígenas. Para la autora peruana su escritura forma parte de la resistencia y no piensa ceder ni un palmo ante el avance de la derecha conservadora y las prácticas bien pensantes.
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— Editorial Almadía (@Almadia_Edit) September 19, 2024
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Sylvia Georgina Estrada: En las historias que relatas, tú misma eres un personaje más. Eres una narradora que se involucra de manera personal, incluso íntima, en lo que escribe. En el caso de tu libro “Sexografías”, una serie de crónicas sobre el sexo, ¿cómo fue que seleccionaste a los protagonistas?, ¿qué te hizo enfocar la mirada en esas determinadas historias?
Gabriela Wiener: Las decisiones narrativas dependen de la personalidad narrativa de alguien. Siempre se ha llamado estilo, pero creo que es más que eso, que también hay una intuición. Para mí hay puro instinto que tiene que ver con muchas cosas: cómo te relacionas con el mundo, si tu visión del mundo es lateral o está “normacentrada”, hacia dónde miras, qué decides ver. La decisión de contar ciertas cosas tiene que ver con hacia dónde se inclina tu espíritu y dónde se posa tu ojo. Si yo hablo de la gente que tiene una forma de vida torcida, es porque mi mundo, mi forma de ser, es torcida, o llamémoslo disidente.
En mi caso, esas decisiones narrativas —qué cuento, qué no, por dónde—, tienen que ver con la forma en que me he ido forjando. Si he escrito de manera autobiográfica es porque todo esto ha sido relevante para mi mirada y para mi historia. Si decido contar la historia de los cuerpos migrantes, de los deseos disidentes, de los amores múltiples, tiene que ver no solamente con mi deseo sino con cosas que me han condicionado de una manera dolorosa. La disidencia no siempre es fiesta, la disidencia también puede ser exclusión. No siempre la racialización es “te invito al museo para que hables de nuestras prácticas” sino que muchas veces la racialización ha sido más quedarte fuera, ser discriminada, bulleada o lo que sea.
Una escribe con todas las marcas que tiene encima, en el cuerpo, y esas decisiones las toma por esas marcas. Por eso queda condicionada tu mirada del mundo, se afina tu intuición y te acercas más a la empatía. Debajo de la vida de cada uno hay un montón de cosas que remover y que sacar de unas profundidades que están escondidas por tabú, sobre todo en el tipo de historias que aparecen en “Sexografías”, que son historias que han sido silenciadas. Sí, es un libro para celebrar la diversidad, pero también es un libro para humanizar otros aspectos de la sexualidad que tendían a banalizarse o exotizarse.
SGE: ¿Qué significa para ti ver que la vida de “Sexografías” continúa con nuevas ediciones ampliadas en español y traducciones a otros idiomas? Los temas que trata sobre la construcción social del cuerpo femenino, de la poligamia, del tabú sexual, de la precariedad económica que lleva a mujeres migrantes a vender sus óvulos (o alquilar sus vientres), siguen presentes a pesar de que la primera crónica se escribió hace más de quince años.
GW: “Sexografías” es mi libro de juventud directamente, es mi primer libro y lo publiqué a los treinta y dos años, ya viejita (risas). Recuerdo que en esa época yo llevaba varios años escribiendo y veía que publicaban a un montón de chicas desde ese lugar muy de perrita, de putita, que yo quería ser como la Melissa P, la Catherine Millet. Iban apareciendo estos libros de obviamente europeas, estadounidenses, asiáticas, pero del lado del sur no había eso. Además, en el fondo, no era eso lo que estaba queriendo escribir. Iba viendo que pasaba el tiempo y yo no iba a ser un ícono sexual literario (risas).
Al publicar “Sexografías” me di cuenta de que sufrí un bullying racista brutal, que la gente decía “cómo esta mujer se cree con el derecho de hablar de su cuerpo, de su deseo, quién la va a mirar”. Para mí fue un golpe fuerte, pero también un aprendizaje para seguir construyéndome como alguien que está ahí, siempre recordándote que estamos en resistencia, en lucha, que no estamos para hacerle guiños al sistema, sino que estamos en contra.
SGE: Lo autobiográfico es un rasgo distintivo de tu escritura. ¿Hay una suerte de conexión vital entre tus libros?, ¿se podría decir que Nueve lunas, donde exploras tu propio embarazo y maternidad, “Sexografías”, en el que destaca una crónica sobre el poliamor, que tú misma practicas en tu vida sentimental, o “Huaco retrato”, sobre tu incómodo antepasado colonialista, forman parte de las distintas etapas de la vida de Gabriela Wiener?
GW: Ya no sé si escribo para vivir más cosas o si vivo para escribir más historias. De pronto la dimensión de la vida y la de la escritura se han fusionado tanto que es muy difícil separarlas. Son cosas que van renutriéndose y están en permanente tándem. Eso, de alguna manera, es transformador. Años después, analizando las historias de “Sexografías”, me ha tocado ver cómo muchas cosas que me han pasado tienen que ver con el polígamo que aparece en la crónica Gurú y familia. O pienso en qué tanto tiene que ver mi feminismo con haber conocido a las personas travestis de mi crónica Trans cuando yo era muy joven, o qué tiene que ver mi apuesta de relación con mis parejas, con mi estilo de vida y mi libertad sexual, con ese club de intercambio de parejas que describo en En el planeta de los swingers. Desde luego no son unos cuentitos o unos relatos, o sea son casi ritos de paso para mí. Esas crónicas me cambiaron la vida. Todas esas cosas me habitan y me acompañan. Fueron historias que me marcaron profundamente.
Siento que mi obra es un continuo, puedes encontrar vasos comunicantes en todo. Alguna gente me decía “has escrito sobre el sexo, la maternidad, la familia y ahora te toca escribir sobre la muerte”. Ahora que lo pienso, en Llamada perdida ya hay una historia sobre la muerte. El tema es que estoy construyendo una obra relacionada al recorrido de una vida, que es la mía. La gente que está cerca de mí, de mis propias comunidades migrantes o racializadas, se puede ver en “Huaco retrato”. Hay una historia contándose desde que empecé a escribir mi primer libro. No son historias autónomas, se están contando en relación con lo que pasa en el mundo. En la reedición de mis libros me doy cuenta de lo que envejece, lo que sigue vigente, en qué cosas sigo creyendo, en cuáles no. Es la oportunidad para la reescritura, la negación o el borrado, también de iniciar con otra historia, de decir “ya es hora de otro libro”.
Soy una escritora de la experiencia, siempre lo he sido, pero la experiencia también es una experiencia de la imaginación, de la invención.
SGE: Justo en “Huaco retrato” aparece tu gran apuesta por la ficción. ¿Tal vez moviste tu mirada hacia la novela porque tenías que llenar los huecos que había en la historia de tus ancestras y de tu tatarabuelo, Charles Wiener?
GW: En “Huaco retrato” introduje la ficción, que no lo había hecho antes de una manera tan consciente, porque autoficción he hecho toda la vida. En este libro hay una propuesta de la imaginación como una salida a estas memorias robadas por occidente, por el colonialismo. De pronto nosotras podemos rellenar esos agujeros comunes de dónde están nuestras desaparecidas, en el sentido de que habían estado invisibilizadas, sus historias habían sido negadas y eso podría pasar con nosotras mismas, con nuestra propia voz, si no escribimos nuestras propias versiones.
Últimamente pienso mucho en esto. A los artistas indígenas les han llamado toda la vida artesanos y los verdaderos artistas los han contratado para hacer los trabajos de insumos y mano de obra. Existe una mirada elitista del arte desde las clases altas e ilustradas, que tienen sus estudios maravillosos para pintar, escribir, o lo que sea, y que ven a los demás con superioridad. Siempre hay una etiqueta perfecta para devaluar a nuestras grandes artistas feministas o queer, para no considerar que lo que hacen es arte. A nosotras en la literatura nos ha pasado lo mismo. Desde hace muchos años, mientras nosotras producimos literatura, se van inventando términos para devaluar la escritura de las mujeres o la escritura de las disidencias. Primero fue literatura femenina, luego literatura feminista, ahora es activismo, lo que sea para no llamar a lo que hacemos arte. Me interesa que introduzcamos una mirada anticolonial, descolonizadora, para quitarnos eso que al final siempre es el patriarcado de las letras.
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SGE: Después de escribir tu primera novela, ¿ya pensaste en la segunda?, ¿hay otra exploración que te interese realizar sobre estos temas que se fraguan en las orillas y que tienen que ver con las voces silenciadas, con la resistencia?GW: Ahora mismo estoy haciendo una novela nueva, muy satírica, quiero que sea algo de mucho humor porque en realidad soy muy chistosa y lo desaprovecho mucho. En “”Huaco retrato”” pretendía ser chistosa, pero sólo fui irónica y ahora quiero ser desternillante, así que voy a hacer una novela política y graciosa sobre una líder chola que quiere ser presidenta y que está presa porque le han encontrado unas movidas y entonces la han retirado de la carrera política. Vamos a ver su pasado, su origen, de dónde viene, pues estudió en un colegio soviético indígena, y cómo se desvió de ese camino. Luego se reencuentra con ese pasado y ahí es cuando se cambia de nombre, se llama Atusparia, como un líder indígena ancestral peruano. Voy a narrar cómo ella intenta hacer una revolución y qué pasa cuando intentas hacer una revolución a nivel interno. Eso tiene que ver con todos los movimientos de liberación: por qué le pasa eso a la izquierda, al feminismo, por qué nos dislocamos, nos desunimos y autosaboteamos. En esta novela se hacen ese tipo de preguntas y, a la vez, es un libro crítico que me va a permitir contar unas historias que tengo guardadas y que son muy graciosas.
Gabriela Wiener se presentará junto con Sylvia Georgina Estrada en la charla “Escribir desde la intimidad” este viernes 20 de septiembre en la Sala Julio Torri de la Feria Internacional del Libro Coahuila a las 19:00 horas. Y el sábado, en el mismo horario y lugar, se unirá a Brenda Lozano e Hiram Ruvalcaba en la mesa de diálogo “Genealogías e historias familiares”.
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