Historia y panorama de la plástica en Coahuila

Artes
/ 10 octubre 2020

No todo el horizonte para el arte de nuestro estado es desolador. También hay otros esfuerzos y noticias gratas. En días pasados reanudaron actividades las galerías del Centro Cultural Vito Alessio Robles y Casa Purcell, dos ejes fundamentales de la oferta museística en nuestra ciudad. Las exposiciones “Plástica Contemporánea Coahuila 2020” y “25 maestros”, de la Escuela de Artes Plásticas Rubén Herrera, que sigue festejando su primer centenario, son una oportunidad única para conocer las raíces y el devenir del arte hecho en la región

Por principio, 25 maestros es, más que un festejo, una genealogía. Un tránsito que arranca con la obra fundacional del maestro Rubén Herrera, y ofrece -creo que por primera vez- las derivaciones temáticas y estilísticas de su descendencia: desde autoras desconocidas para las novísimas generaciones como Bárbara Hesse Rico, o las vertientes academicistas -hoy tan injustamente denostadas- de Lorenzo Chariglione, Blanca Sotelo y una cuasi desconocida y poderosa pieza de la maestra Angélica Villarreal, pilar de generaciones y generaciones en la EAP. Reitero, la exposición que reabre Casa Purcell es notable en más de un sentido: permite radiografiar las ramificaciones de la semilla vertida por Rubén Herrera hace exactamente un siglo, articulada por interesantes piezas, como esa desconocida faceta en tintas monócromas de Marco Gómez Saucedo. Nombres como Eloy y Alejandro Cerecero, Otilio Peña, Jorge González y la notable reaparición de la maestra Rosa Inés Martínez de Valle, refrendan con un oficio decantado su arte y su fuero como maestros de incontables artistas que un día fueron también sus estudiantes.

Cierra la pinza, el discurso, la sangre nueva: jóvenes docentes donde se manifiesta una continuidad, pero también una ruptura. Nuevos lenguajes y preocupaciones: Genaro Loera, Eduardo Delabra, Roberto García o la novísima pero no menos potente visión de la joven ilustradora María José Rodríguez.

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25 maestros es panorámica y acercamiento, diversidad y posicionamientos. Visión concreta de la obra que articula una institución centenaria. Arco de un siglo y visión hacia el futuro.

 

Plástica Contemporánea Coahuila 2020 (1)

Para completar esta visión clarificadora de la historia y el contexto actual del arte de nuestro estado, propongo un ejercicio: 1.- Visitar 25 maestros. 2.- Visitar Plástica Contemporánea.

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Esta secuencialidad y esta correlación implica armar un rompecabezas, completar el mapa. Porque ambas muestras se corresponden no sólo en una temporalidad consecutiva, sino en una evolución temática. Basta desandar 50 pasos al norte, desde la puerta de Casa Purcell, hasta la puerta del Centro Cultural Vito Alessio Robles, para comprobarlo.

Como una iniciativa original del maestro Javier Villarreal Lozano, el CECUVAR presenta por fin un proyecto pospuesto varios meses a causa de la contingencia. La primera exposición colectiva exclusivamente dedicada a la pintura en muchos años desde una institución pública, que busca mostrar el panorama del género hecho por autores contemporáneos.

Plástica Contemporánea nos revela una certeza de muchos rostros: la pintura realizada en Coahuila en las últimas décadas no sólo es un género poliédrico e inagotable, sino que en sus diversas expresiones se ha planteado búsquedas de una gran potencia artística.

Muestra de lo anterior es la emergencia de una generación relevo que ha posicionado su obra a nivel nacional, en importantes certámenes como la Bienal Ángel Zárraga o autores que en plena juventud y gracias a su talento y disciplina consolidaron su oficio para formar parte  del Sistema Nacional de Creadores: nombres como el de Carlos Farías, Daniel Alcalá o, más recientemente, Nancy Pérez, Carlos Vielma y Roy Carrum. Además de novísimos valores emergentes que se han asumido como parte de otras exploraciones y campos discursivos.

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Sin embargo, esta gran riqueza autoral -también hay qué decirlo- fue durante algún tiempo desdeñada por ciertos criterios institucionales: como si los hallazgos de valor para la pintura coahuilense hubieran terminado a finales de la década de los noventa: de la mano de notables autores como Alejandro Cerecero, Rosa Inés Martínez, Héctor Marines, Alejandro Garcés, Roberto Rocha, Tere Galindo o Carlos Villela. Así, de ahí en delante, y de forma intermitente empezó para la plástica coahuilense una parcial temporada de introspección: desaparecieron o cambiaron de orientación muchas de las sedes que de forma natural habían albergado exposiciones y daban salida a la producción de esta comunidad atomizada; la plástica contemporánea entró en una suerte de dimensión encubierta: se organizaron colectivos, espacios independientes, galerías improvisadas, incluso recuerdo exposiciones en la propia sala, en la propia casa del artista. Y más allá: es significativo que alguna de la producción primigenia de varios de los más notables pintores coahuilenses actuales se expuso por primera vez al auspicio de la penumbra de restaurantes y bares. Esfuerzos que sin duda fueron loables, pero que como se ha visto, debido al propósito y las dinámicas inherentes a dichos espacios, no resultaron ser el reducto ideal para apreciar cabalmente las búsquedas, alcances y logros de todos y cada uno de estos artistas.

Paradójicamente, un factor que fue fundamental para la supervivencia del género resultó ser la aparición de un mercado emergente, y el decisivo papel de los coleccionistas privados, entre los que destaco la amplísima colección de Roberto Ortiz, o los contados acervos institucionales.

Digo la plástica contemporánea como una “dimensión encubierta” en más de una acepción. Porque efectivamente, este ocultamiento o desvío no sólo se dio en el sentido de su exhibición, difusión y circulación; sino que las temáticas y tratamientos generacionales -las apologías, coincidencias o deslindes- en la mayoría de los casos pasaron desapercibidos para el grueso del público: como si  gran parte de la pintura coahuilense de los últimos años se hubiera estado haciendo a puerta cerrada, en silencio, ensimismada, vuelta hacia adentro. No es casual que el crítico Mario Herrera me declarara, a principios del 2000 que  en Saltillo los artistas somos -que éramos- semejantes a “un jardín cerrado”.

(Continuará…)


alejandroperezcervantes@hotmail.com
Twitter: @perezcervantes7

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