Luto en Saltillo: Fallece ‘El Sabio del Lenguaje’ Miguel Agustín Perales, destacado periodista y lingüista

Artes
/ 10 diciembre 2024

El apasionado profesional de la lengua también colaboró con VANGUARDIA como filólogo desde la fundación de esta casa editorial. Estuvo delicado de salud durante las últimas semanas

Si hay un saltillense que dedicó su vida a la palabra, a estudiarla, jugar con ella, disfrutarla y compartirla fue Miguel Agustín Perales, periodista, docente y lingüista que falleció este martes 10 de diciembre, tras varias semanas delicado de salud.

El también etimologista, lexicólogo, filólogo colaboró durante años con VANGUARDIA con diversas aportaciones desde la fundación de esta casa editorial, además como autor del popular Crucigrama, que se publica en la página 2 de la sección impresa de VMÁS, reflejo de su pasión por las palabras.

Perales, nacido el 16 de junio de 1938, fue editor de diversas publicaciones como la revista Ímpetu. Revista Juvenil de Cultura, de publicación trimestral lanzada en 1966 con la dirección de Juan Manuel García y su sub-dirección.

TE PUEDE INTERESAR: La Pastorela de Catón continúa su temporada navideña en el Teatro del IMSS

LARGO CAMINO EN LAS AULAS

Como docente impartió cátedra en los colegios Ignacio Zaragoza y Antonio Plancarte, el México y el Saltillense. Lo mismo en la Escuela de Bachilleres Ateneo Fuente, además de la ntonces Escuela de Filosofía y Letras.

En la Escuela Normal Superior del Estado, “sucedió al prestigiado maestro Villarello en la impartición de las clases de latín que dejó el profesor al jubilarse”, recordó Esperanza Dávila Sota.

Dicha anécdota refiere al Premio de Periodismo Cultural “Armando Fuentes Aguirre” a la Trayectoria que el maestro Perales recibió en 2007, aunque se publicó en una edición conmemorativa por el 20 aniversario de este galardón en 2014.

También colaboró en Semanario de Vanguardia tras su jubilación, con la columna “Parentescos insospechados”, donde se dedicaba a divulgar los lazos lingüísticos entre las palabras, entre sus orígenes y sus significados.

“Un ejemplo es la columna donde analiza el vínculo entre el adjetivo famélico, que significa hambriento, y el sustantivo que nombra al caballo flaco, viejo y desgarbado, jamelgo, para corroborar su impensado parentesco”, escribió Dávila Sota en aquella publicación.

También publicó las columnas “Puras habladas” y “Claro que ud. lo sabe”, en donde ofrecía al lector una guía sobre cultura general. Tales entregas cambiaron su nombre a “¿Qué tal anda su cultura?”.

Por su cuenta publicó más aportaciones y reflexiones sobre el lenguaje en su blog digital Baratillo, compartiendo problemas de lógica, charadas y anagramas.

RECUERDAN AL ‘ÚLTIMO SABIO’

En redes sociales se lamentó el fallecimiento de este erudito y desde VANGUARDIA nos acercamos a algunas figuras que lo conocieron en vida y quienes compartieron un mensaje a su memoria.

“Miguel Agustín fue un maestro único e inolvidable. Y no me refiero a su labor de docencia, a la que dedicó su vida entera. Fue siempre un maestro, no solo en el aula, también en sus textos, artículos, crucigramas y su sitio de internet. Maestro del lenguaje, fue valioso lingüista, etimologista, lexicólogo, filólogo, vocabulista, dedicado de cuerpo y alma al estudio de las palabras y los vocablos.

“Puedo decir que él mismo era un catálogo de nombres y de lenguas. Miguel Agustín Perales Balderas, el querido amigo de nuestros tiempos en el Ateneo Fuente, con quien compartí palabras en esperanto y lecturas de Borges, Carpentier, Vargas Llosa y Umberto Eco.

En su obra periodística, desarrollada toda en VANGUARDIA, fue un campeón de la originalidad. Sus diversas columnas, artículos y crucigramas fueron, hasta el último momento, reflejo y resumen de sus gustos, preferencias y preocupaciones. Descansa en paz”, dijo Esperanza Dávila Sota.

Alejandro Pérez Cervantes, escritor e investigador, nos dijo que “conocí a Miguel Agustín Perales en la bisagra del año 2000 cuando, en mi primera etapa en VANGUARDIA como editor del suplemento cultural Semanario, tuve la fortuna de editar sus entregas enfocadas en el lenguaje y las etimologías.

“El profesor Perales tenía la particularidad de entregar personalmente su columna en las oficinas del periódico de manera semanal. Ahí tuve la oportunidad de tratar con un hombre de una afabilidad tan grande como lo era su corpulencia, su risa estentoria y, al mismo tiempo, su timidez. El profesor Perales es indudablemente uno de nuestros últimos sabios. Generaciones de nosotros aprendimos de él las profundidades del lenguaje. Siempre tuvo una cercanía y una generosidad con las generaciones que lo precedimos y puedo presumir de una última circunstancia azarosa pero puntual.

“En el libro que recién coordinamos el año pasado la doctora Argelia Dávila y un servidor, ‘Umbrales’, está publicado el último texto impreso en la vida del profesor Perales: su capítulo dedicado a una puerta del centro de Saltillo siguió siendo una lección sobre el lenguaje la belleza y la cultura”.

Pero sin duda fue su cercana amistad, prácticamente hermandad, con el también profesor Everardo Martínez, la que más anécdotas arrojó sobre su vida. Su colega lo describió como un hombre resiliente, que desde su nacimiento sobrepasó pérdidas y obstáculos.

“Fuimos tan amigos que un día, en el Colegio México —donde formó parte de la generación fundadora—, en quinto año, teniendo once años cuando mucho, y sabiendo que Miguel y yo éramos muy amigos, los compañeros organizaron un combate de box y nos pusieron a darnos de trancazos [...] Él era más corpulento que yo y me puso una tranquiza y cuando ganó el concurso de box me llevó a comer a su casa”, recordó.

Ambos cursaron la secundaria y la preparatoria en el Seminario durante los 50’s, lo que los acercó a los estudios literarios y lingüísticos, de los cuales Miguel Agustín se enamoró. Hablaba latín y griego y como su legado lo deja ver, se adentró como pocos en las raíces del idioma.

Everardo y su esposa Dora Alicia Valero son padrinos de bautizo de dos hijos del profe Miguel, de quien recuerdan un agudo sentido del humor, su genio humilde y una peculiar timidez.

COMENTARIOS

Selección de los editores