Marcelo Luján: 'Está surgiendo una nueva literatura española, híbrida y mestiza'

En entrevista, el ganador del Premio Ribera del Duero habla sobre la importancia del cuento en América Latina y el momento único que vive la escritura en español

Artes
/ 11 julio 2020
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Durante cuatro meses, por culpa de la pandemia de coronavirus, Marcelo Luján tuvo que ocultar una gran alegría: su libro La claridad (Páginas de espuma, 2020) obtuvo la sexta edición del Premio Ribera del Duero, un galardón que tienen entre sus ganadores a Samanta Schweblin, Guadalupe Nettel y Antonio Ortuño. La paradoja es que, tras el anuncio oficial del pasado martes, ahora el escritor argentino no ha parado de hablar de ello en las entrevistas que ha concedido a medios de toda Hispanoamérica.

“Esto no es culpa de nadie. Es verdad que estuvimos casi cuatro meses anestesiados, guardando silencio, y ahora en estos últimos días con el libro, con el contacto con la prensa, empiezo a caer un poco en la realidad de que realmente gané el Ribera del Duero con un libro de cuentos, lo cual es la máxima aspiración de un cuentista en habla hispana. También estoy muy feliz de que este libro, gracias al prestigio del premio, va a llegar a mucha gente, sobre todo a Argentina y México que, por distintas razones, son países que me interesan muchísimo, donde la lectura del cuento tiene una gran tradición”, relata con entusiasmo el escritor en una entrevista vía Zoom.

Me parece un compromiso nuestro el abordar el peligro que tenemos hoy en la sociedad, incluso en espacios que no consideramos peligrosos”.

Luján dejó su natal Argentina hace dos décadas para probar suerte en Madrid. “Yo era joven y valiente, porque para ese tipo de movimientos hay que tener mucha energía”, dice con una sonrisa. Un exilio voluntario – “mi generación por suerte pudo elegir eso”, acota– que ha marcado su vida y su obra narrativa.

“Lo que sí es interesante es cómo varía tu función literaria y tu postura ante el lenguaje cuando pasas de un país que habla castellano a otro país que habla castellano, pero de forma diferente. Este es un debate que está planteado en España entre todos los escritores y escritoras latinoamericanas que escribimos desde acá y que, a medida que pasa el tiempo, tenemos un planteamiento en el discurso que se convierte en un problema, no peyorativo, pero sí desde dónde contamos”, plantea el autor de Subsuelo.

Luján destaca que la literatura en castellano vive un momento único, un mestizaje en la lengua que ha puesto bajo los reflectores a los libros que se escriben en español, algo que no había logrado ni el Boom latinoamericano.

“Nuestra tradición educativa, literaria, corresponde a otra sociedad con otros giros lingüísticos, con otros modos de ver. Sin embargo, empezamos a incorporar todos estos movimientos nuevos y nuestro español empieza a mutar de un modo precioso, enloquecido, no tenemos ningún control sobre eso. Este es el debate que se está planteado ahora mismo, un mestizaje necesario, único, que nunca ha pasado en la lengua castellana, ni en el boom. Esta hibridez se ha dado en los últimos 15 o 20 años y está surgiendo una nueva literatura, única.

“Lo que hace el mestizaje es romper el concepto de nación, ya no hay países, por lo tanto, eso es muy bueno para la literatura. Me parece que la historia nos va a dar un lugar, que vivimos un momento espléndido de la lengua que tiene que ver con la globalización, tampoco somos magos nosotros los escritores”, remata.

¿Por qué te tomaste tres años para escribir un libro de cuentos en un proceso semejante al de la escritura de una novela?, se le pregunta al argentino. “Porque estoy chiflado”, señala entre risas. “Le dije a todos mis alumnos: esto no lo hagan, jamás se detengan a decir ‘voy a escribir un libro de cuentos como si fuera una novela’. No me refiero al sentido de la continuidad de la historia, sino al proceso en el que uno se mete de escribir un libro de 150 páginas con cinco cuentos largos en lugar de diez.

“En la novela uno pasa la página 30 o 40 y más o menos tiene ya un destino autónomo, es cuestión de sentarse, echarle horas, porque ya estás dentro de un mismo camino. Acá, con esta locura que se me ocurrió, yo terminaba un cuento de más de 20 páginas, que son largos para el género porque después de la página 10 o 12 sostener la tensión se vuelve difícil, en siete u ocho meses. Luego tenía que empezar de cero, tomar decisiones técnicas nuevas, innovar para el lector, pero sin salirme mucho de lo que ya estaba para que esa armonía general del libro no se pierda”.

Luján considera que “un cuentista no puede saber cuándo va a lograr un cuento” porque es un mecanismo de relojería perfecto. En este sentido, señala que con La claridad busca rendirle homenaje al género, pero también a la tradición cuentística de América Latina.

“Era un reto personal que quería tener, un ejercicio narrativo por respeto a este género en el que nos educaron y que forma parte de nuestra tradición latinoamericana. Yo siempre hago el mapa, y eso que no incluyo a Estados Unidos que tiene grandísimos cuentistas, o sea que puede ser un tema panamericano, pero vamos a centrarnos en nuestra región hispanoparlante y esta columna vertebral que podría trazar Rulfo, García Márquez, Cortázar, Onetti. De norte a sur del continente, esos son nuestros maestros y los latinoamericanos tenemos un respeto y una necesidad, tanto como escritores como lectores, ante el género.

La claridad está conformada por seis cuentos que abrevan de los intereses literarios de Luján: la fantasía, el terror, el azar. De hecho, el narrador ha escrito varias novelas del género negro entre ellas La mala espera, que le valió el Premio Ciudad de Getafe de Novela Negra 2009, ​y Subsuelo,, ganadora ​del Premio Dashiell Hammett 2016.

“El género negro es algo que a mí me gusta, que no puedo ni quiero evitar. Me parece un compromiso nuestro el abordar el peligro que tenemos hoy en la sociedad, incluso en espacios que no consideramos peligrosos. No estamos en la Segunda Guerra Mundial, pero si vamos al parque a comprar una bolsa de palomitas y nos pegan un tiro sin querer, es una realidad ahora mismo. Esa variable del género negro donde aparece el azar y el peligro, de que no tenemos sitios para estar a salvo, me parece muy interesante en toda mi obra y por supuesto en La claridad también.

“La variable fantástica es un género que me gusta mucho, el terror muy comedido, humanizando mucho al monstruo, al fantasma. Soy muy naturalista en ese sentido, le pongo problemas humanos. Pero la combinación del género negro y del fantástico fue una experiencia buenísima, conviven súper bien y se autopotencian. Fue súper gratificante sacar adelante las historias con estas dos herramientas”.

En todos los relatos de La claridad existe un narrador que anticipa lo que sucederá con los personajes, una voz omnisciente que lo sabe todo y que se vuelve un cómplice del lector. Este recurso técnico puede parecer riesgoso, pero Luján considera que es un rasgo de la literatura moderna y que vale la pena intentarlo.

“Yo lo llamo el narrador anticipatorio, que utilicé también en Subsuelo y que cada vez me gusta más. Hay que usarlo con moderación, claro, porque sólo funciona en la voz externa, omnisciente, que sabe todo, no es futuro narrativo. Los cuentos de La claridad están tres en tercera persona y tres en primera, pero todo el desenlace del cuento termina en futuro narrativo. Es decir, no ocurre en el tiempo del relato, si no que el narrador nos anticipa todo lo que va a pasar. Me pareció, desde el punto de vista técnico, un aporte para el lector generar todo el desenlace, esa parte tan importante del cuento, en futuro”, concluye.

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