Recupera el encuentro de una hija con su padre y la naturaleza en el documental ‘Malintzin 17’

Poco antes de fallecer, el director Eugenio Polgovsky registró con su cámara un episodio muy significativo en su vida y la de su hija: ambos observaron el crecimiento de unas crías de tórtola en un nido instalado cerca de la ventana de su departamento en la Ciudad de México.

Presente solo con su voz y desde su perspectiva, los días de observación y conversación, en los que surgieron temas muy profundos con la pequeña, se mezclaron con el cotidiano de la calle Malintzin. Este material quedó guardado en los archivos del realizador hasta que su hermana, Mara Polgovsky, dio con él y lo convirtió en película.

“Esta película es totalmente innovadora comparada con el trabajo anterior de mi hermano, yo me imaginé algo más relacionado con la naturaleza exclusivamente, con el pájaro, la tórtola, la gran sorpresa para mí fue descubrir que mi sobrina, una niña de cinco años en ese entonces podía convertirse en un personaje”, explicó la directora en entrevista en entrevista con VANGUARDIA.

El documental “Malintzin 17”, que se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Morelia, funciona como una suerte de conclusión a la colaboración que Mara tuvo con su hermano —fue con él con quien se inició en el cine—, así como un testamento del amor entre un padre y su hija.

Si bien la edición estuvo en manos de la directoria, principalmente, contó con la colaboración de Julio Chavezmontes en la producción y Pedro González-Rubio, como co-editor, buscando siempre mantenerse fieles a la voz y tratando de interpretar las intenciones de Eugenio al grabar esos instantes.

“Fue pasar del plano más general de Eugenio, que se acercaba a los niños del campo mexicano, de zonas rurales, a trabajar la voz de la infancia, la mirada de la infancia, desde el punto de vista de alguien tan íntimo como mi propia sobrina”, señaló.

Poglovsky destacó que esta es también la primera ocasión en que su hermano forma parte de una película y se convierte en una suerte de narrador-protagonista, quien además desarrolla una voz que le da autoridad a la niña para ponderar la naturaleza de las cosas, empezando por lo que están observando en el nido, dejándola que sea ella quien reflexione las respuestas y no él quien se las otorgue como única verdad.

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“Él me había contado que había filmado una película sobre un pajarito, pero no me había dicho nada más, entonces yo como un año después abrí un folder que está en un disco que llevaba con él a muchas partes y encuentro este ‘pajarito’ y descubro el material a lo largo de dos semanas”, recordó.

“Quise ordenar estas dos historias paralelas, de un padre y una hija y una tórtola con su huevito, porque nos permitía generar alegorías mucho más interesantes sobre lo que significa la paternidad, el grado de sacrificio que involucra, el grado de paciencia, diligencia, qué significa en las sociedades contemporáneas, en la ciudad, en las urbes donde hay una cierta hostilidad hacia la vida y cómo se articula nuestra relación con la naturaleza”, agregó.