Disfruta, juega y aprende: El espectáculo del drag

La cultura del drag ha servido de refugio tanto para sus artistas como para la comunidad LGBT+, conoce un poco de sus orígenes

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/ 19 junio 2023
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El primer lugar donde se busca el antídoto para una enfermedad, es el mismo virus que lo provoca, lo podemos ver como una idea de la filosofía oriental, pero también en el equilibrio de las fuerzas de la naturaleza. El drag, como forma de expresión y lucha contra los roles de género, nació de su enemigo: el machismo.

Hace poco, en una comida familiar y sin que tocara el tema, salió a la conversación el humor de La Burrita Burrona, artista drag regia que llegó a patear jaulas de un espectáculo que ya se ganó un lugar en el mainstream. Sentí personal esa pequeña victoria del posicionamiento de una drag entre heterosexuales. Mis capacidades poco tienen que ver con el escenario, pero me considero ferviente admirador y testigo del crecimiento y consolidación de esta cultura en la ciudad.

La visión que tenemos actualmente de este tipo de espectáculos se vincula con RuPaul Andre Charles, más conocida como RuPaul, Mamá Ru o la RuPollo. Ella (o su productora) consolidó y dio estructura a esta expresión. Actualmente, se conoce a las dragas como artistas que distorsionan su físico con “trucos” para crear a un personaje, popularmente femenino, pero que puede llegar incluso a ser “algo extraterrestre”. La mayoría cantan y bailan, pero también hay quienes hacen performance, hasta declaman poesía, solo son lindas, o terriríficas, pero todas actúan y, como en el teatro, su valor está en la capacidad de crear y entregar un mensaje al público, son actrices, bailarinas y dramaturgas al mismo tiempo, en algunos casos hasta cantantes.

El origen más aceptado de esta manifestación está en el teatro isabelino, en el siglo XVI. En Inglaterra, se consideraba herejía que las mujeres pisaran un escenario, pero los personajes femeninos eran necesarios en las historias, por lo que los interpretaban hombres caracterizados. Ahí el machismo creó a uno de sus némesis y se le conció como: drag, que en inglés lo relacionan con “dress as a girl (vestido como mujer)”. Pensando que de esta época data el clásico Romeo y Julieta, tendríamos que imaginarnos a Julieta un poco más corpulenta que la Claire Danes de Baz Luhrmann.

Con la caída de las monarquías, las burguesías en el poder arrasaron con todos los excesos de la corona y, con ello, los adornos en la vestimenta masculina —el machismo fue asignado como administrador—, pero de nuevo las disidencias cobijaron a las diversidades con la creación de bares conocidos como “molly houses” o “casas de maricas”. Aquí, además de ofrecer un refugio a los parroquianos no heterosexuales, también ofrecían espectáculos que jugaban con el género y criticaban el status quo tanto social como político. Cabe recordar que, en esa época, en Inglaterra, como en la mayor parte de las civilizaciones, vivir de una forma diferente a la heterosexual se pagaba con la muerte.

Aterrizando en nuestro país, porque afortunadamente no solo imitamos snobidades, estas casas también proliferaron en Ciudad de México, el conocido caso del yerno de Porfirio Díaz, Ignacio de la Torre y Mier, y la caricatura de Posadas “41 maricones” lo confirman.

Si lo pensamos, el drag sigue siendo lo mismo que entonces: un reto artístico contra el género, una cachetada con guante de lentejuela al machismo, pero el último ingrediente para la revolución llegó hasta los 60’s y explotó en los 80’s: la estética.

En los salones nocturnos de los segregados de Harlem, en los 60’s, los olvidados del American Dream se reunían para ser libres y bailar, iniciaron con el jazz y el soul, pero se fueron evolucionando con las vanguardias musicales innovando con pasos de baile propios. Para los 70’s, con el voguing, estos lugares se convirtieron en un parque de juegos en el que el reto es: encajar.

Tal vez inspirados por el “fake it’til you make it (Fíngelo hasta que lo logres)” que llevó a la cumbre a Truman Capote o Andy Warhol, célebres norteamericanos por inventarse y con ello hacerse un lugar en la historia, los vogueros jugaban como niños que juegan a la oficina o a la pasarela. Hacían como que eran un ejecutivo heteronormado que ganaba millones en Wall Street y que no lo juzgaban por lo que hacía latir su corazón, pero también se convertían en Diana Ross o Naomi Campbell; después de todo, la esperanza vive mientras alguien logre colarse en la élite.

Inicialmente, el objetivo de este baile era imitar las poses de las modelos que aparecían en Vogue, revista que en aquellas épocas marcó un estilo de vida con los cánones de Diana Vreeland y, desde entonces, Anna Wintour. El objetivo era tratar de imitar a la blanquitud que llenaba esas páginas.

Los concursos, como se siguen haciendo hasta la fecha, son en forma de pasarela. Los contendientes tienen que bailar haciendo poses y llevar un atuendo adecuado a la categoría en la que concursaban; la más peleada era Realness, en la que debían parecer mujeres adineradas. Con vestidos hechos con cortinas, cosas prestadas, incluso robadas, los concursantes eran premiados por ser ellos mismos, disociándose de los juicios de la realidad y su opresión.

Madonna popularizó esta cultura con el lanzamiento de su canción Vogue y, aunque la juzgan por aprovecharse de la tendencia, ella globalizó este movimiento con el boom de los videos musicales.

Además del espectáculo, la comunidad LGBTQ+ y el drag, le deben al voguing la “institucionalización” de las “familias”. Para las competencias, los contendientes se agrupaban en familias, la líder era la madre y tomaban el apellido de una celebridad, mayormente diseñadores (Valentino, Mugler, Balenciaga,...), ellos adoptaban a las personas que consideraran un buen elemento para su grupo y además de entrenarlos y darles vestuario, en muchas ocasiones les daban un lugar para vivir, algo que resultó esencial para la sobrevivencia de la comunidad —sobre todo durante la crisis del VIH—, porque muchas familias de sangre preferían echar a sus vástagos a la calle antes de aceptar que vivieran felices su diversidad.

El último ingrediente del drag, como lo conocemos hoy, lo aportaron los club kids, una cultura urbana que entre los 80’s y 90’s tomó las discotecas de música electrónica con vestimentas exageradas que proyectaban su “monstruo fiestero”. Mamá Ru pasó todo eso, pero de la misma época también resaltan exponentes como Divine, musa de John Waters e inspiración de Úrsula de La Sirenita; y Leigh Bowery, artista del performance y club kid que neutralizaba su género con prendas que le cubrían el rostro.

En México, los precedentes nos llevan al transformismo, imitadores que se caracterizaban como alguna cantante y replicaban sus espectáculos, sobresale Francis, quien tuvo un espectáculo propio durante muchos años, Ricky Lips y en cuanto a creación de personaje y comedia e incursión en televisión: La Vogue y La Supermana.

Ru Paul Drag Race empezó a emitirse en 2012 y, además de recibir varios premios Emmy, su mayor logro es difundir el formato de concurso que ha ayudado a proliferar el espectáculo en todo el mundo. En México, existen esfuerzos similares como La Más Draga y Toma Mi Dinerita que ganó fuerza durante la pandemia, aunque ya existía La Carrera Drag de la Ciudad de México. A nivel local, la competencia con mayor trayectoria es Next Drag Súper Star, con más de seis años de trayectoria y ya se preparan para extender sus dominios a Monclova de la mano de Job Star (participante de La Más Draga), Yorch, Mac, Sofía Palermo y La Becaria.

Hay que puntualizar también que no es una preferencia sexual, no se puede tener un interés romántico en una artista drag porque su personaje es intermitente y casi siempre solo existe en el escenario, también hay que reconocer que esta cultura ha ayudado a muchas personas con sus batallas internas y externas, además de ser un gran soporte para personas trans en su camino.

A final de cuentas, el drag puede ser una expresión artística, un refugio para cualquier persona —incluso si no forma parte de la diversidad—; es una comunidad de artistas y espectadores, pero sobre todo, como canta Anetra (Wigloose: The Rusical RuPaul’s Drag Race Season 15): “el drag es una lucha, el drag es una protesta, el drag revela quién eres en realidad”, pero nadie mejor que RuPaul para definirlo: “Nacemos desnudos y todo lo demás es drag”.

—¡¿Can I get an amen?!

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