Kirk Douglas, Olivia de Havilland y el fin de la Época de Oro de Hollywood (II)
COMPARTIR
TEMAS
El 3 de febrero se apagó una de las últimas estrellas vivientes de la Época de Oro de Hollywood, Kirk Douglas, a los 103 años de edad, en su residencia de Los Ángeles, California.
Douglas, nacido bajo el nombre de Issur Danielovitch Demsky el 9 de diciembre de 1916 en la ciudad de Nueva York de una pareja de inmigrantes rusos con los años se convirtió en una de los actores de la Meca de Cine que además de ser talentoso en cuanto a la versatilidad y diversidad de personajes y géneros en los que trabajó desde el cine negro, los westerns e incluso producciones épicas como “Espartaco” (Stanley Kubrick, 1960) fue precisamente a partir del involucramiento en esta última del guionista Dalton Trumbo, ubicado en la lista negra de “la cacería de brujas” de inicios de los años 50 por la sospecha de tener nexos comunistas, fue de los primeros en revelarle ante la industria que se había confabulado para este fin, siendo una de sus tantas batallas fuera del set cinematográfico.
Douglas fue nominado en tres ocasiones al premio Oscar (una de ellas haciendo dupla con el actor de origen mexicano Anthony Quinn en “Sed de vivir”, por su magistral interpretación de Vincent Van Gogh, que aunque no ganó sí le dio la estatuilla a nuestro compatriota como Mejor Actor de Reparto de 1956 por su breve pero sustanciosa personificación de su mejor amigo, el también pintor Paul Gaugin), pero al no obtener ninguno en competencia cuatro décadas después de su última nominación la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood le otorgó un Oscar honorario que recogió apenas unos meses de haber sobrevivido a un avionazo en el que casi pierde la vida.
Meses después, el domingo 26 de julio, casi un mes después de haber cumplido los 104 años de edad, falleció en su casa de París, Francia, la primera actriz dos veces ganadora del Oscar Olivia de Havilland, quien aunque incluso al momento de morir en las noticias a nivel internacional se destacaba su participación en el papel de Melanie en el clásico del cine “Lo que el viento se llevó” (Víctor Fleming, 1939), que le diera su primera nominación a la estatuilla dorada en la terna a la Mejor Coactuación Femenina fue, como Douglas una intérprete que se ganó el respeto desde sus colegas hasta el público en general no solo por su histrionismo sino también por su carácter retador ante los grandes estudios luego de demandar a uno de ellos, Warner Bros., por no ofrecerle personajes más “sustanciosos”.
Hablando de colegas, como bien lo comentamos al momento de referirnos al fallecimiento de la señora de Havilland en estos espacios, recordamos que la actriz fue objeto del afecto del cineasta coahuilense Emilio “Indio” Fernández, quien estuvo perdidamente enamorado de ella en la época de su mayor esplendor, pero tras enviar de emisario para declararle su amor al guionista y actor texano Marcus Goodrich, con quien trabajó en “Con los dorados de Villa” (Raúl de Anda, 1939), Goodrich “le comió el mandado” para convertirse en el primer esposo de la actriz en 1946. Con todo, “El Indio” la inmortalizó de alguna manera en la Ciudad de México al solicitar al entonces regente que se bautizara con el nombre de “Dulce Olivia” la calle donde construyó su famosa mansión en el área de Coyoacán.
Las muertes consecutivas de estas dos leyendas del Hollywood clásico bajaron indudablemente el telón del Hollywood de la Época de Oro a sus dos estrellas sobrevivientes, en lo que en forma paralela, la expansión mundial del COVID-19 llevó a las salas de cine a la peor crisis de su historia… CONTINUARÁ…
Comentarios a: tesse_69@hotmail.com