Recibe premio Maguey en el FICG 33, la directora Erika Lust por crear un cine porno feminista

Vida
/ 19 marzo 2018

La directora Erika Lust recibió el premio Maguey por su trayectoria tratando de crear un cine porno feminista, diferente y con valores artísticos, en el FICG 33

Nunca había visto porno acompañado. Menos en una pantalla grande y mucho menos la pornografía que hace Erika Lust, que no se parece en nada al concepto que yo tenía de este género. Seguro sería como el de casi todos: obras sin importancia, donde el sexo es un protagonista burdo, superficial. Malas actuaciones, peores tramas a las que nadie presta importancia. Videos hechos para el placer superficial. 

Pero lo que proyectó durante el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG) cambió mi percepción y quizá cambió mi vida. Tenía una mujer que acababa de conocer a mi lado y frente a mí una directora sobresaliente que escogió al sexo, en toda la extensión de la palabra y con todos sus matices y profundidades, como la materia prima de su obra.

Lust nació en Suecia y recibió en el FICG el premio Maguey como directora. En el catálogo del evento dice que sus producciones están narradas “desde la perspectiva femenina”. 

Uno piensa: ¿y eso qué es? Más sencillamente uno pensaría: ¿las mujeres ven porno? La desconocida que entró conmigo a la sala sí. Ella conocía y admiraba el trabajo de la cineasta, a diferencia de mí, que no sabía nada de ninguna de las dos mujeres. 

Ese mismo día y casi a la misma hora había una alfombra roja para una película con Kuno Becker ahí mismo en el Conjunto de Artes Escénicas (CAE). Más lejos, en el Teatro Diana, una gala en honor al director Ventura Pons, a quien le sería otorgado el premio Mayahuel al Cine Iberoamericano. Ambos quizá eran eventos mucho más importantes y con más “valor periodístico”, pero la idea de ver una serie de cortometrajes pornográficos dirigidos por una mujer en una pantalla gigante, me sedujo mucho más y tuve que hacer caso a mis bajos instintos. Ahí estaba, estado afuera de la Sala 4, cuando una mujer se sentó a mi lado, luego de caminar en todas direcciones por el lugar, como si estuviera nerviosa.

No recuerdo qué le pregunté, pero hablamos. También estaba sola y aún no había acceso a la sala. Era su segunda vez en el FICG, le mostré el programa para que viera otras opciones. 

Ella iba expresamente a ver a Erika Lust, a quien adoraba.

“Veo mucha pornografía”, me dijo. Me caen bien las personas honestas y sólo una mujer transparente le diría algo así a un tipo que acaba de conocer. Hablamos de lo divertido que es ver cortometrajes, sin saber si encontraremos material de calidad u otros menos memorables. Un tipo nos anunció que la proyección cambiaría a la Sala 2 y bajamos juntos como si fuéramos grandes amigos.

En este punto estaba seguro que nos haríamos compañía. Eso no sería raro, de no ser por el contenido de esa noche. No me daba pena, ni nada por el estilo, sólo me parecía curioso. 

Ella, por su parte, estaba muy ansiosa, quería tomarse una foto con Lust, ese era su objetivo. De veras la admiraba. Una mujer que admira a una directora porno, suena raro, yo ni sabía que la pornografía tenía “dirección”, en el estricto sentido de la palabra, mucho menos si había nombres que debía conocer. En la pornografía uno se hace fan de actrices o actores, no tanto de quienes están detrás de cámaras. Como la mayoría, consideraba al porno como un género que no merece ni tiempo, ni importancia.

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UN PORNO INCLUSIVO

Así que entramos a la sala, nos sentamos uno al lado del otro y esperamos a que se apagaran las luces. Antes apareció Lust sobre el escenario, para recibir el Maguey, una “M” roja dividida en dos piezas. “Me siento muy honrada por recibir este premio”, dijo con acento raro, pero en perfecto español, pues vive en Barcelona. Era su primera vez en México. Agregó que el cine erótico visualiza la sexualidad humana en su totalidad y que lamentablemente la mayoría de este ámbito estaba dominado por los “tubes”, que presentan un erotismo machista, homofóbico, racista, agresivo. Ella presenta un contenido menos “heteronormativo”. Diverso, ético, inclusivo, fueron las palabras que utilizó para describir su trabajo.

Así que con mis prejuicios de esa “pornografía agresiva”, comencé a ver sus cortos. El primero llevaba por título “A Blowjob is Always a Great Last-Minute Gift Idea”. Tres minutos de un joven sentado en un parque, chupando una enorme paleta con forma de pene amarilla, hasta acabársela. Al final saca otra y el corto acaba. Fascinante, concreto, sugerente, breve pero efectivo. El siguiente se llamaba “Girls Fight Club”, tal cual, como en la película de David Fincher, trata de un club de peleas pero de mujeres, dos de las cuales terminan teniendo sexo. Pero no era como en los videos de los “tubes”. Los genitales apenas se veían en cortes muy rápidos. 

Lo primero que noté fue un enfoque en los rostros más que nada. Las cámaras y la iluminación eran profesionales. Había un cuidado y amor por el detalle.

De vez en cuando lanzaba miradas de reojo a mi acompañante desconocida. No había ninguna vibra de incomodidad entre nosotros. Estábamos relajados. Yo más bien fascinado de que algo así existiera. Comencé a preguntarme si las imágenes excitarían a mi compañera, si esa noche se transformaría en algo más que una mujer con la que apenas había hablado. Estos pensamientos llegaron solos, son inevitables si uno está en la oscuridad, viendo porno a un lado de una mujer. No hay más, ocurre porque el trabajo de Lust es efectivo. Que se le culpe a ella.

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EDUCACIÓN PORNO

Antes la directora dijo también que la pornografía educa. Y aunque suene escandaloso y aunque no nos gustaría admitirlo, tiene razón. Sobre todo hoy en día con el internet, los niños tienen sus primeras experiencias sexuales con el porno. ¿Y qué porno están viendo? No el de Erika Lust. En ese, por ejemplo, se nos hizo una pregunta: ¿pueden los vampiros oler el periodo de las mujeres?, ¿y si es así se sentirían hambrientos o cachondos? “Can Vampires Smell My Period?” nos responde. Es justo lo que se imagina: un vampiro practica sexo oral a una chica que menstrua. Pero no es ni por asomo tan grotesco como suena. Es una pieza de iluminación cuidada, donde incluso se ve compromiso actoral más allá del sexo. 

Hace falta bastante tacto para ejecutar una idea semejante con tal elegancia.

Creo que la elegancia es otra palabra con la que podemos describir su trabajo. Esa noche hubo un par de piezas que no tenían una historia en cuestión, pero que estaban filmadas de tal manera que parecían poemas visuales, cine experimental y muy excitante. En “Dirty Feet” una pareja cubierta de barro tiene sexo, pero gran parte de la escena son caricias con un fondo musical fantástico. “Ink Is My Blood” presenta una mujer fascinada con los dibujos de una artista y “Pouring Pleasure” a una mujer que fantasea con tener sexo bajo la lluvia. Ambos son trabajos contemplativos, cuidados, con buen ritmo, orquestados casi como videos musicales.

La excitación inicial comenzó a desaparecer en mí y empecé a admirar el trabajo en cuestión. Varias personas salieron de la sala. Algunas de inmediato, pues quizá no leyeron qué sería lo que verían y otros después, quizá incapaces de soportar más debido al pudor. A lo mejor sólo se les hacía tarde, no sé, pero es claro que había gente que se sintió incómoda. Lo entiendo. Por ejemplo, “Hot Power Couple” presenta una orgía de dos parejas, donde mujeres y hombres se besan por igual, uno de ellos incluso es penetrado por un tacón-dildo. Lust también muestra otros ámbitos del sexo, preferencias raras y no tan comunes, pero retratadas con mucho tacto, sin ser nada vulgar.

EL POTENCIAL DEL PORNO

Este es el trabajo de una profesional. ¿Cómo es que una mujer inició en este ámbito? “De la misma manera que un hombre: eligiéndolo”, respondió durante la sesión de preguntas y respuestas, desatando una ovación. Estaba sonriente, feliz y hablaba mucho en su fluido español con acento sueco, abierta a responder todas las preguntas. Mi acompañante me dijo que nos fuéramos a la primera fila para ver de cerca a la cineasta y pedir la foto. “Creo en el potencial del cine pornográfico”, sentenció Lust. Según contó, su objetivo es mostrar historias sobre la sexualidad de sus personajes, encontrando personas que conecten no sólo físicamente, sino emocionalmente.

Uno de los actores con los que trabajó se sintió tan cómodo con Lust que incluso le mostró su trabajo a su mamá, cosa que no hubiera hecho en sus otros papeles. “No sólo quiero mostrar el sexo, quiero hacerte sentir lo que sientes al tener sexo”, puntualizó la directora. Dijo que había muchas más personas dedicadas a lo que ella hace y que en su página Xconfesions.com se podían buscar más.

La función se acabó y mi nueva amiga consiguió su foto. Yo salí maravillado. Sentía que había conocido un mundo completamente nuevo. Uno donde la pornografía tenía valores estéticos, artísticos y cinematográficos y donde era mucho más que sólo material para masturbarse. Era una forma de hacer cine, así nada más, un género como otros que también podía tener la misma calidad. Salimos del CAE y le dije a la desconocida que si quería cenar algo. Se negó, pero compartimos uber, donde seguimos hablando de pornografía. “A veces estás con hombres y piensas: ‘¿quién te enseñó eso?, ¿quién te dijo que eso era excitante?’”, me platicó. Ahora sé la respuesta.

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