Las enfermedades ‘infantiles’ podrían comenzar a afectar a los adultos

Vida
/ 15 enero 2025

La pandemia interrumpió las vacunaciones infantiles en todo EE. UU. y las tasas aún no se han recuperado.

Por: Apoorva Mandavilli

Expertos advierten que si las tasas de vacunación siguen disminuyendo, las enfermedades infecciosas prevenibles resurgirán en todos los grupos de edad, incluyendo a los adultos que sí se vacunaron en su momento.

En 2024 se produjeron más de 32.000 casos de tos ferina en Estados Unidos; la cifra más alta en una década. Tan solo en California, la enfermedad afectó a 2000 personas entre enero y octubre del año pasado.

Más de 60 bebés de menos de 4 meses fueron hospitalizados en ese estado. Uno de ellos murió.

La tos ferina, o tos convulsa, es solo el ejemplo más evidente de lo que ocurre cuando disminuyen las tasas de vacunación. Pero está lejos de ser el único.

La pandemia interrumpió las vacunaciones infantiles en todo EE. UU. y las tasas aún no se han recuperado. Como consecuencia, cientos de miles de niños son cada vez más vulnerables a enfermedades que alguna vez estuvieron relegadas a los libros de historia.

La mayoría de ellas afectan predominantemente a niños pequeños, como el sarampión, las paperas y la rubéola. Pero si las vacunaciones siguen disminuyendo en los próximos años —por el aumento de la desconfianza o por políticas federales más restrictivas—, las enfermedades infecciosas prevenibles resurgirán en todos los grupos de edad, de acuerdo con los expertos.

“Puede que tarde uno o dos años, pero no hay duda”, dijo Pejman Rohani, epidemiólogo de enfermedades infecciosas de la Universidad de Georgia.

“Tendremos brotes”, afirmó.

No solo tendrán que preocuparse los que no estén vacunados. Incluso los adultos que se vacunaron hace décadas podrían ser vulnerables a las que ahora se consideran enfermedades infantiles.

Casi toda la gente ha olvidado los peligros de las enfermedades infantiles, dijo Alex Richter, inmunólogo clínico de la Universidad de Birmingham, en el Reino Unido, donde hay preocupantes repuntes de sarampión y paperas.

Hace apenas unas décadas, muchos niños menores de 5 años morían de enfermedades infecciosas. Ahora los niños enfrentan una mayor amenaza en los accidentes de tráfico, las sobredosis de drogas y la violencia armada, mientras que las enfermedades han dejado de ser un motivo de preocupación.

“Todo eso podría cambiar si no continuamos con las políticas de vacunación”, afirmó Richter.

Cuando hay tasas de vacunación elevadas en una comunidad, no solo los vacunados están protegidos; también aquellos que no pueden recibir algunas vacunas o que no responden a ellas debido a determinadas afecciones médicas, a su edad o a la debilidad de su sistema inmunitario.

Si se vacuna a menos gente, “estamos tomando la decisión activa de hacer del mundo un lugar menos seguro para una proporción considerable de la población”, dijo Richter.

Por ejemplo, la rubéola, o sarampión alemán, puede ser peligrosa para las mujeres embarazadas y sus bebés. Sin embargo, las mujeres embarazadas no pueden inmunizarse contra la enfermedad porque la vacuna contiene un virus vivo debilitado.

Actualmente, no suelen correr riesgo por regla general, porque cada año se producen menos de una decena de casos de rubéola en Estados Unidos. Esto podría cambiar si las tasas de vacunación disminuyen. En todo el mundo, la rubéola es la principal causa de malformaciones congénitas prevenible mediante vacunación.

“Si hay madres no inmunes que contraen la rubéola, se producen complicaciones de por vida, como ceguera, sordera y todo lo demás”, dijo Richter.

Elsa Sjunneson lo sabe muy bien. Su madre se infectó de rubéola durante un brote en la ciudad de Nueva York en 1985, cuando estaba embarazada, y Sjunneson nació con síndrome de rubéola congénita (SRC).

En su caso, eso trajo gruesas cataratas, pérdida de audición y un defecto cardiaco.

Antes de cumplir un año ya había sido sometida a dos operaciones que corrigieron en gran medida el defecto cardiaco y a siete de los ojos, que no le devolvieron totalmente la vista. Es ciega del ojo derecho, tiene visión limitada del izquierdo y sigue necesitando aparatos auditivos.

“De hecho tuve mucha suerte; muchas personas que nacieron con SRC no sobrevivieron”, dijo Sjunneson, que es defensora de los discapacitados y defiende la vacunación contra la rubéola. “La gente no merece estar expuesta a enfermedades que puedan matarla”.

Las campañas antivacunas a menudo se han enfocado en la vacuna triple vírica, que protege contra el sarampión, las paperas y la rubéola. Lo que más preocupa a los expertos es el resurgimiento del sarampión.

El virus es extraordinariamente contagioso: es capaz de permanecer en el aire hasta dos horas después de que una persona infectada haya abandonado la habitación. Una persona infectada puede contagiar el virus a hasta 18 más.

El pasado ofrece un vistazo: a finales de la década de 1980, los recortes presupuestarios del gobierno de Reagan redujeron las tasas de vacunación, especialmente entre los niños negros e hispanos de familias con bajos ingresos.

Las consecuencias no se hicieron esperar. De 1989 a 1991, el sarampión infectó a más de 55.000 estadounidenses y mató a 166.

Antes de la llegada de la primera vacuna contra el sarampión en la década de 1960, la enfermedad mataba cada año alrededor de 2,6 millones de personas en todo el mundo. El virus debilita las defensas inmunitarias, dejando al organismo vulnerable a otros patógenos.

Un estudio de 2015 calculó que antes de la vacunación generalizada, el sarampión podía haber sido responsable de hasta la mitad de todas las muertes por enfermedades infecciosas en niños. Incluso ahora, las consecuencias pueden ser graves. Alrededor del 40 por ciento de las personas infectadas el año pasado fueron hospitalizadas, según los Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés).

Antes de la pandemia, las tasas de inmunización con la triple vírica y contra la tos ferina se mantenían estables en torno al 95 por ciento, en parte debido a los requisitos de admisión en las escuelas públicas.

Un descenso durante la pandemia no fue sorprendente. Pero incluso cuando la sociedad ha vuelto a la normalidad, las tasas de vacunación han seguido disminuyendo, cayendo por debajo del 93 por ciento en todo el país para el curso escolar 2023-24.

Eso significa que unos 280.000 niños en edad escolar siguen siendo susceptibles de contraer estas enfermedades, lo que aumenta el riesgo de brotes en escuelas y otros espacios públicos.

Los adultos no vacunados están en riesgo, por supuesto, pero también lo están aquellos que no generan una respuesta inmunitaria adecuada a las vacunas o que recibieron solo una dosis.

Y hay otra consecuencia inesperada del descenso de las tasas de vacunación.

La inmunidad inducida por algunas vacunas puede desaparecer con el paso de las décadas. Esta reducción significa que, si se llegan a producir brotes con mayor frecuencia, hasta los adultos vacunados podrían ser vulnerables a ciertas enfermedades.

En raras ocasiones, por ejemplo, la inmunidad obtenida con la vacuna del sarampión puede disminuir. De los 284 casos de sarampión registrados entre los estadounidenses el año pasado, el 11 por ciento correspondía a personas que habían recibido una o dos dosis de la vacuna.

Eso puede ayudar a explicar por qué el 27 por ciento de los casos fueron adultos mayores de 20 años.

“Hemos dejado atrás la época en que el sarampión solo afectaba a los niños”, dijo Alexis Robert, investigador en modelización de enfermedades infecciosas de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.

La inmunidad contra las paperas también podría disminuir. Aunque la vacunación en general ha reducido el número de casos de paperas en un 99 por ciento, se han producido brotes en escuelas y universidades, donde los estudiantes tienen un contacto cercano y prolongado.

Las paperas suelen ser una afección leve en los niños, pero a veces pueden causar problemas de fertilidad en los varones y complicaciones graves en los adultos.

Sin embargo, la tos ferina podría ser la enfermedad de la que hasta los niños y adultos vacunados deberían preocuparse más.

Al principio, la enfermedad puede confundirse con una infección respiratoria común, pero puede evolucionar hasta convertirse en una dolorosa “tos de 100 días” que afecta a todo el cuerpo. Cada ataque de tos termina con un característico silbido y puede provocar vómitos, costillas fracturadas y dificultad para respirar.

Hace décadas, la vacuna utilizaba células enteras de la bacteria que causa la tos ferina. Era potente pero dura, y a menudo provocaba fiebres altas y convulsiones.

“Actualmente, los padres de ninguna manera, pero de ninguna manera, tolerarían ese tipo de reacción”, comentó Kathryn Edwards, experta en vacunas que lleva 40 años estudiando la tos ferina.

Una versión más reciente de la vacuna, lanzada en la década de 1990, es mucho más suave para el organismo. En la mayoría de las personas, esta formulación proporciona décadas de protección contra la enfermedad grave.

Sin embargo, las nuevas vacunas contra la tos ferina no previenen totalmente la infección y a veces la protección desaparece.

Ahora los expertos creen que esta es una de las razones por las que más adolescentes que niños pequeños se han infectado de tos ferina durante los brotes de los últimos años.

“Ese fue realmente el primer indicio” del descenso de la inmunidad vacunal, señaló Edwards. Los CDC recomiendan ahora una dosis de refuerzo para los adolescentes.

Si las tasas de vacunación descendieran al 75 por ciento en los próximos años, los adultos mayores que recibieron la vacuna original podrían seguir estando protegidos.

Sin embargo, las personas que nunca se vacunaron o los adultos que recibieron la vacuna más reciente cuando eran niños podrían ser susceptibles.

Según los modelos epidemiológicos de Rohani y sus colegas, los casos aumentarían más drásticamente en los bebés —que son demasiado jóvenes para estar totalmente vacunados— y en los niños de 5 a 15 años.

Los niños en edad escolar suelen tener más contactos, por lo que son los “principales grupos de transmisión”, dijo Rohani.

Tanto él como otros expertos dijeron que esperaban que las tasas de vacunación no cayeran drásticamente y se mostraron preocupados por las consecuencias de un descenso incluso moderado.

Las vacunas siempre son más difíciles de vender que los tratamientos, porque se administran a personas sanas, señaló Richter.

En los casos extremadamente raros en que alguien experimenta un efecto secundario grave, eso puede ser catastrófico.

“Basta con una o dos de estas historias para que la aceptación de la vacuna se vea afectada de forma masiva”, dijo. “Aquí es donde se genera una tensión entre la comunidad y el individuo”.

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