Vida oculta de un genio

Vida
/ 6 diciembre 2017

Lo que no sabía de Albert Einstein: siete aconteceres que marcaron su vida

Todo empezó con una brújula. Cuando su padre le mostró ese artilugio por primera vez, el pequeño Einstein quedó fascinado. 

De hecho, ese instante marcaría su existencia para siempre. ¿Por qué la aguja señalaba siempre hacia el mismo sitio, aunque la brújula se moviera en otra dirección? “Desde ese momento supe que detrás de las cosas se esconde algo más profundo de lo que uno ve”, dijo el físico años más tarde, recordando aquel momento. 

La brújula puede considerarse como un símbolo de la vida del científico, no obstante, hay otros aconteceres intrigantes que marcaron su vida. Aquí tiene varios de ellos.

Un  intento desesperado
Corría el 1914 y tras 11 años de matrimonio, la relación entre Albert Einstein y Mileva Maric había comenzado a debilitarse. A sabiendas de que ya no podrían recuperar la etapa más romántica de su relación, Einstein propuso un ‘curioso’ acuerdo a la que todavía era su mujer con la intención de mantener una convivencia regulada que les permitiera seguir juntos, por el bien de sus hijos.

Mileva aceptó las condiciones, pero fue en vano: meses después dejó a Einstein en Berlín y se mudó con sus hijos a Zurich.

Nada que ver con la bomba 
Einstein nunca participó en el Proyecto Manhattan, que desarrolló la bomba atómica. De hecho, en 1940 el Servicio de Inteligencia de EU le negó una autorización para participar en dicho proyecto (la CIA lo asociaba con actividades de espionaje). 

Su única implicación en el Proyecto Manhattan fue el envío de una carta al presidente Franklin D. Roosevelt (EU)para decirle que científicos alemanes estaban estudiando la posibilidad de desarrollar una bomba nuclear.

Einstein siempre se definió como pacifista y su único vínculo con la bomba fue la carta que le envió a Roosevelt.

Entre Nueva Jersey y Jerusalén
Usted, amigo lector ¿ha pensado alguna vez visitar la tumba de Einstein? No podría hacerlo aunque quisiera. Antes de morir, el  físico dejó claro que no quería ser enterrado, pues le molestaba la idea de que su lugar de descanso se convirtiera en un lugar de peregrinaje para admiradores y curiosos. Por eso fue incinerado, y sus cenizas se esparcieron en Estados Unidos, cerca del río Delaware, no muy lejos de la Universidad de Princeton (Nueva Jersey), donde había desarrollado gran parte de su carrera científica. 

El legado más importante de Einstein: todos sus escritos científicos y no científicos, sus fotografías y los derechos de sus obras, están en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en el campus Edmond J. Safra. Actualmente, parte de esos documentos están digitalizados y pueden consultarse abiertamente. 

No quiso ser presidente
Chaim Weizmann fue el primer Presidente del Estado de Israel hasta que murió en 1952. Por aquel entonces, Einstein era un científico consolidado, famoso en todo el mundo, pacifista, activista en pro de los derechos humanos, y defensor de la causa judía.

Tras la muerte de Weizmann, Einstein recibió la propuesta de convertirse en el segundo Presidente de Israel. Abba Eban, entonces embajador del país en Estados Unidos, le transmitió la propuesta en nombre del Primer Ministro (David Ben Gurión) en una carta.

 Por ese mismo medio, Eisntein rechazó la proposición: “Toda mi experiencia se ha relacionado con asuntos objetivos; por consiguiente, carezco de aptitud natural para desempeñar funciones oficiales”. 

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¿Qué hizo con el dinero?
El 10 de noviembre de 1922 Einstein se enteró a través de un telegrama de que había ganado el Premio Nobel ‘por sus aportes a la física teórica’, según anunció entonces la Academia Sueca.

El premio que se otorgó a Albert Einstein en 1922 era en realidad el Nobel de Física de 1921, que no se había entregado a nadie ese año y se había quedado, según marcaban los estatutos de la Fundación Nobel, en reserva para el año siguiente. 

Pero Einstein no pudo acudir a la ceremonia de entrega en diciembre de 1922 por los compromisos que ya había contraído. Su discurso de aceptación lo presentó más tarde (el 11 de julio de 1923) ante la Asamblea Nórdica de Naturalistas, en Gotemburgo, Suecia. 

Junto con el premio, recibió una gratificación económica de 120 mil coronas suecas, equivalentes a 10 veces el sueldo anual de un profesor universitario. 

Pero Einstein no se gastó el dinero de su premio. Se lo dio todo a su ex mujer, Mileva Maric, quien lo utilizó para comprar varias casas, y para el cuidado de sus hijos. 

Su cerebro en un frasco
¿Estaba en el cerebro de Einstein el secreto de su inteligencia? Eso habría que preguntárselo al patólogo forense Thomas Stoltz Harvey, que dirigió la autopsia de Einstein en el Hospital de Princeton (Nueva Jersey, 1955). 

Thomas Stoltz Harvey no era neurólogo ni tenía autorización para extraer el cerebro del científico. Pero lo hizo, y durante más de 40 años se negó a develar su secreto. 

Thomas Stoltz nunca concluyó nada. Lo que sí hizo fue enviar a varios científicos una muestra de las más de 170 láminas para la observación microscópica que había seccionado del cerebro del genio.

Luego intentó devolverle el resto del cerebro a Evelyn, la nieta de Einstein. 

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