El cómic como herramienta periodística y vía de denuncia
Los autores de cómics se arriesgan en el ámbito del periodismo y los medios de comunicación hacen lo propio en el de la historieta. Esa doble exploración hace que el lenguaje evolucione
Por JORGE CARRIÓN
El fotorreportero es abandonado por sus guías bajo la nieve. Se queda a solas con su caballo. No pueden detenerse porque se congelarían. Durante cinco páginas las siluetas de ambos se van oscureciendo hasta ser dos manchas negras sobre fondo gris, acompañadas por unas palabras de despedida. “Cojo el veinte milímetros, un gran angular, para poder encuadrar desde el suelo”, leemos. “Que sepan dónde he muerto”. Una fotografía en blanco y negro del caballo. Y otra más. Y una tercera. Como un adiós en tres tiempos. Y, después, una instantánea en doble página de ese paisaje desolado y tormentoso: la última mirada.
Ese es el momento más escalofriante de El fotógrafo (Astiberri), la obra de referencia de Guibert, Lefèvre y Lemercier, a partir de la experiencia real de Didier Lefèvre en el Afganistán de los años 80. Un libro que, a principios de este siglo, demostró que es posible la hibridación armoniosa de dibujo, texto y fotografía, en el seno del lenguaje de la novela gráfica. Y que el periodismo en viñetas no tenía por qué seguir solamente el modelo que durante los años 90 había formalizado Joe Sacco en sus reportajes balcánicos y volcánicos.
Cuando Carlos Spottorno y Guillermo Abril se plantearon convertir una selección de las 15000 fotografías del primero y de los cuadernos de notas del segundo en un cómic fotográfico, tomaron el testigo de los artistas franceses. El resultado es La Grieta (Astiberri, 2016), un libro importante. Reconstruye un itinerario intermitente de visitas a los lugares más significativos de la Europa de los refugiados: desde la fortaleza que llamamos Melilla hasta la Finlandia del Círculo Polar Ártico, pasando por Grecia, el Mar Mediterráneo, los Balcanes y varias zonas fronterizas con Rusia.
El relato fluye. Las imágenes son excelentes. Con clara voluntad divulgativa, los autores no se detienen en ningún personaje, ni elaboran a fondo las metáforas más fuertes (el muro, el ajedrez, las grietas de la Unión Europea), ni acentúan –en fin– los elementos más literarios. Aunque utilicen procedimientos presentes en obras clásicas de la novela gráfica de no ficción, como El fotógrafo o Cuadernos rusos (Salamandra) de Igort; y trabajen a partir de las fotografías como hizo Antonio Altarriba en Detectives con los cuadros del pintor Landazábal; no veo en La Grieta ninguna voluntad de pertenecer a tradiciones artísticas. Se trata de simplificar y conmover. De acercar al gran público una realidad muy preocupante. De pura comunicación: periodismo puro.
Mientras que la no ficción en viñetas de carácter autobiográfico insiste en las formas fijadas por maestros como Robert Crumb, Art Spiegelman, David B. o Alison Bechdel, y deviene a menudo bestseller (de Persépolis, de Marjane Satrapi, a El árabe del futuro, de Riad Sattouf), la de voluntad periodística no está determinada por nadie, ni siquiera por la maestría del gran Sacco. Es más rara. Se resiste al mainstream.
Después de labrarse un gran prestigio como autor cómico, que cuenta sus viajes en primera persona aunando inteligencia y parodia, Guy Delisle ha publicado Escapar. Historia de un rehén (Astiberri), que es su obra más extensa (428 páginas) y en la que él no aparece. Aunque el drama de Christophe André, secuestrado mientras trabajaba para una ONG en el Cáucaso, sea brutal, el relato se vuelve monótono en su claustrofobia. Pero eso es menos relevante que el riesgo.
Un riesgo equiparable al que ha asumido Sarah Glidden en Rolling Blackouts. Dispatches from Turkey, Siria and Irak (que publicará el mes de viene Salamandra en español), al actuar como testimonio del viaje de dos periodistas amigos por una de las zonas más calientes del planeta, y dibujarlos en acuarela mientras discuten teórica y éticamente sobre el oficio. O al riesgo de Zerocalcare en Kobane Calling (Reservoir Books), donde la crónica de viaje por el mismo territorio convierte a personajes reales en animales grotescos e irónicos.
O al que asumió en su día la revista italiana Internazionale, que publicó en portada un adelanto de ese trabajo de Zerocalcare; y al que ha asumido el medio digital peruano Ojo Público, al narrar con dibujo, texto y animación interactiva las guerras por el agua que está siendo arrebatada a los agricultores. Un proyecto que se inscribe en un marco mayor: el del periodismo en viñetas iberoamericano, en franca expansión, apuesta de futuro.
Otro historietista que ha usado el cómic como vía de denuncia, es Art Spiegelman, con su cómic Maus, serializado desde 1980 hasta 1991 en la revista Raw, El libro se publicó inicialmente en dos partes, integrándose finalmente en un único volumen. Muestra a Spiegelman entrevistando a su padre acerca de sus experiencias como judío polaco y superviviente del Holocausto.
En un mundo que ha normalizado el consumo cotidiano de imagen con texto, de texto con imagen, los autores de cómic se arriesgan en el ámbito del periodismo y los medios de comunicación hacen lo propio en el de la historieta. Esa doble exploración hace que el lenguaje evolucione. De eso se trata.
(Tomado de The New York Times en Español)