El verbo preferido

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Las personas que poseen el hábito de la lectura aprenden de otros tiempos y lugares. Viajan al pasado, reviven el presente y se atreven a poner sus pies en el futuro
El Día Internacional del Libro data de 1926, pero en aquel tiempo se celebraba el 7 de octubre; luego, en 1930, esta conmemoración se estableció de forma definitiva el día 23 de abril, fecha que coincide con la muerte, en 1616, de Cervantes y Shakespeare.
En relación a este tema cabe mencionar que en Finlandia se leen 47 libros al año ( en ese país existen 17 bibliotecas por cada 100.000 habitantes, en México hay 7 por cada 100,000 habitantes), en España 10.3, en Portugal 8.5, en Chile 5.4, y en México, según la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura 2015, se leen solamente 5.3 libros al año por persona (de los cuales solo 3.5 son leídos por gusto), siendo la lectura la quinta actividad preferida para pasar el tiempo libre de la población entre 12 y 29 años, pues el 52.9% de estos jóvenes prefieren ver la televisión para entretenerse.
Según esta encuesta, el 57% de los lectores leen libros, el 55% periódicos y el 44.9% prefieren la lectura de sus redes sociales como Twitter y Facebook.
Algo sucede en México para que las personas no seamos asiduos lectores, tal vez Gabriel Zaid tenga razón en su ensayo “La lectura como fracaso del sistema educativo” (2006), cuando comenta que en este país a mayor esfuerzo educativo, menos lectores. Según este autor, la mitad de los universitarios no compran libros, esto indica “algo realmente inaudito: en México la clase ilustrada es aún más bruta que la clase iletrada”.
Ideas que vuelan
El poeta inglés James Russell Lowell dice que “los libros son como las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”. Hermoso símil. Y muy acertado: las personas que poseen el hábito de la lectura aprenden de otras personas, de otros tiempos, de otros lugares. Viajan al pasado, reviven el presente y se atreven a poner sus pies en el inimaginable futuro. Vuelan de ideas en ideas. Pueden arribar a mundos insólitos, insospechados. Y todo esto sin necesidad de moverse.
Este hábito desarrolla la imaginación, la creatividad, las ideas, el pensamiento, la concentración, la memoria, despierta la curiosidad, amplía los límites del conocimiento y sobretodo ensancha el alma como ninguna otra actividad.
Por eso digo que quien sabe y goza leer, quien tiene este hábito, nunca esta solo, siempre se encuentra acompañado de personas y personajes espléndidos, de historias, cuentos, poemas, novelas, ficciones “reales” y narrativas extraordinarias.
Es imposible que una persona con esta costumbre conozca el aburrimiento, pues la lectura, en sí misma, es un ejercicio de reflexión de alto nivel que mantiene activa a la mente, que la ejercita y la hace tomar conciencia de la vida misma.
Ventana de oportunidades
Adicionalmente, hay evidencias que este hábito brinda a la persona que lo tienea, seguridad y confianza en sí misma, y eleva su autoestima; además, su vocabulario es, por lo menos, cinco veces mayor al de las personas que no leen. Los lectores asiduos generalmente se encuentran mejor informados que el promedio de la gente, situación que les favorece en cualquier situación que se encuentren.
Este hábito también otorga oportunidades en todos los sentidos. La persona que lee puede interactuar con soltura ya sea en el ámbito profesional, social, académico o intelectual. Y, por si esto fuera poco, suelen ser excelentes conversadores, tanto por el conocimiento adquirido en diversos temas, así como por las anécdotas e historias que rescatan de sus lecturas.
Hay estadísticas que demuestran una clara correlación entre la lectura y el rendimiento escolar. Generalmente, el joven lector desarrolla mejores habilidades de aprendizaje en comparación a sus pares que no leen.
El estudiante que sabe leer aprende más que los demás, organiza mejor sus actividades, y no pierde el tiempo viendo indiscriminadamente la televisión; más bien, se vuelve muy selectivo sobre los programas que desea ver. Y al ser su entretenimiento fundamental la lectura, también empieza desde muy temprano a formar su biblioteca personal.
El reto es empezar con la primera página de un libro cuyo tema suene interesante o sugerente. El objetivo es pasar de la lectura por obligación (la escolar) a la lectura por devoción (el placer de leer).
Perder la vida
Tal vez no leemos por dedicarle tiempo a la televisión; de hecho, un niño para cuando cumpla 80 años de edad, se habrá pasado alrededor de 10 años de su vida enfrente del televisor (sin contar el internet). Y como no habría de ser así dado que, en términos generales, en un año se consumen mil 500 horas de televisión en comparación con 900 horas clase. ¡Que manera de perder la vida! y esto sin sumar el tiempo que se pierde navegando en las redes sociales, muchas veces sin sentido.
Tal vez la mayoría de las personas no practican este hábito por otra razón: los valores socialmente prevalecientes en nuestra sociedad materializada han desplazado la lectura como fuente de crecimiento personal reduciéndola a la consecución de objetivos utilitaristas y pragmáticos.
Así es: queremos encontrar una utilidad constante y sonante en todo lo que hacemos, pero por favor ¿quién leería a Cervantes, o un libro de Isabel Allende, o de Octavio Paz, o de Saramago para obtener algún beneficio tangible? Más bien, los frecuentamos porque los buenos libros son - como dirá Martín Descalzo - “ los hospitales del alma”.
Pasión por la lectura
Es triste lo que les sucede a muchos jóvenes: saben leer, pero no necesariamente comprenden el significado de las palabras que examinan (“analfabetismo funcional”). Saben escribir en computadora, pero si les pedimos que redacten “a mano” verán lo que sucede. Dominan lo inconcebible en el Internet, pero qué tal ir a la biblioteca a consultar este o aquél otro tema. Son duchos en juegos electrónicos, pero qué sucedería si les pidiéramos que realicen alguna composición.
Pero no todo es negativo. Existen instituciones en el País que están ya fomentando la lectura, entre éstas se encuentra el Tecnológico de Monterrey que recientemente ha puesto en marcha un programa denominado “pasión por la lectura” cuyo objetivo es fomentar el goce por la lectura así como formar una cultura literaria en cada egresado.
Que extraordinario sería que cada estudiante de todas las escuelas aprendiera a través de la lectura. Entonces, indudablemente, México sería otro: un País de ciudadanos auténticamente pensantes, libres, porque creo que hoy en día parte sustancial de ser ciudadano, es ser lector. Y si en casa no hay libros, las escuelas son, entonces, el mejor lugar de contagio para esta pasión.
Un placer mayor
Leer es vivir distintas vidas al mismo tiempo, es recrearse en diferentes épocas y mundos, es gozar aventuras y viajes inimaginables, disfrutar y padecer emociones; es aprender de los grandes y tenerlos como amigos. Leer pausadamente, escuchando una buena música, es uno de los supremos y excelsos placeres de nuestra fugaz existencia.
Saber leer para aprender y gozar, no solo es un privilegio, sino un don que Dios regala a las personas que caminan en la vida con los ojos muy abiertos y con el alma también muy ancha.
Que razón tenía Edmondo De Amicis cuando dijo: “el destino de muchos hombres ha dependido de que en su casa paterna haya o no haya habido una biblioteca”.
En Finlandia leer es el verbo preferido, bueno sería que este verbo en México fuera también el predilecto.
cgutierrez@itesm.mx
Tec de Monterrey Campus Saltillo
Programa Emprendedor